Examina tu aflicción para que tu inquietud no se convierta en arrolladora tempestad emotiva. Todas las aflicciones se caracterizan por tipos y nombres especiales.
La aflicción del egoísmo se llama egolatría.
La aflicción del vicio se llama delincuencia.
La aflicción de la agresividad se llama cólera.
La aflicción del crimen se llama remordimiento.
La aflicción del fanatismo se llama intolerancia.
La aflicción de la huida se llama cobardía.
La aflicción de la envidia se llama despecho.
La aflicción de la liviandad se llama insensatez.
La aflicción de la indisciplina se llama desorden.
La aflicción de la brutalidad se llama violencia.
La aflicción de la pereza se llama rebeldía.
La aflicción de la vanidad se llama locura.
La aflicción de la relajación se llama evasiva.
La aflicción de la indiferencia se llama desánimo.
La aflicción de la inutilidad se llama queja.
La aflicción de los celos se llama desesperación.
La aflicción de la impaciencia se llama intransigencia.
La aflicción de la avaricia se llama miseria.
La aflicción de la injusticia se llama crueldad.
Cada criatura tiene su propia aflicción.
La aflicción del reino doméstico y de la esfera profesional, del raciocinio y del sentimiento…
Los corazones unidos al Sumo Bien, no obstante, saben que soportar las aflicciones menores del camino es evitar las aflicciones mayores de la vida y, por ello, sólo ellos, héroes anónimos de la lucha cotidiana, consiguen recibir y acumular en sí mismos los talentos de amor y paz reservados por Jesús a los sufridores de la Tierra, cuando pronunció en el monte la divina promesa:
“¡Bienaventurados los afligidos!”
Dictado por el espíritu Emmanuel
Pintura de: Claire Pinatel
Tomada del blog Recogedor
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