Dios nos garantiza la vida.
Nos cabe a nosotros perfeccionarla y engrandecerla.
Dios nos provee de inteligencia.
Respondemos por la formación de la cultura.
Dios nos ilumina con razón.
El discernimiento ocurre por nuestra cuenta.
Dios nos alimenta a través del amor.
Obtendremos siempre del amor lo que hiciéremos con él.
Dios suscita las circunstancias.
De nosotros depende la elección de la acción para utilizarlas.
Dios crea la posibilidad.
El trabajo es obra nuestra.
Dios nos concede el don de hablar.
La palabra nos expresa respeto.
Dios esparce recursos.
Somos llamados a valorizarlos y desenvolverlos.
Dios sugiere el bien.
Está en nosotros el sentido de concordancia.
Dios crea la semilla.
Tenemos el privilegio de la plantación en el cultivo del suelo.
Dios nos envía lo mejor de lo que somos capaces de recibir.
La aceptación o la rebeldía vierte de nosotros con los resultados atribuibles a cada una.
Dios establece el pensamiento libre.
Detenemos el poder de manejarlo en la pauta de los principios de causa y efecto.
En todos los lugares encontraremos a la criatura asociada al Creador en las ocurrencias de la Creación.
La Divina Providencia y la cooperación humana surgen siempre juntas en todas las realizaciones de la vida, eso porque de Dios viene la dádiva y del Hombre dimana la aplicación. Y ya que la Justicia Perfecta nos acompaña y observa en todos los pasos de la jornada evolutiva, la ley de la responsabilidad funciona en todos los climas, determinando los méritos o necesidades de toda persona en particular y reduciendo todas las teorías de recompensa y punición al sabio precepto evangélico: “A cada uno según sus obras”.
Nos cabe a nosotros perfeccionarla y engrandecerla.
Dios nos provee de inteligencia.
Respondemos por la formación de la cultura.
Dios nos ilumina con razón.
El discernimiento ocurre por nuestra cuenta.
Dios nos alimenta a través del amor.
Obtendremos siempre del amor lo que hiciéremos con él.
Dios suscita las circunstancias.
De nosotros depende la elección de la acción para utilizarlas.
Dios crea la posibilidad.
El trabajo es obra nuestra.
Dios nos concede el don de hablar.
La palabra nos expresa respeto.
Dios esparce recursos.
Somos llamados a valorizarlos y desenvolverlos.
Dios sugiere el bien.
Está en nosotros el sentido de concordancia.
Dios crea la semilla.
Tenemos el privilegio de la plantación en el cultivo del suelo.
Dios nos envía lo mejor de lo que somos capaces de recibir.
La aceptación o la rebeldía vierte de nosotros con los resultados atribuibles a cada una.
Dios establece el pensamiento libre.
Detenemos el poder de manejarlo en la pauta de los principios de causa y efecto.
En todos los lugares encontraremos a la criatura asociada al Creador en las ocurrencias de la Creación.
La Divina Providencia y la cooperación humana surgen siempre juntas en todas las realizaciones de la vida, eso porque de Dios viene la dádiva y del Hombre dimana la aplicación. Y ya que la Justicia Perfecta nos acompaña y observa en todos los pasos de la jornada evolutiva, la ley de la responsabilidad funciona en todos los climas, determinando los méritos o necesidades de toda persona en particular y reduciendo todas las teorías de recompensa y punición al sabio precepto evangélico: “A cada uno según sus obras”.
Dictado por el espíritu Emmanuel
Pintura de: Odile Van Der Stap
Tomada del blog Recogedor
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