La beneficencia posee una lista de pequeñas grandes dádivas entre las cuales
mencionamos algunas que no nos es lícito olvidar:
El auxilio en las tareas, por diminuto que sea;
Algunas horas de trabajo espontáneo y gratuito, en la ejecución de las obras;
una frase de esperanza;
Un gesto de optimismo;
El silencio, delante de cualquier toque de agresión;
Oír preguntas infelices con paciencia;
Aceptar los amigos, como son sin exigir que nos sigan en nuestro modo de ser;
Honrar los adversarios con aprecio respetuoso;
Callarse para que otros hablen;
Prestar servicio sin aguardar atenciones;
Ofrecer algunos minutos de confortación a los dolientes;
Considerar la importancia de los impulsos constructivos que comiencen a surgir en los principiantes de la fe;
Olvidar noticias alarmantes;
Algún acto de renuncia, en beneficio de la paz ajena;
Empequeñecerse para que los otros se destaquen;
Una sonrisa amiga que disipe las nubes en a la hora difícil;
Rearticular esa o aquella información, siempre que fuera preciso, sin perder el espíritu de gentileza;
Ejercer tolerancia y afabilidad dentro de casa, con la misma disposición con que se guarda semejantes cualidades en los encuentros sociales;
Repetir las palabras "discúlpame" y "muchas gracias", tantas veces como fueran necesarias, en las horas del día a día.
En la llamada beneficencia menor, están los agentes indispensables a la edificación de la caridad, por grandes dádivas, es que aprenderemos a distribuir las grandes dádivas, en la siembra el bien, como si fuesen pequeñas.
Pintura de: Pepa Sánchez, tomado del blog Pepa Sánchez
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "ATENCIÓN".
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