22. El adulterio y la prostitución.
“El que este sin pecado, tire contra ella la primera piedra”, dijo Jesús. Esta máxima hace un deber de la indulgencia, por que no hay nadie que no tenga necesidad de que se la tenga a él. la indulgencia nos enseña que no debemos juzgar a los otros con más severidad que nos juzgamos a nosotros mismos, ni condenar en otro lo que en nosotros disculpamos. Antes de echar en cara una falta a alguien, miremos si podría caer sobre nosotros la misma reprobación
Item, 13, del Cap, X de “Evangelio Según el Espiritismo”.
Es curioso notar que Jesús, tratándose de faltas y caídas en los dominios espirituales, haya escogido aquella mujer, en fallas sexuales, para pronunciar la inolvidable sentencia: “ aquel que este sin pecado lance la primera piedra”.
Se diría que en el rol de las fallas, flaquezas y delitos del mundo, los problemas afectivos se hallan de tal forma arraigados en el ser humano que ninguna persona haya escapado a lo largo de las existencias consecutivas a los llamados “errores del amor”.
Penetre cada uno en lo recóndito de su propia alma, y, si consigue hallar un comportamiento irreprensible, en su vida actual, pregúntese con sinceridad, en cuanto a sus propias tendencias.
Quién no haya tenido trances difíciles en su corazón, en la reencarnación presente, mire sus propias inclinaciones y ansias íntimas, y, en su conciencia, verificará que no se halla lejos del enmarañado mundo de los conflictos, que representan el campo de las luchas sexuales, de la humanidad. De esos embates multimilenarios faltan aun los que por heridas sangrientas a la colectividad, y el adulterio que, en el futuro, serán clasificados en la patología de las dolencias del alma, hallaran finalmente el remedio adecuado, y la prostitución que reúne en si a hombres y mujeres que se entregan a las relaciones sexuales mediante la paga y estableciendo mercados afectivos, llegara a su fin.
Igual ocurre con los flagelos de la guerra, de la piratería, de la violencia homicida, y de la esclavitud, quienes acompañan a la comunidad terrena desde hace milenios, y diluyéndose muy poco a poco, mientras que el adulterio y la prostitución todavía permanecen como instrumentos de pruebas y expiación llamados naturalmente a desaparecer, en la ecuación de los derechos del hombre y de la mujer los que se armonizaran por su mismo peso, en la balanza del progreso y de la vida.
Nótese que el lenocinio de hoy en cuanto esta situado fuera de la ley, es el heredero de los burdeles autorizados oficialmente, en muchas regiones, como ocurría notadamente en Grecia en la Roma antigua, en donde los establecimientos de esa naturaleza se hallaban constantemente nutridos por grupos de jóvenes mujeres orientales, directa o indirectamente adquiridas a manera de objetos para el atendimiento del lugar.
Tantos fueron los desvaríos de los Espíritus en la evolución del planeta – Espíritus entre los cuales, es muy raro que nosotros no hallamos estado incluidos – que muy ciertamente Jesús personalizando en la mujer adultera a la familia humana, pronuncio la inolvidable sentencia llamando a los hombres, supuestamente puros en materias sexuales a lanzar sobre la compañera infeliz la primera piedra.
Evidentemente, el mundo avanza hacia unas mejores condiciones de existencia. Fenómenos de transición aparecen aquí y allí, comunicando progreso. Y, con semejantes casos, surge para las naciones el problema de la educación espiritual, para que la educación del sexo no sea irrisoria con palabras brillantes enmascarando la inmoralidad.
Cuando cada criatura sea respetada en su fuero íntimo, para que el amor se consagre como vínculo divino mucho más de alma para alma que de cuerpo para cuerpo, con la dignidad del trabajo y el perfeccionamiento personal brillando en la presencia de cada una, entonces los conceptos de adulterio y prostitución se alejaran de lo cotidiano, toda vez que la comprensión apaciguara el corazón humano y la llamada desventura afectiva no tendrá razón de ser.
Pintura de: Kim Roberti, tomada del blog My Paintings
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro VIDA Y SEXO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario