Ante los impactos emocionales de lo cotidiano, estimarías construir la seguridad íntima, a fin de que la seguridad se te haga constantemente una ciudadela defensiva y puedas, indiscutiblemente, construir semejante refugio.
Inicia la edificación de tu propia paz, observando que todos necesitamos pensar por nosotros mismos, aún sabiendo que somos influenciables por las ideas ajenas.
Aceptándonos en la condición de parcelas de la inmensa familia humana, verificaremos que nuestras dificultades no son mayores que las de los demás.
Integrando la comunidad terrestre, susceptible de adoptar numerosos engaños en razón del aprendizaje en que nos encontramos, somos impelidos a entender que no estamos exentos de cometer determinados errores y que eso es comprensible, a la manera de la señal roja, en el tránsito común, convidándonos a parar, de modo de poder seguir adelante, en un espacio inmune de riesgos.
Alertados por el impositivo de atender al camino que nos sea propio, aprenderemos que el camino de los seres más queridos, puede ser muy diferente del nuestro.
Admitiendo a cada criatura como transeúnte o viajero en el carro de la propia existencia, sabremos celar por nuestras directrices, sin interferir en la conducción del prójimo.
Compartiendo la realidad de todos, nos será fácil reconocer que, los contratiempos que nos ocurran, tal vez igualmente acontezcan en la marcha de los seres que amamos, compitiéndonos auxiliarlos tanto como deseamos ser auxiliados en la solución de nuestros problemas.
La convicción de que todos nos hallamos en el camino, buscando realizaciones más o menos idénticas entre sí, bajo riesgos análogos, nos podará cualquier impresión de privilegio, delante de los compañeros de la Humanidad, con los cuales precisamos estar en paz, en la garantía de nuestra propia seguridad.
Reflexiona en eso y concluirás que ese o aquel viajero en el mundo tiene necesidad de proteger su vehículo, de manera a no suscitar desastres que amenacen a los demás y a sí mismo.
La serenidad habitará con nosotros, en la Tierra, cuando comprendamos ahí que toda criatura hermana tiene su propio cuerpo, con sus sueños, compromisos, realizaciones e iniciativas a que se asocie, lo que nos apartará de los juicios precipitados y de las condenaciones indebidas, para que estemos en plena vivencia de la regla de oro, cuya práctica es el corazón de la felicidad a fin de que estemos en la felicidad del corazón.
Pintura de: Andrea Piccardo, tomada del blog La Caja Mágica
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "CALMA".
è verde amogo, temos qeu primeiro conquistar nosso espaço interior, porqeun só assim teremos segurnaça e saberemos onde devemos nos conduzir...
ResponderEliminarReceba meu beijo de Fé e Esperança,
Cléo Borges
La alegría del corazón mantiene la luz del alma encendida y nos llena de serenidad. La sabiduría está en diferenciar lo esencial de lo que no lo es.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz fin de semana
Como dice aqui BELKIS; la alegría del corazón mantiene la luz del alma encendida. Y la mejor forma de crecer nostros cmo seres humanos es el comportamiento solidario y pro-social.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tu amable comentario en mi blog al que siempre eres bienvenido, por su puesto.