Por Paulo Coelho
El Alquimista
“Cuando ves lo que has dejado atrás, tienes la impresión de que has seguido una trama ya escrita. Sin embargo, en el momento de la acción parece que estás perdido en medio de una tempestad...”.
Desde que leí El poder del mito, que es en realidad una larga entrevista realizada por el periodista Bill Moyers, empecé a comprar y a devorar todos los libros escritos por Joseph Campbell (1904-1987). Recuerdo haberme quedado muy impresionado con una de sus respuestas:
-¿A usted siempre le pareció que... estaba siendo guiado por manos que no conseguía ver? –pregunta Moyers.
-Siempre –responde Campbell–. Cuando persigues tu sueño te pones en un camino que fue hecho a tu medida para que puedas desarrollar lo que siempre deseaste hacer. A partir de ahí, empiezas a encontrarte con personas que forman parte de este sueño, y las puertas se abren.
Aunque estaba fascinado por el autor, sabía muy poco de su vida, hasta que la periodista Ruth de Aquino me ofreció un interesante material sobre él, parte del cual reproduzco a continuación:
«Cuando estudias en una facultad, no haces lo que deseas, sino que procuras aprender lo estrictamente necesario para conseguir el diploma. Y esta no es siempre la mejor opción.
»En mi caso, conseguí una beca y fui a estudiar a la Universidad de París. Al llegar a Europa, descubrí a James Joyce, a Picasso, a Mondrian –toda aquella gente del arte moderno. Después fui a Alemania, empecé a estudiar sánscrito y me aproximé al hinduismo. Inmediatamente después vino Jung; todo se estaba abriendo, por todas partes.
»Regresé a la universidad y dije: “Oigan, no me quiero pasar la vida intentando aprender apenas lo que ustedes me quieren enseñar”.
»Había realizado todas las asignaturas necesarias para obtener el título; solo me faltaba redactar la maldita tesis. Si no lo hiciera, no me dejarían continuar con mis estudios, de manera que llegó la hora de decir: váyanse al infierno.
»Me mudé al campo y estuve cinco años leyendo. Nunca conseguí mi título de doctor. Aprendí a vivir con lo mínimo posible, lo cual me daba libertad, y fue una época maravillosa.
»Hace falta valor para hacer lo que deseamos, ya que el resto de las personas tienen siempre un montón de planes para nosotros. Consciente de esto, decidí perseguir mi sueño: no sé cómo conseguí superar esos cinco años, pero estaba convencido de que aún podría sobrevivir otros cinco, si fuese necesario.
»Recuerdo una ocasión en la que tenía un billete de un dólar en el cajón de la cómoda, y yo sabía que mientras el billete estuviese allí, yo seguiría contando con recursos. Fue estupendo. Mis únicas responsabilidades eran mi propia vida y mis opciones.
»En realidad, hubo momentos en los que pensé: “Caramba, me gustaría que alguien me dijera lo que hay que hacer”. Ser libre implica escoger tu propio camino, y cada paso puede alterar nuestro destino –lo que a veces nos da mucho miedo. Pero hoy, mirando hacia atrás, veo que mis días fueron perfectos: aquello que me hacía falta apareció justamente cuando era necesario. En esa época, todo lo que necesitaba era leer durante cinco años. Lo conseguí, y eso es fundamental para mí.
»Como dice Schopenhauer, cuando ves lo que has dejado atrás, tienes la impresión de que has seguido una trama ya escrita. Sin embargo, en el momento de la acción parece que estás perdido en medio de una tempestad: una sorpresa detrás de otra, y muchas veces sin tiempo para respirar, viéndote obligado a tomar decisiones todo el tiempo. Solo más adelante llegarás a entender que cada sorpresa y cada decisión tenían su sentido».
Texto retirado de: La Revista
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