14- EVANGELIO Y ALEGRÍA |
Comete gran injusticia quien afirma encontrar en el Evangelio la religión de la tristeza y la amargura.
Indudablemente, el clero muchas veces impregnó el horizonte cristiano de nubes sombrías con ciertas ceremonias del culto exterior, pero el Cristianismo es, en esencia, la revelación de la profunda alegría del Cielo en medio de las sombras de la Tierra.
La venida del Maestro es precedida por la visita de los ángeles.
María, jubilosa, conversa con un mensajero divino que la ilustra sobre la llegada del Embajador Celestial.
Nace Jesús en un humilde pesebre que se ilumina con el fulgor de inesperada estrella.
Los pastores son atraídos por un emisario espiritual, materializado repentinamente frente a ellos, que se declara portador de "noticias de enorme regocijo" para todo el pueblo. En ese mismo instante, voces cristalinas entonan cánticos en lo Alto, glorificando al Creador y ensalzando la paz y la buena voluntad entre los hombres.
Empiezan a reinar la alegría y la esperanza.
Más tarde, el Maestro inicia su apostolado en una fiesta de bodas, subrayando el alborozo de la familia.
El Señor comienza sus predicaciones al borde de un lago, en pleno santuario natural, como si dentro de un templo de piedra percibiera limitación y estrechez para propagar su palabra en el mundo. Flores y pájaros, luz y perfume constituyen el marco de sus enseñanzas.
Multitudes oyen su voz balsámica.
Enfermos y tullidos se embriagan de infinito consuelo.
Pobres y afligidos vislumbran nuevos horizontes para el futuro.
Mujeres y niños lo acompañan alegremente.
El Sermón de la Montaña es el himno de las bienaventuranzas que suprime aflicciones y desesperación.
Por donde pasa el Divino Amigo se instala contagiosa alegría.
En pleno campo se multiplica el pan destinado a los hambrientos.
El tratamiento dispensado por el Maestro a los sufrientes, que eran considerados inútiles o despreciables, crea nuevos patrones de esperanza en el mundo.
El apostolado de la Buena Nueva se desenvuelve en un clima de alegría perfecta.
Cada criatura que registra las notas consoladoras del Evangelio empieza a contemplar el mundo y la vida a través de un prisma diferente.
La Tierra se le aparece como bendita escuela de preparación espiritual, con
oportunidades santificantes para todos.
Cada enfermo que recupera la salud es vehículo de buen ánimo para toda la comunidad.
Cada sufriente que es confortado constituye edificación moral para la turba inmensa.
Magdalena, que se ennoblece en el amor, es la belleza que renace eterna y Lázaro, que se yergue del sepulcro, es la vida triunfante que resurge inmortal.
Y aun de las lágrimas de sangre de la cruz, el Señor hace que fluya el manantial de la vida victoriosa para el mundo entero, para que el sol de la resurrección brille sobre toda la Humanidad y sustente su crecimiento espiritual en dirección a los siglos sin fin.
Por el espíritu: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".
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