Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
“Por culpa de esta ley el mundo ha sido manipulado de todas las maneras posibles por gente que no teme el comentario ajeno y que hace tanto mal como quiere”.
¿Qué piensa de la princesa Marta Luisa? Un periodista noruego me entrevistó en Ginebra. Normalmente no respondo a preguntas ajenas a mi trabajo, pero en este caso la curiosidad del periodista tenía un motivo: la princesa había hecho bordar, en el vestido que lució en su 30º cumpleaños, el nombre de algunas personas importantes en su vida, entre los cuales estaba el mío.
-Me parece una persona sensible, delicada, inteligente –respondí–. Tuve ocasión de conocerla en Oslo, cuando me presentó, hace años, a su marido, que es escritor. No quería decir más, pero no pude contenerme:
-Y hay una cosa que de verdad no entiendo: ¿por qué la prensa noruega pasó a atacar el trabajo literario de su marido después de su boda con la princesa? Antes las críticas eran positivas.
No era propiamente una pregunta, sino una provocación, puesto que yo imaginaba la respuesta: la crítica cambió porque la gente tiene envidia, el más amargo de los sentimientos.
El periodista, sin embargo, fue más sofisticado que eso: -Porque había violado la ley de Jante.
Jamás había oído hablar de semejante ley, y el periodista tuvo que explicarme. Me di cuenta de que en cualquier país de Escandinavia es difícil encontrar a alguien que no la conozca. Una que, aunque existe desde inicios de la civilización, no fue enunciada oficialmente hasta 1933, en la novela Un refugiado sobrepasa sus límites, de Aksel Sandemose.
La triste constatación es que la Ley de Jante no se limita a Escandinavia: es una regla que se aplica en todos los países del mundo, por mucho que digan los brasileños que “esto solo pasa aquí”, o los franceses que “desgraciadamente, en nuestro país es así”. Como el lector ya estará irritado porque lleva más de media columna sin saber qué es esta Ley de Jante, intentaré resumirla:
“No vales nada, a nadie le interesa lo que piensas, la mediocridad y el anonimato son la mejor elección. Actúa de acuerdo con estos principios y no tendrás grandes problemas en tu vida”.
La Ley de Jante explica, en su contexto, los celos y la envidia que tanto dolor de cabeza le dan a personas como Ari Behn, el marido de la princesa. Este es uno de sus aspectos más negativos, pero existe algo más peligroso.
Por culpa de esta ley el mundo ha sido manipulado de todas las maneras posibles, por gente que no teme el comentario ajeno, y que hace tanto mal como quiere. Asistimos a una guerra inútil en Iraq, y siguen otras; vemos un abismo entre los países ricos y los pobres, injusticia social, violencia descontrolada, personas obligadas a renunciar a sus sueños por culpa de ataques injustos y cobardes. Antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial, Hitler dio señales de sus intenciones, y lo que le hizo seguir fue saber que, gracias a la Ley de Jante, nadie lo desafiaba.
La mediocridad puede ser cómoda, hasta que un día la tragedia llama a la puerta. Es entonces cuando la gente se pregunta: “¿por qué nadie dijo nada, cuando todo el mundo veía lo que iba a ocurrir?”. Muy sencillo: nadie dijo nada porque tampoco la gente dijo nada. Por lo tanto, para evitar que las cosas se pongan cada vez peor, es el momento de escribir la antiley de Jante:
“Vales mucho más de lo que piensas. Aunque no lo creas, tu trabajo y tu presencia en este mundo son importantes. Claro que, si piensas de esta manera, puede que tengas muchos problemas por transgredir la Ley de Jante. Pero no te dejes intimidar, sigue viviendo sin miedo, y al final vencerás”.
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista