Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
“El problema de la mujer latina es que termina convirtiéndose en la madre de su hombre. Amor de madre, este, que le perdona todas sus flaquezas que nos lleva a creer que siempre volverá a casa reconociendo que lo mejor que hay en su vida es estar al lado de la persona que lo cuida y lo mima”.
A continuación una misiva enviada al escritor Paulo Coelho a propósito de su novela Once minutos publicada en el 2003.
He leído todos sus libros, y este último me ha dejado bastante perpleja. Varias veces durante la lectura, me dieron ganas de ponerme a llorar, solo por el hecho de ser mujer. Porque no hace falta vivir la experiencia de una prostituta para sentir las emociones y confusiones que en su libro se exponen.
Sin embargo, permítame añadir algunas cosas sobre las mujeres que tal vez usted no sepa. Todas tenemos algo de María, el personaje central, y siempre nos prometemos no volver a amar jamás, para así no herir ni que nos hieran. Siempre acabamos rompiendo esta promesa, y siempre nos arrepentimos.
No somos completamente buenas, ni completamente malas.
El placer sexual no es precisamente nuestra mayor preocupación, y por eso durante tantas generaciones el hombre creyó, erróneamente, que las mujeres llegamos al orgasmo de la forma que él imagina. ¿Sabe qué nos da mayor placer que el sexo? La comida. Cuando amamos a un hombre, lo primero que queremos saber es si ya ha comido, si está bien alimentado, y si le ha gustado lo que le preparamos. Aunque me gane el odio de las feministas, ¡ver comer a nuestro hombre es algo divino! Y de eso usted no habla en su libro.
El problema de la mujer latina es que termina convirtiéndose en la madre de su hombre. Amor de madre, este, que le perdona todas sus flaquezas (pues sabemos que él es débil, aunque nos pasemos el día entero diciendo lo fuerte que es), que nos lleva a creer que siempre volverá a casa reconociendo que lo mejor que hay en su vida es estar al lado de la persona que lo cuida y lo mima. Pero el hombre, pese a que desea que lo quieran como a un niño, se comporta siempre como un salvaje: se deja llevar por sus impulsos, por la pasión del momento, y aunque no nos abandone físicamente, su alma se va y vuelve una y otra vez.
La mujer vive siempre con la esperanza de volver al pasado, de recordar cada momento que vivió. Y le asusta la certeza de que lo pasado ya pasó, y que ahora es otro momento, un momento breve que pasará muy deprisa. No hablo solo del reloj biológico, sino del hecho de no sentirse ya deseada, de ir por la calle y notar que nadie se vuelve a mirarla. Siente entonces pánico ante la idea de que nunca la vuelvan a tocar como cuando era joven, de que nunca vuelva a ver en los ojos de un hombre un pensamiento erótico o incluso, me atrevería a decir, pornográfico.
La mujer es romántica, pero deja siempre que el hombre le asesine los sentimientos, y puede por eso transformarse en una destructora implacable, pues ya no tiene nada que perder.
En su nuevo libro usted intenta hablar por voz de una mujer, y pienso que en varios momentos lo consigue. Pero se ofrece una visión idealizada del sexo femenino, no la visión real.
El personaje se parece más a lo que queremos ser que a lo que somos realmente. De cualquier forma, es muy importante ver a un hombre intentando pensar como mujer. Tal vez nunca lo consiga, pero eso no tiene importancia: el trayecto es muy interesante y puede estimular a otros a hacer lo mismo.
Maristela Ordóñez, Caracas
Estimada Maristela:
Ojalá los críticos literarios tuviesen una sensibilidad como la tuya. Un fuerte abrazo.
Paulo Coelho