17. El aborto.
Pregunta – ¿Es un crimen el aborto provocado, cualquiera que sea la época de la concepción?
Respuesta – Desde el momento que violáis la ley de Dios existe crimen. La madre u otro cualquiera que sea, comete siempre un crimen, quitando la vida al niño antes del nacimiento; por que impide al alma soportar las pruebas, cuyo instrumento había de ser el cuerpo.
Naturalmente que hablamos acerca de la relaciones internacionales, sociales, públicas, comerciales, clarificando las obligaciones que ellas desarrollan; mientras tanto es muy frecuente que marginemos las relaciones sexuales – aquellas en que se fundamentan casi todas las estructuras de la comunidad.
Habitualmente, se olvida, que el hombre y la mujer por regla general experimentan un instintivo horror a la soledad, y que en vista de esto, la comunión sexual necesita seguridad y duración para que con ello se encuentre con las garantías necesarias.
Sin duda alguna no se debe imponer la unión de dos criaturas; pero frente a los riegos y contratiempos por los cuales el matrimonio pasa, las leyes de la vida, sabiamente, establecen en los hijos los sellos de la comunión entre los cónyuges, atribuyéndoles la función de fijadores de la organización familiar; con la colaboración de los deberes del compañero o la compañera, en la asistencia reciproca, éstos sellos se rebelan más claramente perceptibles y el hogar se torna una escuela de perfeccionamiento y evolución, marchando hacia una más alta adquisición de valores espirituales, en el Mundo Mayor.
De todos los institutos sociales existentes en la tierra la familia es la más importante, desde el punto de vista de los fundamentos morales que rigen la vida.
Es por la unión sexual entre el hombre y la mujer que la humanidad se perpetua; en virtud de esto, entre padres e hijos existen los mecanismos de la sobrevivencia humana, en cuanto a la forma física en la superficie terrena.
Es fácil comprender que así justamente es como nosotros, los Espíritus eternos, atendiendo a las imposiciones del progreso, nos turnamos en la arena del mundo, ya sea en la posición de padres o desempeñando el papel de hijos, aprendiendo, progresivamente en la envoltura carnal las profundas lecciones del amor – del amor que nos elevará un día, definitivamente, de la tierra a los cielos.
Con semejantes notas, nos cabe tan solo destacar la expresión calamitosa del aborto criminal, practicado exclusivamente para huir de las responsabilidades.
Casi siempre somos nosotros mismos quienes planificamos la formación de la familia, antes del nacimiento sobre la superficie de la tierra, con el amparo y la supervisión de los instructores bienhechores, al igual que la casa que levantamos en el mundo, con el apoyo de arquitectos, ingenieros, decoradores, técnicos y obreros
Comúnmente atraemos hacia nosotros a nuestros antiguos enemigos, programándoles la vuelta a nuestra convivencia, para prometerles socorro y oportunidades, con los cuales se corrijan y consigan su elevación y rescate, perfeccionamiento y mejoría.
Hacemos proyectos, damos sugerencias, tomamos providencias, y hacemos votos respetables, envolviéndonos con ellos en saludables compromisos que si observamos, que si nos damos cuenta, redundan en beneficios sustanciales para todos los vinculados en la existencia terrenal.
Si, además, cuando estamos en la tierra, olvidamos lo prometido expulsándolos de nuestra compañía con el pretexto de preservar nuestra propia comodidad, no podemos prever las reacciones negativas y, entonces, muchos de los asociados a nuestros errores anteriores, convertidos en el plano espiritual, en nuestros amigos potenciales, a costa de nuestras promesas de comprensión y auxilio, se hacen hoy – y esto ocurre muchas veces, en todas las comunidades terrestres – enemigos reprimidos que llegan a nuestra intimidad con tal expresión de desencanto y acidez que a cambio nos proporcionan más sufrimientos y aflicciones que si estuviesen con nosotros en plena experiencia física, en la condición de hijos problema, imponiéndonos trabajos e inquietudes.
Debemos admitir que se haga una breve meditación alrededor del aborto ilegal, para así reconocer en él, uno de los grandes proveedores de las molestias desconocidas y de las obsesiones catalogadas como enfermedades mentales, que ocupan vastos departamentos de hospitales y prisiones.
Pintura de: Mary Stevenson Cassatt
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro VIDA Y SEXO.
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