Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
(Dijo Dios) “Si no me ofendes, no tendré motivos para perdonarte. Si no tengo qué perdonarte, pronto olvidarás también la importancia de la misericordia para con los demás. Por eso, continúa tu camino con amor, y déjame practicar el perdón...”.
El centésimo nombre
(tradición sufí)
Un estudiante pidió a un maestro sufí que le revelase el quinto nombre de Dios.
-Quien conoce ese nombre es capaz de cambiar el curso de la historia –comentó.
El maestro le dijo que pasara un día entero a las puertas de la ciudad. El muchacho obedeció y volvió al día siguiente.
-¿Qué es lo que viste? –preguntó el maestro.
-Un viejo intentó entrar en la ciudad con un carnero para vender. El guarda le quiso cobrar un impuesto, pero el hombre no tenía dinero. Entonces el guarda le robó el carnero y, a él, lo echó. Yo pensaba: si supiese el nombre oculto de Dios podría cambiar esta situación.
-Podrías haber impedido esa injusticia, pero preferiste soñar con una revelación. ¡Qué tontería! Pues bien, voy a revelarte el quinto nombre de Dios: actúa a favor del prójimo. Solo así podemos cambiar el curso de la historia.
No lo quiero ofender
(tradición islámica)
Durante su peregrinación a La Meca, un hombre santo comenzó a sentir la presencia de Dios. En medio de un trance, se arrodilló, escondió el rostro y rezó:
-Señor, quiero pedir solo una cosa en mi vida: que me concedas la gracia de no ofenderte jamás.
-No puedo concederte esa gracia –respondió el Todopoderoso-. Si no me ofendes, no tendré motivos para perdonarte. Si no tengo qué perdonarte, pronto olvidarás también la importancia de la misericordia para con los demás. Por eso, continúa tu camino con amor, y déjame practicar el perdón de vez en cuando, para que tú tampoco olvides esta virtud.
Alumnos y profesores
(tradición sufí)
Nasrudin, el eterno personaje de las leyendas sufí, estaba a la puerta de su casa, cuando vio pasar a un profesor con sus alumnos.
-¿Adónde vas? –le preguntó.
-A rezar para que Dios acabe con la corrupción, ya que él siempre escucha las plegarias de los niños –respondió el profesor.
-Una buena educación ya habría acabado con eso. Enseña a los niños a ser más responsables que sus padres y tíos.
El profesor se ofendió:
-¡He aquí un ejemplo de falta de fe! ¡Los rezos de los niños pueden cambiarlo todo!
-Dios escucha a todo el que reza. Si solo escuchase las plegarias de los niños, entonces no habría ni una sola escuela en el país; no hay nada que odien tanto como a un profesor.
Conocí a un violinista
(tradición jasídica)
Un discípulo se acercó al rabino Moshé Haim:
-Hoy conocí a un hombre que se rio y despreció mis esfuerzos en la búsqueda espiritual.
-Hoy conocí a un violinista –respondió el rabino-. Tocaba tan inspirado por Dios, que todos los que se acercaban a él terminaban por cantar y bailar. Yo hice lo mismo, y estaba alabando la Creación con mi alegría, cuando vi que se acercaba un sordo. Se puso a mirar al violinista y al público que bailaba. Al final, comentó en voz alta: “¡qué indecente y grotesca es la agitación de este bando de locos!”.
Y concluyó Moshé Haim:
-Quien no sabe escuchar la música de Dios, solo tiene como salida considerarla inútil.
Ilustración de: Vanessa Carolina Balleza Añez
Texto retirado de: La Revista
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