Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
“Con las cosas importantes de la vida no se puede ser tolerante. El señor me está castigando por algo que no he hecho. ¿De qué me serviría castigarte después de haber perdido tu alma?”.
Nasrudin, el maestro que se hacía pasar por loco, el sabio que fingía ser tonto, el personaje central de gran parte de las enseñanzas sufíes, es de nuevo tema de esta columna.
Es mejor prevenir
El mullah Nasrudin llamó a su alumno preferido:
Ve a sacar agua del pozo.
El chico se preparó para hacer lo que le había sido ordenado. Antes de partir, sin embargo, recibió un coscorrón.
¡Y no andes con jugadores ni con personas vanidosas, o acabarás ofendiendo a Dios!
¡Todavía no he salido de casa y ya me he llevado un coscorrón! El señor me está castigando por algo que no he hecho.
Con las cosas importantes de la vida no se puede ser tolerante, dijo Nasrudin. ¿De qué me serviría castigarte después de haber perdido tu alma?
La tarea más difícil
Uno de los niños que estudiaban con Nasrudin tenía una inquietud:
¿Quién es el hombre más grande? ¿Aquel que ha conquistado un imperio? ¿Aquel que pudo hacerlo y renunció a su deseo? ¿O aquel que impidió que otro lo hiciera?
No tengo ni la menor idea, respondió el sabio sufí. Pero sí conozco una tarea mucho más difícil que las que acabas de citar.
¿Y cuál es?
Impedir que os pongáis a analizar lo que otros han hecho, e intentar que aprendáis a preocuparos de lo que vosotros mismos podéis hacer.
Cuándo dar y cuándo recibir
Nasrudin paseaba por el mercado cuando un hombre se le acercó.
Sé que eres un gran maestro sufí, dijo. Esta mañana mi hijo me ha pedido dinero para comprar una vaca. ¿Debo ayudarle?
Esta no es una situación de emergencia, así que aguarda una semana antes de ayudar a tu hijo.
Pero ahora estoy en condiciones de ayudarle. ¿Qué diferencia hay entre ayudarle ahora y dentro de una semana?
Una diferencia muy grande, respondió Nasrudin. La experiencia me ha demostrado que la gente solo aprecia las cosas cuando se les hace dudar de si conseguirán o no lo que desean.
El pez que salvó una vida
Nasrudin pasó delante de una gruta, vio un yogui meditando, y le preguntó qué quería alcanzar con su búsqueda espiritual.
Contemplo los animales, y he aprendido de ellos muchas lecciones que pueden cambiar la vida de un hombre.
Pues a mí en una ocasión un pez me salvó la vida.
El yogui se quedó asombrado: ¡solo a un santo podría salvarle un pez la vida! Le preguntó cómo había sucedido tal milagro, pero Nasrudin quería aprender antes todo lo que el yogui sabía.
El yogui, convencido de que se encontraba delante de un gran sabio, le enseñó lo que había aprendido a lo largo de aquellos años. Cuando hubo acabado, le rogó:
Ahora que el señor conoce todo lo que la vida me enseñó, me gustaría que me contase cómo le salvó la vida el pez.
Es muy sencillo, respondió Nasrudin. Estaba muriéndome de hambre cuando lo pesqué, y gracias a él pude sobrevivir tres días más.
Texto retirado de: La Revista
Texto retirado de: La Revista
No hay comentarios:
Publicar un comentario