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viernes, 31 de diciembre de 2010

ANTE LA TIERRA

39- ANTE LA TIERRA
En relación con el esfuerzo cotidiano por la vida, el espíritu que ha madurado en raciocinio y despertado al sentimiento se siente cada vez mas solo, más inadaptado y menos comprendido.


Por ondas crecientes de renovación, nuevas generaciones aparecen en su camino y le crean conflictos sentimentales y amargas luchas.

Extraña sed de armonía invade su alma.
Habitualmente se reconoce extranjero incluso dentro de su propia familia.
Aislado por la corriente oscura de las desilusiones ininterrumpidas, se abandona al tedio infinito y conserva el corazón endurecido.
A pesar de ello, esa no es la hora para desistir o desanimarse.
El fruto maduro es la riqueza del futuro.
Quien se equilibra a través del conocimiento, es el apoyo del que duda en la ignorancia.

¿Qué será de la escuela cuando el alumno, elevado a la condición de maestro, huya de la enseñanza con el pretexto de no tolerar la ignorancia y torpeza de los nuevos aprendices? ¿Y quién estará tan habilitado ante el infinito, al punto de menoscabar la oportunidad de proseguir adquiriendo sabiduría?

La Tierra es la venerable institución donde encontramos los recursos indispensables para atender a nuestro propio perfeccionamiento.
Millones de vidas forman el pedestal sobre el cual nos erigimos, y al haber alcanzado el gran entendimiento nos corresponde auxiliar a las vidas principiantes.

Por eso, en la plenitud del discernimiento, reclamamos una fe que reanime nuestra alma, realce nuestra visión - para que podamos reconocer a la madurez del espíritu como el más bello y el más valioso período de nuestra peregrinación por el mundo -, y nos enseñe a actuar con desinterés ya servir sin esperar recompensa.

Ubicados en la cima de la gran comprensión, no prescindimos de gran serenidad.

Si bien con el transcurso del tiempo registramos nuestro aislamiento íntimo, cuando somos alimentados por el ideal superior inmediatamente observarnos nuestra profunda relación con la Humanidad entera.

Poco a poco nos informamos que nadie es tan indigente que no pueda contribuir al progreso común, y ocupamos con decisión el lugar que nos compete en el edificio de la armonía general, mientras distribuimos fragmentos de nosotros mismos en el culto a la fraternidad bien vivida.

Entonces, valiéndonos de la resurrección de hoy para combatirla muerte de ayer, encontramos en la lucha el esmeril que pulirá el espejo de nuestra conciencia, a fin de que nos convirtamos en fieles reflejos de la belleza divina.

El mundo, por más áspero que nos parezca, será para nuestro espíritu la escuela de perfección, cuyos instrumentos correctivos habremos de bendecir un día. Los compañeros de jornada que lo habitan con nosotros, por más ingratos e impasibles, son nuestras oportunidades de materialización del bien, medios para nuestra mejoría y redención que, bien aprovechados por nuestro esfuerzo, pueden transformarnos en héroes.

No hay medida para el hombre fuera del ámbito social en el que vive. Si es indudable que solamente nuestro trabajo por la comunidad puede engrandecer o destruir el organismo de la sociedad, solamente el organismo de la sociedad puede transformarnos, individualmente, en grandes o miserables.

La comunidad habrá de juzgarnos siempre por nuestra actitud dentro de ella para conducirnos al altar del reconocimiento, al tribunal de la justicia o a la sombra del olvido.

El Espiritismo, bajo la luz del Cristianismo, viene al mundo para despertarnos.
La Tierra es nuestro domicilio temporario.
La Humanidad es nuestra verdadera familia.
Todos estamos señalados por Dios para gloriosos destinos.
En razón de eso, Jesús el Divino Mensajero del Amor para todos los tiempos, proclamo la irrefutable verdad: "- De las ovejas que mi Padre me ha confiado no se perderá ninguna".
Ilustración de: Cynthia Lund Torroll, tomada del blog Recogedor

Por el espíritu: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

miércoles, 29 de diciembre de 2010

MISIÓN DEL ESPIRITISMO

38- MISIÓN DEL ESPIRITISMO
La misión del Espiritismo, en su carácter de ministerio del Cristianismo, no es destruir las escuelas de fe hasta ahora existentes.

