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domingo, 8 de noviembre de 2009

La filosofía de árabes y judíos

 Por Paulo Coelho 
El Alquimista

A pesar de su permanente conflicto político, estas dos culturas nos han legado una sabiduría extraordinaria. A continuación, algunas de estas historias de luz:
En las tradiciones orales y escritas quedan enseñanzas invalorables  para todas las culturas del mundo.
La respuesta
En cierta ocasión, un hombre preguntó al rabino Joshua ben Karechah: “¿Por qué escogió Dios una zarza para hablar con Moisés?”.
El rabino respondió: “Si hubiese escogido un olivo o una morera, harías la misma pregunta. Pero no puedo dejarte sin respuesta; por eso te diré que Dios escogió una pequeña y mísera zarza para enseñarnos que no hay lugar en la tierra en que Él no esté presente”.

La importancia de la alegría

Al Husein preguntó a Ibn Mohamed: “¿Acaso el gran profeta de nuestra religión, Mahoma, sabía contar cosas divertidas?”.

Ibn Mohamed respondió: “Dios envió a nuestro profeta con el don de la alegría. Ya había enviado antes a otros mensajeros que sufrieron y hablaron la lengua del dolor; Mahoma vino para aliviar las penas de su pueblo. Y una de las maneras que encontró fue justamente enseñándonos a retozar y a divertirnos. De este modo quería mantener a sus hombres unidos en un mismo ideal y propósito. Mi padre, que conoció al Profeta, le oyó decir: Dios odia a todos aquellos que viven con rostro triste delante de sus amigos”.

Por qué contar historias
Cuenta Elie Wiesel que cuando el gran rabino Israel Shem Tov veía cómo maltrataban a los judíos, iba al bosque, encendía un fuego sagrado y elevaba una plegaria especial para pedir a Dios que protegiese a su pueblo. Y Dios enviaba un milagro.

Más tarde, su discípulo Maggid de Mezritch, siguiendo los pasos del maestro, iba al mismo lugar del bosque y decía: “Amo del Universo, no sé encender el fuego sagrado, pero conozco la plegaria; ¡te lo ruego, escúchame!”. Sucedía el milagro.

Pasó una generación y el rabino Moshé Leib de Sasov, cuando veía las persecuciones de su pueblo, iba al bosque y decía: “No sé encender el fuego sagrado, no conozco la plegaria, pero todavía recuerdo el lugar. ¡Ayúdanos, Señor!”. Y el Señor ayudaba.

Cincuenta años más tarde, el rabino Israel de Rizhin, en su silla de ruedas, hablaba con Dios: “No sé encender el fuego sagrado, no conozco la plegaria, ni tan solo consigo hallar el lugar en el bosque. Lo más que puedo hacer es contar esta historia, con la esperanza de que Dios me escuche”.

Y bastó contar la historia para que el peligro se alejase. Según Wiesel, Dios creó al hombre porque ama las historias.


Texto retirado de: La Revista

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