Por Paulo Coelho
El Alquimista
El Alquimista
“Ser el diablo no es fácil. Cuando hablo, tengo que emplear enigmas para que las personas no lleguen a notar la tentación. Necesito parecer siempre inteligente y astuto, para que me admiren”.
Nada más morir, Juan se encontró en un bellísimo lugar, rodeado de las comodidades y de la belleza con las que siempre soñara. Un sujeto vestido de blanco se le aproximó:
–Tiene derecho a todo lo que quiera: cualquier alimento, placer o diversión –le dijo.
Encantado, Juan hizo todo lo que había deseado hacer en su vida. Después de muchos años de placeres, buscó al tipo de blanco:
–Ya he probado todo lo que quería. Ahora necesito un trabajo, para sentirme útil.
–Lo siento mucho –dijo el personaje de blanco–, pero esto es lo único que no puedo conseguirle; aquí no hay trabajo.
–¡Es terrible! –se irritó Juan–. ¡Voy a pasarme la eternidad muriéndome de aburrimiento! ¡Preferiría mil veces estar en el infierno!
El hombre de blanco se le aproximó, y le dijo en voz baja:
–¿Y usted dónde se cree que está?
Cuál es el sentido de las coronas
Cuando Moisés subió a los cielos para escribir determinada parte de la Biblia, el Todopoderoso le pidió que dibujase pequeñas coronas sobre algunas letras de la Torá.
Moisés dijo:
–Creador del Universo, ¿cuál es el objetivo de estas coronas?
–Que dentro de cien generaciones, un hombre llamado Akiva interprete el verdadero significado de estos dibujos.
–Muéstrame la interpretación de este hombre –pidió Moisés.
El Señor llevó a Moisés al futuro y lo puso en una de las clases del rabino Akiva. Un alumno estaba preguntando:
–Rabino, ¿cual es el sentido de estas coronas dibujadas encima de algunas letras?
–No lo sé –respondió Akiva–. Y creo que ni siquiera Moisés lo sabía. Pero como él era el mayor de todos los profetas, hizo esto apenas para enseñarnos que, aunque no comprendamos todo lo que hace el Señor, de todas maneras debemos hacer lo que nos pide.
Y Moisés le pidió perdón al Señor.
Ser diablo no es fácil
El diablo le dijo a Buda: –Ser el diablo no es fácil. Cuando hablo, tengo que emplear enigmas para que las personas no lleguen a notar la tentación. Necesito parecer siempre inteligente y astuto, para que me admiren. Gasto mucha energía en convencer a unos pocos discípulos de que el infierno es mucho más interesante. Estoy viejo, y quiero dejarte a ti mis alumnos.
–¿Te parece que es divertido ser como yo? –respondió Buda. –Además de tener que hacer todo lo que tú haces, ¡aún tengo que aguantar lo que mis discípulos me hacen! Ponen en mis labios palabras que no he dicho, cobran por mis enseñanzas y exigen que yo sea sabio constantemente. ¡Tú jamás aguantarías una vida como esta!
El diablo salió convencido de que cambiar los papeles no era en absoluto un buen negocio, y Buda escapó a la tentación.
Texto retirado de: La Revista
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