Ante los que partieron precediéndote en el gran cambio, no permitas que la desesperación te ensombrezca el corazón. Ellos no murieron. Ellos están vivos. Comparten contigo las aflicciones cuando sufres sin consuelo. Se inquietan con tu rendición ante los desafíos de la angustia cuando te apartas de la confianza en Dios.
Ellos saben igualmente cuanto dolió la separación. Conocen el llanto de la despedida y recuerdan tus manos trémulas en el adiós, conservando en la acústica del espíritu las palabras que pronunciaste cuando ya no conseguían responder las interpelaciones que articulaste en el auge de la amargura.
No admitas que ellos sean indiferentes en tu camino o en tu dolor. Ellos perciben cuanto te cuesta la readaptación al mundo y a la existencia terrestre sin ellos y casi siempre se transforman en cirineos de ternura incesante, amparándote el trabajo de renovación o enjugándote las lágrimas cuando palpas la loza o les enfrentas la memoria preguntándote por qué...
Piensa en ellos con la nostalgia convertida en oración. Tus oraciones de amor representan acordes de esperanza y devoción, despertándoles hacia visiones más altas de la Vida. En cuanto pudieres, realiza por ellos las tareas que estimarían proseguir y tenlos contigo como infatigables celadores de tus días.
Si muchos de ellos son tu refugio e inspiración en las actividades a que te dedicas en el mundo, para muchos de ellos eres el apoyo y el incentivo para la elevación que se les hace necesaria. Cuando te dispongas a buscar a los seres queridos domiciliados en el Más Allá, no te detengas en la tierra que les guarda las últimas reliquias de la experiencia en el plano material. Contempla los cielos en que innumerables mundos nos hablan de la unión sin adiós y oirás la voz de ellos en tu propio corazón diciéndote que no caminaron en la dirección de la noche, más sí al encuentro del Nuevo Despertar.
In memoriam de mi amigo Freddy Yépez.
Dictado por el espíritu: Emmanuel
Médium Francisco Cândido Xavier