28- SINTONÍA
Las bases de todos los servicios de intercambio entre los habitantes del mundo espiritual y los encarnados descansan en la mente, no obstante las posibilidades de producir fenómenos naturales en el campo de la materia densa, llevados a efecto por entidades poco evolucionadas o por las extremadamente consagradas a la caridad y el sacrificio.
De cualquier modo, sin embargo: es en el mundo mental que se procesa la génesis de todos los trabajos de comunión de espíritu a espíritu.
De ahí proviene la necesidad de renovación idealista, de estudio, de bondad operante y de fe activa, si pretendemos mantener el contacto con los Espíritus de Gran Luz.
Supongamos que nuestra mente es una piedra que empieza a ser tallada. Igual que la mente del animal puede permanecer durante muchos siglos en la ociosidad o en la sombra, bajo el caparazón difícilmente permeable de hábitos nocivos o de impulsos degradantes; pero si la exponemos al sol de la experiencia, aceptando los obstáculos, las lecciones, los tormentos y las dificultades del camino como benditos golpes asestados por el buril de la vida, y nos esforzamos por perfeccionar el conocimiento y mejorar el sentimiento, así como la piedra tallada refleja la luz, nos capacitaremos indudablemente para recibir la influencia de los grandes genios de la sabiduría y del amor, gloriosos exponentes de la inmortalidad victoriosa. Así también nos convertiremos en valiosos instrumentos de la obra asistencial del Cielo, en favor del resurgimiento de nuestros hermanos menos favorecidos y para nuestra propia elevación, hacia regiones mas altas.
Afín de que alcancemos tan sublime objetivo, es indispensable que tracemos para nuestra organización mental un derrotero en el Infinito Bien, y que lo sigamos sin retroceder.
Es necesario que comprendamos - repetimos -, que nuestros pensamientos son fuerzas, imágenes, objetos, creaciones visibles y tangibles en el campo espiritual.
Atraemos compañeras y recursos de conformidad con la naturaleza de nuestras ideas, aspiraciones, invocaciones y llamados.
Por ser energía viva, el pensamiento mueve en torno de nosotros fuerzas sutiles, construye paisajes o formas y crea centros magnéticos u ondas con las cuales emitimos nuestra actuación o recibimos la actuación de los otros.
Nuestro éxito o fracaso dependen de la persistencia o de la fe con que nos consagramos mentalmente a los objetivos que nos proponemos alcanzar.
Semejante ley de reciprocidad impera en todos los acontecimientos de la vida.
Habremos de comunicarnos con las entidades o núcleos de pensamientos con los cuales nos pongamos en sintonía.
En los más simples cuadros de la naturaleza vemos que se manifiesta el principio de correspondencia.
Un fruto podrido genera en el suelo un foco infeccioso que tiende a expandirse, en tanto aporta elementos corruptores.
Expongamos una pequeña lámina de cristal, limpia y bien cuidada, a la luz del día y reflejará infinitos destellos del sol.
Las golondrinas van tras la belleza de la primavera.
Las lechuzas acompañan las sombras nocturnas.
El matorral agreste alberga serpientes.
La tierra cultivada produce el buen grano.
En la mediumnidad esas son las leyes que se manifiestan vigentes.
Las mentes enfermizas o perturbadas asimilan las corrientes desordenadas del
desequilibrio, mientras que la buena voluntad y la buena intención acumulan los valores del bien.
Nadie está solo.
Cada criatura recibe de acuerdo con lo que da.
Cada alma vive en el clima espiritual que ha elegido, en la búsqueda del tipo de experiencia en la que sitúa la propia felicidad.
Por consiguiente, estemos convencidos de que nuestros compañeros en la Tierra, o en el Más Allá, son los que escogemos con nuestros requerimientos íntimos, asimismo porque según la antigua lección evangélica, "tendremos nuestro tesoro donde pongamos el corazón".
Pintura de: Paul Jaarsma, tomada del blog Recogedor