Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
La necesidad de poseer determinada cosa –a veces algo pequeño e inútil– hace que nos convirtamos en sus prisioneros”.
Dos cuentos chinos
El sabio rey Weng quiso visitar la prisión de su palacio. Y empezó a escuchar las quejas de los presos.
–Soy inocente –dijo uno de ellos, acusado de homicidio–. Me trajeron aquí porque quise asustar a mi mujer, y sin querer la maté.
–Me acusaron de soborno –dijo otro–, pero todo lo que hice fue aceptar un regalo que me hicieron.
Todos los presos clamaron por su inocencia frente al rey Weng. Hasta que uno de ellos, un joven de poco más de veinte años, dijo: –Soy culpable. Herí a mi hermano en una pelea y merezco el castigo. Este lugar me hace reflexionar sobre el mal que causé.
–¡Expulsen a este criminal de la prisión inmediatamente! –gritó el rey Weng– ¡Con todos los inocentes que hay aquí, puede acabar corrompiéndolos!
Zhizang buscó a Confucio por toda China. El país vivía un momento de gran convulsión social, y temía que se produjera un grave derramamiento de sangre.
Encontró al maestro junto a una higuera, meditando.
–Maestro, necesitamos urgentemente su presencia en el gobierno –dijo Zhizang–. Estamos al borde del caos.
Confucio continuó meditando.
–Maestro, usted nos enseñó que no podemos eludir los problemas –insistió Zhizang–. Dijo que somos responsables de lo que ocurra en el mundo.
–Estoy rezando por el país –respondió Confucio–. Después iré a la esquina y ayudaré a un hombre. Haciendo lo que está a nuestro alcance, beneficiamos a todos.
Intentando apenas tener ideas para salvar el mundo, ni siquiera nos ayudamos a nosotros mismos. Existen mil maneras de hacer política: no es necesario formar parte del gobierno.
El hecho
He aquí el origen del refrán “el mono viejo no mete la mano en el bule”: En la India, los cazadores abren un pequeño agujero en un coco, colocan una banana dentro y lo entierran. El mono se aproxima, cava, agarra la banana, pero no consigue sacarla –porque su mano cerrada no pasa por la abertura. En lugar de soltar la fruta, el mono lucha contra lo imposible, hasta ser capturado.
Lo mismo ocurre en nuestras vidas. La necesidad de poseer determinada cosa –a veces algo pequeño e inútil– hace que nos convirtamos en sus prisioneros.
La reflexión
Del libro La Sabiduría de los maestros judíos:
El rabino Yannai solía decir: No hay ninguna manera de que nos expliquemos la prosperidad de los malvados o el sufrimiento de los justos. Todo lo que se nos pide, no obstante, es que busquemos –nosotros mismos– la justicia.
La realidad es más compleja de lo que nos gustaría.
Si insistimos en que todo tenga un sentido, acabaremos desesperados.
La realidad no puede envolverse en papeles multicolores, y ser después atada con la cinta dorada del moralismo.
La realidad es mayor que nuestra visión del Bien y del Mal, que lo correcto o incorrecto.
La realidad es lo que es, y no lo que imaginamos que debería ser.
Donde podamos luchar por la justicia, luchemos.
Cuando una Verdad que esté más allá de nuestra comprensión nos confunda, de todas maneras, no dejemos de intentar actuar de la mejor manera posible.
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