10- RELIGIÓN |
La ciencia multiplica las posibilidades de los sentidos y la filosofía aumenta los recursos del raciocinio, pero la religión es la fuerza que amplía las potencialidades del sentimiento.
Por eso mismo, en el corazón reside el centro de la vida. De él parten las corrientes imperceptibles de los deseos que se consubstancian en pensamiento en la dínamo cerebral, para materializarse luego en las palabras, en las resoluciones, en los actos y en las obras de cada día.
En la lucha común habrá quien menosprecie la actividad religiosa, por suponerla mero artificio del sacerdocio o la política, mientras que es en la prédica de la fe santificante donde habremos de encontrarlas reglas de conducta y perfección, que necesitamos para el desarrollo de nuestra vida mental en dirección a las conquistas divinas.
La Humanidad, al sintetizar el fruto de las civilizaciones, es una construcción religiosa.
Desde nuestros antepasados, invertebrados y vertebrados, hemos caminado durante millares de años de reencarnación en reencarnación, adquiriendo inteligencia por medio de la experimentación incesante; mas no es la razón el único fruto de nuestro aprendizaje en el decurso de los siglos, sino también el discernimiento, o luz espiritual, con la que poco a poco vamos perfeccionando la mente.
La religión es la fuerza que está edificando a la Humanidad. Es la fábrica invisible del carácter y el sentimiento.
Millones de criaturas encarnadas conservan todavía evidentes características de animalidad. Se valen de la forma humana como quien se aprovecha de una casa noble para asimilar valores educativos. Poseen corazón para registrar el bien, no obstante alimentan impulsos crueles. El instinto de la pantera, la ponzoña de la serpiente, la voracidad del lobo, aún imperan en el psiquismo de innumerables inteligencias.
Solamente la religión consigue limar las más recónditas aristas del ser. Al incidir en los centros profundos de elaboración del pensamiento, altera paulatinamente las características del alma y eleva su padrón vibratorio, a través de la creciente mejoría de sus relaciones con el mundo y con sus semejantes.
Nacida en la ruda cuna del temor, la fe inició su apostolado enseñando a las tribus primitivas que el Divino Poder tiene las riendas de la justicia suprema e infunde respeto a la vida y perfecciona el intercambio entre las almas. De ella proceden los manantiales de fraternidad realmente sentida y a pesar de que las formas inferiores de la religión incentivaran, en la antigüedad, la persecución y la muerte mediante sacrificios y flagelaciones deplorables, y pese a las luchas de escisión e incomprensión que en los días que corren dividen a los templos y los reclutan para la discordia en diferentes fronteras dogmáticas, aún es la religión la escuela soberana de la formación moral del pueblo, que dota al espíritu de poderes y conocimientos para que pueda realizar el viaje de la sublimación.
La ciencia construirá para el hombre el clima de confort y lo enriquecerá con los blasones de la cultura superior; la filosofía lo ayudará con valiosas interpretaciones de los fenómenos con los que la Eterna Sabiduría se manifiesta, pero solamente la fe, con sus estatutos de perfección íntima, consigue preparar a nuestro espíritu imperecedero para ascender a la gloria universal.
Por el espíritu: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".
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