Cristo acogió la revelación de Moisés.

La Doctrina de los Espíritus apoya los principios superiores de todos los sistemas religiosos.

Jesús no critica a ninguno de los Profetas del Antiguo Testamento. El Consolador Prometido no viene para censurar a los pioneros de esta o aquella forma de creer en Dios.

El Espiritismo es, por sobre todo, el proceso liberador de las conciencias a fin de que la visión espiritual del hombre alcance horizontes más altos.

Hace miles de años que la mente humana gravita en torno de patrimonios efímeros, tales como los de la precaria posesión física y permanece atormentada por pesadillas carnales de diferente especie. Guerras de todos los matices consumen sus fuerzas. Flagelos de manifestaciones múltiples sitúan su existencia dentro de límites aflictivos y dolorosos.

Con la muerte del cuerpo no alcanza la liberación. Más allá de la tumba prosigue atenta a las imágenes que la ilusión proveyó a su camino, esclavizada a intereses inconfesables. En plena vida libre conserva, ordinariamente, la actitud de una criatura que con los ojos vendados avanza, impermeable y ciega, con pesadas cargas que doblan sus hombros.

La obstinación en obtener satisfacciones egoístas entre los compañeros de la carne, se transforma para ella en una deplorable inhibición y los prejuicios perjudiciales, los terribles engaños del sentimiento, los puntos de vista personales, las opiniones preconcebidas, las pasiones enloquecedoras, los lazos afectivos enfermizos, los pensamientos rígidos, los propósitos poco dignos, la imaginación intoxicada y los hábitos perniciosos representan fardos enormes, que obligan a llevar un paso vacilante al alma que tiene su atención puesta en las experiencias inferiores.

La nueva fe viene a ampliar su senda hacia más elevadas formas de evolución. Llave de luz para las enseñanzas de Cristo, explica el Evangelio no como un tratado de reglas disciplinarias nacidas del capricho humano, sino como el salvador mensaje de fraternidad y alegría, comunión y entendimiento, que abarca las leyes más simples de la vida.

Jesús se nos presenta entonces en la mayor dimensión de su gloria: no ya como el señor de la angustia que señala a los seres humanos la necesidad de padecer amarguras y lágrimas, sino a la altura de un héroe de la bondad y el amor, que educa para la felicidad integral mediante el servicio y la comprensión, la buena voluntad y el júbilo de vivir.

En ese aspecto lo vemos como el máximo ejemplo de solidaridad y gentileza, al reducirse a nacer en un pesebre, al hermanarse con todos en la plaza pública y ah¡ amparar a los malhechores en la cruz, en la hora decisiva del pasaje a la divina resurrección.

El Espiritismo será por lo tanto, indiscutiblemente, la fuerza del Cristianismo puesta en acción para elevar al alma humana y sublimar la vida.

El Espacio Infinito, patria universal de las constelaciones y de los mundos es, sin dudas, el clima natural de nuestras almas, pero sin embargo no podemos olvidar que somos hijos deudores, obreros o compañeros de la Tierra, cuyo perfeccionamiento constituye nuestro trabajo mas inmediato y más digno.

