La Biblia
Eva paseaba por el jardín del Edén, cuando la serpiente le ofreció la manzana. Eva, muy bien instruida por Dios, la rechazó.
-Come de esta manzana –insistió la serpiente– pues necesitas estar más hermosa para tu hombre.
-No, no lo necesito. Él solo me tiene a mí: no hay ninguna otra mujer por aquí.
La serpiente se rió:
-Ya lo creo que hay una.
Y como Eva no creía en sus palabras, la serpiente la condujo hasta un pozo.
-Ella está dentro de esta caverna: Adán la escondió ahí.
Eva se asomó y vio, reflejada en el agua, una linda mujer. Y en el acto, sin titubear, comió la manzana que le ofrecía la serpiente.
Después del diluvio
Tras los cuarenta días del diluvio, Noé salió por fin del arca. Bajó lleno de esperanza, pero lo que encontró fue tan solo destrucción y muerte.
Noé se lamentó:
-Dios todopoderoso: si Tú conocías el futuro, ¿por qué tuviste que crear al hombre? ¿Acaso solo querías disfrutar castigándolo?
Un perfume triple subió hasta los cielos: el del incienso, el perfume de las lágrimas de Noé, y el aroma de sus acciones. Entonces Dios le respondió:
“Las oraciones de un hombre justo siempre son atendidas. Voy a decirte por qué hice esto: para que entendieses tu obra. Tú y tus descendientes estaréis siempre reconstruyendo un mundo que vino de la nada y de esta manera compartiremos el trabajo y las consecuencias. Ahora somos todos responsables.
En busca de la verdad
El demonio conversaba con sus amigos, cuando percibieron que un hombre se agachaba para recoger algo del suelo.
-Este encontró un pedazo de la Verdad –dijo el demonio.
Los amigos se quedaron preocupadísimos. Un pedazo de la Verdad podría salvar el alma de aquel hombre –y sería uno menos destinado al infierno. Pero el demonio continuaba imperturbable, contemplando el paisaje.
-No os preocupéis. ¿No imagináis lo que va a hacer con este pedazo? Como siempre, creará una nueva secta. Y conseguirá que más personas se alejen de la Verdad total.
En el camino hacia Damasco
Un peregrino iba por el camino que lleva a Damasco, cuando un hombre a caballo pasó junto a él casi atropellándolo. Asustado, se dio cuenta de que el caballero tenía una expresión malvada, y las manos llenas de sangre.
Unos minutos después, otro caballero se le aproximó a todo galope; el peregrino pudo reconocer a Pablo de Tarso, ciudadano romano, apóstol de un movimiento religioso llamado Cristianismo.
-¿Ha visto a un caballero pasando por aquí? –preguntó Pablo de Tarso–. Es un malhechor. Tengo que alcanzarlo.
-¿Para qué? ¿Para entregarlo a la justicia?
-No. Para mostrarle el camino.
hermoso lo qu eescribistes.....es un bello recreo para la mente y el corazon
ResponderEliminarun beso