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martes, 29 de marzo de 2011

APRENDER Y RECTIFICAR

No hay experiencia sin precio.


Todo en la vida corresponde a cierto resultado.


Por eso mismo, conocemos en el mundo el verbo aprender y el verbo rectificar.


La escogencia determina el trabajo.

El trabajo mide las cualidades del espíritu.

Un hombre demandará un diploma universitario que le confiera derecho al ejercicio en esa o en aquella profesión liberal.

Con semejante designio, sin embargo, no alcanza la meta a costa de expectación y votos ardientes.

El programa a realizarse requiere estudio, con largos gastos de actividad y atención.

Años al hilo son gastados naturalmente en disciplina, hasta que el láureo le consagre la tarea.

Es eso aprender verdaderamente.

Pero, si el profesional abusa del título conquistado para herir a los demás, es justo que asuma compromisos ante la vida que solamente en la labor de la expiación conseguirá redimir.

Tenemos aquí el reajuste en acción, obligando a la criatura a una genuina rectificación.

Delante del sufrimiento, es imperioso olvidar la antigua noción del crimen y castigo, porque la evolución no aparece en el canal de la gratuitidad.

Rehacimiento es reequilibrio.

Toda educación pide renuncia y todo perfeccionamiento ruega servicio.

La paz verdadera nunca fue premio a la ociosidad.

Todas las grandes realizaciones claman por grandes luchas.

En razón de eso, si es cierto que resarciremos con más trabajo los beneficios de la vida de los que estemos abusando, es necesario que sepamos escoger, con determinación y firmeza, el camino del esfuerzo máximo en la exaltación del bien, a fin de que seamos considerados, ante la Ley, en la condición de operarios fieles al salario de la Eterna Luz.

Tomada del blog Dynamic 
Por el espírituEmmanuel
Texto tomado del: Libro "
NACER Y RENACER
".

domingo, 27 de marzo de 2011

La leyenda personal


Por Paulo Coelho 

El Alquimista

Semillas de El Alquimista

Un sistema de doce pasos prácticos y sencillos que ayudarán a las personas a reencontrar el don de cada uno.

Cuando Joseph Campbell, el más conocido estudioso de mitología de nuestro tiempo, creó la expresión “sigue tu don divino”, estaba plantando la semilla de una idea cuyo momento parece haber llegado. En El Alquimista aparece con el nombre de Leyenda Personal.

Alan Cohen, un terapeuta que vive en Hawái, también trabaja en este asunto. Él estableció un sistema de doce pasos para ayudar a reencontrar el don de cada uno:

Dígase la verdad a sí mismo En una hoja de papel escriba a la izquierda todo lo que le encantaría hacer. A la derecha escriba otra columna con todo lo que está haciendo sin entusiasmo. Escriba como si nadie fuese a leer lo que va anotando; no censure ni juzgue sus respuestas.

Empiece despacio, pero empiece Llame a la agencia de viajes, busque algo que encaje en su presupuesto; vea la película que siempre deja para otro día; compre el libro que quería. Sea generoso consigo mismo. Estos pequeños pasos lo harán sentirse más vivo.

Vaya parando despacio, pero pare Hay cosas que le roban por completo la energía. ¿Tiene que ayudar a quien no quiere ser ayudado? ¿Su jefe tiene el derecho de exigirle que, fuera de los horarios de trabajo, vaya a las mismas fiestas a las que él va? Al dejar de hacer lo que no le interesa, usted va a darse cuenta de que estaba exigiéndose más de lo que los demás de hecho le pedían.

Descubra sus pequeños talentos ¿Qué dicen sus amigos que usted sabe hacer bien? ¿Qué es lo que usted hace con ganas, aunque el resultado no termine de ser perfecto? Estos pequeños talentos son mensajes escondidos de sus grandes talentos ocultos.

Comience a escoger Si algo le proporciona placer, no lo dude. Si no lo tiene claro del todo, cierre los ojos, imagine que tomó la decisión A y visualice todas las consecuencias que conllevaría. Haga lo mismo con la decisión B. La decisión que le haga sentirse más conectado con la vida será la correcta, aunque puede que no sea la más fácil.