Olvidemos por ahora el paraíso distante y colaboremos en la edificación de nuestro propio Cielo. Obstaculicemos menos la regeneración de los demás y meditemos más acerca de la necesidad de nuestro propio reajuste en relación con la Ley del Bien Eterno.
Y si con nuestra fe servimos sin cesar a la vida que nos rodea, la vida a su vez nos servirá infatigablemente, y así convertiremos a la Tierra en una estación celestial de armonía y luz, para el acceso de nuestro espíritu a la Vida.
Pintura de: Italia Ruotolo, tomada del blog Recogedor
Por el espíritu: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

martes, 28 de diciembre de 2010

EXPERIMENTACIÓN

37- EXPERIMENTACIÓN
Si sabemos que la fuerza mental es una energía activa y que los pensamientos son recursos objetivos, es imperioso reconocer que la experimentación, dentro de los dominios del psiquismo, nos exige la noción de responsabilidad ante la vida, para que el éxito sea la respuesta justa a las indagaciones sinceras.

Un labrador bien informado investiga el suelo y planta con devoción y confianza. No se ríe del pedregullo, lo aparta atento. No se burla del espino, lo arranca en beneficio de la labranza que efectúa. No goza con el duelo que libran los brotes tiernos y los destructores gusanos, sino que combate a los insectos devoradores con constancia y serenidad, y defiende de tal manera el futuro del grano sano.

No ocurre igual en la Tierra, con la mayoría de los investigadores de la espiritualidad.
Con el pretexto de prevenirse de la mistificación, siembran duros obstáculos en el terreno moral donde trabajan con el arado de la observación, y por eso muchas veces, inutilizan sus propias herramientas antes de haber obtenido algún resultado.

Transforman a los compañeros en cobayos, exigen a los demás cualidades que ellos mismos no poseen, tratan con deliberado desprecio al pequeño embrión de la realidad y terminan generalmente en la negativa, incapaces de penetrar al templo del espíritu.

Es interesante reconocer que el fruto es siempre la victoria del esfuerzo de un equipo.
Sin el árbol que lo mantiene, sin la tierra que sustente al árbol, sin las aguas que rieguen el suelo y sin las lluvias que regeneren el manantial, jamás podría ese árbol aparecer.

Sin vías no corre la locomotora.
El avión no prestaría servicio al hombre sin campo donde aterrizar.
Las revelaciones del Cielo requieren base para asentarse en la Tierra.
Por lo general, quien procura información de la vida invisible forma parte de un grupo de personas con las que se consagra a tal cometido. Casi siempre, sin embargo, espera en forma sistemática la colaboración ajena, sin ofrecer de sí mismo más que reiterados reclamos.

La naturaleza, no obstante, evidencia la necesidad de colaboración en sus más humildes actividades.

Una simple torta requiere ingredientes saludables para materializarse con provecho. Si una diminuta porción de veneno aparece ligada a la harina, el conjunto intoxica en lugar de nutrir.

Quien desee inundarse de claridad espiritual traiga consigo el combustible apropiado.
No ganamos confianza si usamos sarcasmo, ni compramos simpatía distribuyendo agresiones indiscriminadamente.

El gran río es la suma de pequeños afluentes.
La ciudad no se yergue de improviso.
Todas las realizaciones demandan comenzar con seguridad.
Un error casi imperceptible de cálculo puede comprometer la estabilidad de un edificio.
La experimentación psíquica no puede avanzar con firmeza, sin los cimientos morales de la conciencia ennoblecida.

Cada espíritu humano - microcosmos del Universo - irradia y absorbe. Emitir la liviandad y la codicia, la envidia y el egoísmo, la vanidad y la ferocidad, a través de una actitud poco digna o de la crítica destructora, es acumular tinieblas en torno de nuestros propios ojos.

Nadie podrá hacer luz en medio de la noche si destruye la lámpara, a pesar de que el centro de energía continúe existiendo.

Nadie recogerá agua pura en un pozo terrestre, si atrae a la superficie el lodo que descansa en el fondo.

No se obtiene la verdad en la vida tan fácilmente como se enjaula a un ave del bosque.
La verdad es luz, y solamente el corazón alimentado con amor y el cerebro enriquecido con sabiduría puede reflejar su grandeza.
Pintura de: Gladys Roldan-de-Moras, tomada de la web Gladys Roldan-de-Moras Fine Art

Por el espíritu: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".


domingo, 26 de diciembre de 2010

Razón de vivir


Por Paulo Coelho

El Alquimista 

Sin perder la fe

“Los dos se arrodillaron y rezaron. Uno era musulmán; el otro era católico. Cada uno le rezó a su Dios, que siempre ha sido el mismo Él, aunque las personas hayan insistido en ponerle nombres diferentes”.


