Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
“He sufrido muchas crisis en mi vida, y creo que he cometido todos los errores aquí descritos. Hasta que, tal vez en la peor de todas mis crisis, aparecieron los amigos. Desde entonces, lo primero que hago es, simplemente, pedir ayuda”.
El domingo pasado escribí aquí sobre lo que sucede cuando subestimamos las señales que los problemas nos envían. Utilicé, como hilo conductor, el libro El Síndrome de Aquiles, del periodista Mario Rosa.
Con textos adaptados concluiré esta cuestión, con la opinión de otros estudiosos (Helio Fred García de la Universidad de Nueva York; y Daí Williams, de Eos Career Services, y de la Universidad de Australia del Sur).
No hacer caso del problema María sabe que Juan, su marido, está a punto de ser despedido del trabajo, lo cual pondrá a la familia en serios aprietos. Sin embargo, como Juan no menciona el asunto, ella finge que no se da cuenta.
Negar el problema Juan, por su parte, piensa que gracias a los contactos que ha hecho a lo largo de su vida, conseguirá una nueva oportunidad y, por lo tanto, no ve que está en una situación difícil. Olvida una de las leyes más duras de la vida, ya enunciada por Jesús: “Al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. En el momento en que pierda su empleo, todos estos contactos desaparecerán también, porque Juan ya no tendrá nada que ofrecer a cambio.
Negarse a pedir ayuda Juan y María han vivido muchos años juntos y se conocen muy bien. Juan tiene la cabeza llena de problemas, ya que la crisis absorbe todas las energías del ser humano. María tal vez pudiese ayudarle, pero el orgullo no deja a Juan compartir sus dificultades. El resultado es que, incapaz de pensar con lucidez, Juan se hunde más en el océano de sus dificultades.
Mentir o decir medias verdades Un día, María se arma de valor y, a la hora de acostarse, pregunta si algo va mal. Juan responde: “Estoy pensando cambiar de empleo”. Claro que, desde el punto de vista jurídico, eso se puede considerar verdad: Juan, al estar a punto de ser despedido, vive realmente pensando en encontrar un nuevo empleo. María no dice nada más. La presión sobre Juan aumenta, porque recela que su mujer sospecha algo, pero ahora que ya ha mentido, no puede usar la verdad como instrumento salvador.
Culpar a los demás Juan sabe que es un hombre de bien, que siempre ha sido honrado en el trabajo, y ha intentado dar lo mejor de sí. Piensa que su jefe es injusto, que no se merece lo que le está pasando. Tal vez el jefe esté viviendo el mismo drama, pues a todos los mueven unas entidades abstractas llamadas empresas. Sin embargo, frente a lo que considera un absurdo, en lugar de mantener la cabeza fría para hacer frente al momento, piensa que el mundo está hecho de gente malvada y cruel.
Sobrestimar la propia capacidad Juan empieza a decirse que tiene talento, que es capaz de hacer esto y aquello, y acaba convenciéndose de que no está frente a una crisis y sí ante una nueva oportunidad. Juan tiene mucho talento, pero eso no basta, porque no está preparado para el golpe, que lo deja sin entusiasmo.
Una vez que se han dado todos los pasos equivocados, llega el día y Juan es despedido. A partir de entonces, la familia ya está al borde del abismo, todo por haber negado una fatalidad.
He sufrido muchas crisis en mi vida y creo que he cometido todos los errores aquí descritos. Hasta que, tal vez en la peor de todas mis crisis, aparecieron los amigos. Desde entonces, lo primero que hago es, simplemente, pedir ayuda. Evidentemente, la decisión final será mi responsabilidad, pero, en lugar de intentar hacerme siempre el fuerte, jamás me he arrepentido de haberme mostrado vulnerable ante mi mujer y mis amigos. Y cuando empecé a actuar así, reduje bastante mi capacidad de errar, aunque esta siga allí, a la espera de dar el salto.
Siempre un grato placer el visitarte.
ResponderEliminarGracias por compartir!
Abrazos de luz