No fundamente sus decisiones en posibles beneficios económicos Estos llegarán si realmente realiza algo con entusiasmo. 

Siga su intuición El trabajo más interesante es aquel en el que puede permitirse ser creativo. Einstein decía: “Yo no llegué a mi comprensión del Universo usando solamente las matemáticas”. Descartes desarrolló su método a partir de un sueño que tuvo.

No tema cambiar de idea Si usted abandonó determinado camino y este paso aún le incomoda, revise sus decisiones. No luche contra lo que le resulta placentero.

Sepa descansar Un día por semana sin pensar en el trabajo termina permitiendo que el subconsciente lo ayude, y muchos problemas (no todos) se solucionan sin ayuda de la razón.

Deje que las cosas muestren el camino más alegre Si usted está luchando demasiado por algo, y no obtiene resultados, sea más flexible y entréguese a los caminos que la vida le apunta. Eso no significa renunciar a la lucha, ser perezoso o dejar las cosas en las manos de los demás, significa que el trabajo con amor nos da fuerzas, nunca desesperación. 

Lea los símbolos Se trata de un lenguaje individual, vinculado a la intuición, que aparece en los momentos adecuados. Aunque los símbolos le indiquen una dirección opuesta a la que usted había planeado, sígalos. 

¡Arriésguese! Los hombres que cambiaron el mundo dieron inicio a sus caminos partiendo de un acto de fe. Crea en la fuerza de sus sueños; Dios es justo, y jamás pondría en su corazón un deseo imposible de realizar.
Texto retirado de: La Revista

miércoles, 23 de marzo de 2011

JUICIO MENOR

No olvides que, antes del Juicio Mayor, que flagela el cuerpo de las civilizaciones, alterando, muchas veces, a golpes de sangre y lágrimas, el destino de las naciones y de los pueblos, usufructuamos todos, por la Misericordia Divina, el privilegio del Juicio Menor, a cuyas decisiones nos exponemos todos los días.

Nos referimos al renacimiento en la vida física, con la prerrogativa de recapitular y aprender de nuevo.

Ahí dentro, en los círculos de la reencarnación, nos encontramos, de nuevo, al frente de la lección, en el reajuste de nuestros propios errores.

Nuestra cuna, en el Plano Físico, por eso mismo, en la mayoría de las circunstancias surge en el campo de nuestros adversarios, para que vayamos a reencontrar en los hilos consanguíneos a nuestros acreedores del pretérito para la cancelación de las deudas que nos ensombrecen la conciencia.

En esa fase de trabajo, la Tierra, con el cuerpo que nos detiene, toma la manera de tribunal, en cuyas celdas somos provisionalmente detenidos para crear atenuantes a nuestras culpas, cuando no podamos extinguirlas del todo, al precio de abnegación y sacrificio.

Nuestros adversarios asumen las funciones de promotor que nos reprueba y nuestros benefactores se elevan a la condición de nuestros abogados, encaminándonos al rescate y a la recuperación clara y justa.

El servicio incesante en el bien, no obstante, es la única fuerza capaz de modificar el ánimo de nuestros acusadores y de fortalecer las disposiciones de aquellos que nos defienden.

He porque, en el Juicio Menor a que nos sometemos, cuando en la posición de encarnados, conviene recordar la preciosidad del tiempo, como factor de socorro a nuestras propias necesidades, movilizándolo integralmente, en la plantación del amor y de la luz, para que nuestras obras hablen por nosotros, ante la Justicia Divina, retirándonos, en fin, las cadenas que traemos del pasado para la liberación de mañana.
Pintura de: Aaron Negel
Tomada del blog Recogedor 
Por el espíritu: Emmanuel


Texto tomado del: Libro "
NACER Y RENACER
".

domingo, 20 de marzo de 2011

La brasa y el ratón


Por Paulo Coelho 

El Alquimista

Los demás también

“El hombre lejos de sus semejantes, por muy inteligente que sea, no conseguirá conservar su calor y su llama”.