Nada más llegar a Marrakech, el misionero decidió que pasearía todas las mañanas por el desierto que comenzaba al borde de la ciudad. En su primera caminata, se fijó en un hombre que estaba tumbado en la arena, con una mano acariciando el suelo, y con la oreja en la tierra.


“Está loco”, dijo. Pero la escena se repetía a diario y, al cabo de un mes, intrigado ante aquel extraño comportamiento, resolvió abordar finalmente al extraño. Con mucha dificultad, ya que aún no hablaba bien el árabe, se arrodilló a su lado y le preguntó:


-¿Qué haces?

-Le hago compañía al desierto, y lo consuelo de su soledad y de sus lágrimas.

-No sabía que pudiese llorar.

-Llora todos los días, pues sueña con serle un día útil al hombre transformándose en un inmenso jardín en el que puedan cultivarse cereales, flores y carneros. 


-Dile entonces al desierto que ya está cumpliendo bien su misión –comentó el misionero–, pues cada vez que paseo por aquí, comprendo la verdadera dimensión del ser humano al ver, frente a este gran espacio, lo pequeños que somos ante Dios.


–Cuando miro a sus arenas, imagino los millones de personas que hay en el mundo, que fueron engendradas iguales, pero que no siempre son tratadas con la misma justicia por el mundo.

Sus montañas me ayudan a meditar. Al ver el sol saliendo por el horizonte, mi alma se llena de alegría, y me aproximo al Creador.


El misionero dejó al hombre, y retornó a sus quehaceres diarios. Cuál no sería su sorpresa cuando, a la mañana siguiente, encontró al hombre en el mismo lugar, y en la misma posición.


-¿Le comentaste al desierto lo que te dije? –preguntó.

El hombre asintió con la cabeza.


-¿Y aún así él sigue llorando?

-Escucho cada uno de sus sollozos. Ahora llora porque pasaron miles de años creyendo que era un inútil, y desperdició su tiempo blasfemando contra Dios y su destino.


–En ese caso, cuéntale que el ser humano, a pesar de tener una vida mucho más corta, también pasa muchos de sus días pensando que es inútil. Raramente descubre la razón de su destino, y piensa que Dios fue injusto con él. Cuando llega el momento en que, por fin, algún acontecimiento le muestra por qué vino al mundo, le parece que es demasiado tarde para cambiar de vida, y continúa sufriendo. Y, al igual que el desierto, se culpa por todo el tiempo que perdió.


-No sé si el desierto escuchará –dijo el hombre–. Está acostumbrado al dolor, y no consigue ver las cosas de otra manera.

-Entonces vamos a hacer lo que siempre hago cuando siento que las personas han perdido la esperanza: vamos a rezar.


Los dos se arrodillaron y rezaron. Uno se volvió en dirección a la Meca porque era musulmán; el otro juntó las manos en posición orante, pues era católico. Cada uno le rezó a su Dios, que siempre ha sido el mismo Él, aunque las personas hayan insistido en ponerle nombres diferentes.


Al día siguiente, cuando el misionero emprendió su caminata matinal, el hombre ya no se encontraba donde siempre. En el lugar donde solía abrazar a la arena, el suelo parecía mojado, pues allí había surgido una pequeña fuente. Durante los meses siguientes, esta fuente creció, y los habitantes construyeron un pozo allí. Los beduinos lo llaman el Pozo de las Lágrimas del Desierto. Dicen que todo aquel que beba de su agua, logrará transformar el motivo de su sufrimiento en la razón de su alegría; y acabará encontrando su verdadero destino.


Dibujo deChris Greenwood 

Texto retirado de: La Revista
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