No lo he leído, no me lo han contado; lo vi con mis propios ojos, yo misma recogí la malla para tomar la foto de este artículo. Me costó subirla, porque de ella, en ella, a través de ella, pendían atrapados cientos de criaturas inertes. Seguía las instrucciones de Franklin Guaranda, quien intentaba obtener la evidencia necesaria para nuestro reporte al Parque Nacional Galápagos. “Sube más la red”, “sostenla arriba y no la muevas”, “gírala un poco hacia la luz”, “apúrate que parece que se nos vienen encima los pescadores”.
Yo, disciplinada, contenía la respiración y las lágrimas. Nunca en mi vida había visto un tiburón atrapado en un trasmallo de pesca. Un pequeño tiburón de aleta negra, como pececito de hule, constituía gran parte del peso que cargaba bajo mis brazos.
Recorrimos con la Zodiac los aproximadamente trescientos metros de trasmallo, de un extremo al otro, ambos amarrados a la playa, tomando fotografías y video. Vimos al menos tres rayas atrapadas, agonizando, cuatro tiburones inertes y, por supuesto, decenas de lisas, objetivo principal de este tipo de pesca.
A las seis y media de la mañana, nuestros pasajeros estaban en la cima de Bartolomé, uno de los sitios más visitados de las islas. Desde sus ciento quince metros de altura contemplaban el sol iluminando San Salvador al oeste, Santa Cruz a lo lejos, la playa norte de Bartolomé con su forma de media luna dorada y al sur...en la playa sur...un círculo de muerte, en plena luz del día.
Los guías llaman al barco. Giancarlo Toti, Graciela Cevallos, Walter Pérez insisten por la radio. Ni ellos que lo están viendo se lo creen. El capitán, Juan Robalino, autoriza una Zodiac, y con cámara en mano, que es nuestra única arma e instrumento de trabajo, aceleramos hasta llegar al lugar reportado. Yo he vivido algo similar en dos ocasiones anteriores. Sabía que corría el riesgo de ser insultada, como ha pasado antes, que tendríamos que ser rápidos en caso de que los pescadores intentaran alguna agresión, que debíamos proteger la cámara. Pero todo transcurrió muy “civilizadamente”, si cabe el término.
¿Avergonzados?
Cuando los pescadores nos vieron llegar, subieron a su fibra y se dirigieron a la playa, a recoger la malla. Ellos nos miraban, nosotros los mirábamos, estuvimos muy cerca, siempre con cámara en mano, pero ni ellos ni nosotros dijimos palabra. Quiero pensar que con su silencio manifestaban que sí, que estaban avergonzados, si no por la matanza, al menos por la estupidez de haberlo hecho en semejante lugar. Primero, no se puede pescar en sitio de visita, y Bartolomé es “el” sitio de visita. Segundo, no se puede desembarcar en tierra, y la malla estaba asegurada en cada uno de sus extremos a las dunas donde anidan tortugas marinas, y uno de sus hombres corría pisoteando quién sabe cuántos nidos mientras desataba la red. Dentro del círculo, en el agua, había tortugas y por lo menos cinco lobos marinos que no podían ir a ningún lado, además de pelícanos y fragatas que esperaban participar de un fácil festín.
De la popa de su barco, de no más de diez metros de eslora, pendía una malla llena de lisas, bajo el agua. No quisimos subir a la embarcación vacía, éramos menos que ellos, así que no pudimos constatar si habían sacado más tiburoncitos, que, claro, como pesca “incidental” y desde la derogatoria del Decreto 2130 se permite comercializar legalmente en el continente.
No podemos negar que, en efecto, era una red agallera, para lisa. Pero hay cientos de lugares abiertos a la pesca legal de lisa, para qué hacerlo en un sitio de visita y además en una playa donde se conoce que abundan los tiburones pequeños, justamente la atracción principal para los turistas. ¿Habrían estado allí solo por las lisas? ¿O aspiraban a que cayera “incidentalmente” alguna que otra cosita? Eso incurre fuera de nuestra competencia. Nosotros tomamos fotos, video y por supuesto, llamamos inmediatamente al Parque Nacional Galápagos.
En menos de dos horas, una fibra del Parque llegó a Bartolomé. Los pescadores habían botado toda evidencia. Pero nosotros contábamos con fotos, video y nuestro reporte listo y firmado. El pesquero fue llevado a puerto con el personal de patrullaje de la Reserva Marina del Parque Nacional Galápagos y un miembro de la Marina. Allá se seguirán los procedimientos legales para las sanciones correspondientes.
La playa sur, a la que nuestros pasajeros caminaron más tarde en la mañana, estaba llena de lisas muertas, y de pelícanos y fragatas que finalmente participaban de su esperado festín. Se varó también uno de los tiburones “incidentalmente” asesinados. Uno de los cien millones de tiburones que se matan al año en el mundo.
Sea incidentalmente, arbitrariamente, legal o ilegalmente, el número sigue siendo el mismo: cien millones de tiburones asesinados cada año en el planeta. ¡Y pasa también en Galápagos!
Texto retirado de: La Revista
Esto es una accion de nunca acabar, y yo me pregunto, que hace falta para terminar esto, el Parque Nacional a cada extranjero te cobra mas de 100 dolares, visites o no el Parque, necesitamos mas barcos patrullas??? Lo mismo sucede con la pesca de langosta te puedo asegurar que no devuelven las hembras al mar, para que sigan el proceso reproductivo, ese producto llega a Guayaquil, y hay mas hembras que machos. No crfeo que sea IGNORANCIA, dentro de menos de 10 años, esos pescadores no tendran nada de que subsistir por sus mismor errores.
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