Reencarnación no siempre es éxito expiatorio, como no toda lucha en el campo físico expresa punición.
Sudor en el taller es acceso a la competencia. Esfuerzo en la escuela es adquisición de cultura.
Porque alguien se consagre hoy a la Medicina, no quiere eso decir que ayer haya sembrado molestias y sufrimientos.
Muchas veces el Espíritu, para señorear el dominio de las ciencias que tratan del cuerpo, voluntariamente busca su trato difícil en el rumbo de más elevada ascensión.
Porque un hombre se dedique actualmente a las actividades de la ingeniería, no expresa semejante elección esa o aquella deuda del pasado en la destrucción de los recursos de la Tierra.
En muchas ocasiones el Espíritu elige ese género de trabajo, intentando crecer en el conocimiento de las leyes que rigen el plano material, en marcha hacia más altos puestos en la Vida Superior.
Sin embargo, si el médico o el ingeniero sufren golpes mortales en el ejercicio de la profesión a la que se consagran, ciertamente en ella poseen servicio reparador que hay que atender en la pauta de las correcciones necesarias y justas.
Toda restauración exige dificultades equivalentes. Todo valor evolutivo reclama servicio propio. Nada existe sin precio.
Por ese motivo, si las pasiones gritan sujetas a los flagelos que extinguen su sombra, las tareas sublimes fulgen ligadas a las renunciaciones que encienden su luz.
En vista de eso, no te habitúes a medir los dolores ajenos por el criterio de expiación porque, casi siempre, almas heroicas que soportan el fuego constante de los grandes dolores morales, en el sacrificio del hogar o en las luchas del pueblo, sólo obedecen a los impulsos del bien excelso a fin de que la negación del hombre sea alentada por la esperanza de Dios.
Recuerda que si fueses arrebatado al Cielo, no tolerarías el gozo estancado sabiendo que tus hijos se agitan en el torbellino infernal. Inmediatamente solicitarías el descenso a los tormentos de la tiniebla para ayudarlos en la travesía de la angustia…
Acuérdate de eso y comprenderás finalmente la grandeza de Cristo que, sin débito alguno, se condicionó a nuestras deficiencias aceptando para ayudarnos, la Cruz de los ladrones para que todos consigamos, en la gloria de su amor, erguirnos de la muerte en el error a la bendición de la Vida Eterna.
Dictado por el espíritu Emmanuel
Extraído del libro "Religión de los Espíritus"
Pintura de: Jacqui Oakley
Tomada del blog Recogedor
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