De los grandes flagelos del mundo antiguo, se resaltaban diez que rebajaban la vida humana:
La barbarie, que perpetuaba los desórdenes del instinto.
El hambre, que atormentaba el grupo tribal.
La peste, que diezmaba poblaciones.
El primitivismo, que hermanaba el ingenio del hombre y la habilidad del castor.
La ignorancia, que alentaba a las tinieblas del espíritu.
El aislamiento, que favorecía las ilusiones del feudalismo.
La ociosidad, que valoraba el trabajo a cuenta de humillación y penitencia.
El cautiverio, que vendía hombres libres en los mercados de la esclavitud.
La inmundicia, que relegaba la residencia terrestre al nivel de los brutos.
La guerra, que suprime la paz y justifica la crueldad y el crimen entre las criaturas.
Vino la política e, instituyendo varios sistemas de gobierno, anuló la barbarie.
Apareció el comercio y, multiplicando las vías de transporte, disipó el hambre.
Surgió la ciencia, y exterminó la peste.
Eclosionó la industria, y deshizo el primitivismo.
Brilló la imprenta, y se proscribió la ignorancia.
Se crearon el telégrafo sin hilo y la navegación aérea, y se acabó el aislamiento.
Progresaron los principios morales, y el trabajo resplandeció como estrella en la dignidad humana, desacreditando la ociosidad.
Creció la educación espiritual, y se abolió el cautiverio.
Se incrementó la higiene, y se eliminó la inmundicia.
Mas ni la política, ni el comercio, ni la ciencia, ni la industria, ni la imprenta, ni la aproximación entre los pueblos, ni la exaltación del trabajo, ni la evolución del derecho individual y ni la higiene consiguen resolver el problema de la paz, ya que la guerra —monstruo de mil caras que empieza en el egoísmo de cada uno, que se corporifica en la discordia del hogar y se prolonga en la intolerancia de la fe, en la vanidad de la inteligencia y en el orgullo de las razas, alimentándose de sangre y lágrimas, violencia y desesperación, odio y rapiña, tan cruel entre las naciones superdesarrolladas del siglo 20, como ya lo era en la corte oscurantista de Ramsés 2º— solamente desaparecerá cuando el Evangelio de Jesús ilumine el corazón humano, haciendo que los habitantes de la Tierra se amen como hermanos.
Es por eso que la Doctrina Espírita nos lo revela, actualmente, bajo la luz de la Verdad, fiel al mismo Cristo que nos advirtió, convincente:
- «Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres.»
Dictado por el espíritu: Emmanuel
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro "
Religión de los Espíritus"
Pintura de: Nilgun Akyol
Tomada del blog TODO POR EL ARTE
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