Juan iba siempre a los servicios dominicales de su parroquia. Pero como empezó a parecerle que el pastor decía siempre lo mismo, dejó de frecuentar la iglesia. Dos meses más tarde, en una fría noche de invierno, el pastor fue a visitarlo.

“Debe de haber venido para intentar convencerme de que vuelva”, se dijo Juan. Se le ocurrió que no podía aducir el verdadero motivo: lo repetitivos que eran los sermones. Tenía que encontrar una disculpa, y mientras pensaba, colocó dos sillas y se puso a hablar del tiempo. 

El pastor no decía nada. Juan, tras intentar en vano mantener la conversación un rato, se calló también. Los dos se quedaron en silencio, contemplando el fuego.

En ese momento se levantó el pastor, y con ayuda de una rama que aún no había llegado a arder, apartó una brasa y la colocó lejos del fuego. Esta, al no tener suficiente calor para seguir ardiendo, empezó a apagarse. Juan, con gran rapidez, la tiró de nuevo al centro del hogar. 
-Buenas noches –dijo el pastor, levantándose para marcharse.

-Buenas noches y muchas gracias –respondió Juan-. La brasa lejos del fuego, por muy brillante que sea, acaba apagándose rápidamente. “El hombre lejos de sus semejantes, por muy inteligente que sea, no conseguirá conservar su calor y su llama. El domingo que viene volveré a la iglesia”.

La ratonera
Con gran preocupación vio el ratón que el dueño de la hacienda había comprado una ratonera: ¡había decidido matarlo! Comenzó a alertar a todos los otros animales:

-¡Cuidado con la ratonera! ¡Cuidado con la ratonera! La gallina, al oír los gritos, le dijo que se calle:
-Mi querido ratón, sé que para ti eso es un problema, pero a mí no me puede afectar en absoluto. Así que no armes tanto escándalo.
El ratón fue a hablar con el cerdo, que, al ver su sueño interrumpido, se sintió molesto.

-¡Hay una ratonera en la casa!

-Entiendo tu preocupación, y me solidarizo contigo –respondió el cerdo–. Prometo que te tendré presente en mis oraciones esta noche; más no puedo hacer por ti.

Más solitario que nunca, el ratón fue a pedir ayuda a la vaca.

-Mi querido ratón, ¿qué tengo que ver con eso? ¿Has visto que una vaca muera en una ratonera?

Al ver que no conseguía la solidaridad de nadie, el ratón volvió a su casa de la hacienda, se escondió en su agujero, y se pasó la noche entera en vela, con miedo de que le sucediese una tragedia.

Durante la madrugada, se oyó un barullo: ¡la ratonera acababa de atrapar algo! La mujer del hacendado bajó a ver si había muerto el ratón. Como estaba oscuro, no vio que lo que había caído en la trampa era una serpiente venenosa. Cuando se acercó, esta la mordió.

El hacendado, al oír los gritos de la mujer, se levantó y la llevó inmediatamente al hospital. Allí recibió tratamiento, y después volvió a casa. Sin embargo, seguía con fiebre. Como sabía que no hay mejor remedio que un buen caldo, el hacendado mató a la gallina.

La mujer empezó a recuperarse, y como los dos eran muy queridos en la región, los vecinos acudieron a visitarlos. Ante tal demostración de cariño, el hacendado, agradecido, mató al cerdo para poder  ofrecer una comida a sus amigos.

Finalmente, la mujer se recuperó, pero los costes del tratamiento habían sido muy altos. El hacendado tuvo que llevar su vaca al matadero para pagar, con el dinero recaudado con la venta de la carne, todos los gastos.

El ratón, testigo de todo aquello, no dejaba de pensar: “Y bien que se los advertí. ¿No habría sido mejor si la gallina, el cerdo y la vaca hubiesen comprendido que el problema de uno de nosotros nos pone a todos en peligro?”
Texto retirado de: La Revista

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