Por Paulo Coelho
El Alquimista
El guerrero y sus dilemas
“Es un comportamiento bueno y malo a la vez. Dentro de cada uno de nosotros existe un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas”.El amor y el Combate
El guerrero de la luz a veces lucha con aquel a quien ama.
Aprendió que el silencio significa el equilibrio absoluto del cuerpo, del espíritu y del alma. El hombre que preserva su unidad, jamás será dominado por las tempestades de la existencia; tiene fuerzas para superar las dificultades y seguir adelante.
Sin embargo, muchas veces se siente desafiado por aquellos a quienes intenta enseñar el arte de la espada. Sus discípulos lo incitan al combate.
Y el guerrero demuestra su capacidad: con unos golpes, lanza las armas de los alumnos a tierra, y vuelve la armonía al lugar donde se reúnen.
“¿Por qué haces esto, si eres tan superior?”, pregunta un viajero.
“Porque, de esta forma, mantengo el diálogo”, responde el guerrero.
Soledad y dependencia
Un guerrero, cuando sufre una injusticia, generalmente busca la soledad, para no mostrar su dolor a los demás.
Es un comportamiento bueno y malo a la vez.
Una cosa es dejar que tu corazón cure lentamente sus heridas. Otra cosa es meditar profundamente todo el día, con miedo a parecer débil.
Dentro de cada uno de nosotros existe un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas. Ante la dificultad, el demonio alimenta esta conversación solitaria, intentando demostrarnos lo vulnerables que somos. El ángel necesita la boca de otra persona para manifestarse.
Prisa y paciencia
Un guerrero de la luz necesita al mismo tiempo paciencia y rapidez. Los dos mayores errores de la estrategia son: actuar antes de tiempo y dejar pasar la oportunidad.
Para evitar esto, el guerrero trata cada situación como si fuese única, y no aplica fórmulas, recetas u opiniones ajenas.
El califa Moauiyat preguntó a Omar Ben Al-Aas cuál era el secreto de su gran habilidad política:
“Nunca me metí en ningún asunto sin haber estudiado previamente la retirada; por otra parte, nunca entré y quise salir corriendo enseguida”, fue la respuesta.
Paz y actividad
En el intervalo del combate, el guerrero descansa.
Muchas veces pasa días sin hacer nada, pues su corazón así se lo exige.
Pero su intuición permanece alerta. No comete el pecado capital de la Pereza, porque sabe a dónde lo puede conducir: a la floja sensación de las tardes de domingo, donde pasa el tiempo y nada más.
Un guerrero descansa y ríe. Pero siempre estará atento.
Un ángel y un demonio
Un guerrero sabe que un ángel y un demonio se disputan la mano que sostiene la espada.
Dice el demonio: “vas a flaquear. No sabes cuándo. Tienes miedo”.
Dice el ángel: “vas a flaquear. No sabes cuándo. Tienes miedo”.
El guerrero se sorprende. Los dos han dicho lo mismo.
Entonces continúa el demonio: “deja que te ayude”.
Y dice el ángel: “yo te ayudo”.
En ese momento, el guerrero percibe la diferencia. Las palabras son las mismas, pero los aliados son diferentes.
Entonces dedica su victoria a Dios. Y, con la confianza de los valientes, coge la mano de su ángel.
El guerrero de la luz a veces lucha con aquel a quien ama.
Aprendió que el silencio significa el equilibrio absoluto del cuerpo, del espíritu y del alma. El hombre que preserva su unidad, jamás será dominado por las tempestades de la existencia; tiene fuerzas para superar las dificultades y seguir adelante.
Sin embargo, muchas veces se siente desafiado por aquellos a quienes intenta enseñar el arte de la espada. Sus discípulos lo incitan al combate.
Y el guerrero demuestra su capacidad: con unos golpes, lanza las armas de los alumnos a tierra, y vuelve la armonía al lugar donde se reúnen.
“¿Por qué haces esto, si eres tan superior?”, pregunta un viajero.
“Porque, de esta forma, mantengo el diálogo”, responde el guerrero.
Soledad y dependencia
Un guerrero, cuando sufre una injusticia, generalmente busca la soledad, para no mostrar su dolor a los demás.
Es un comportamiento bueno y malo a la vez.
Una cosa es dejar que tu corazón cure lentamente sus heridas. Otra cosa es meditar profundamente todo el día, con miedo a parecer débil.
Dentro de cada uno de nosotros existe un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas. Ante la dificultad, el demonio alimenta esta conversación solitaria, intentando demostrarnos lo vulnerables que somos. El ángel necesita la boca de otra persona para manifestarse.
Prisa y paciencia
Un guerrero de la luz necesita al mismo tiempo paciencia y rapidez. Los dos mayores errores de la estrategia son: actuar antes de tiempo y dejar pasar la oportunidad.
Para evitar esto, el guerrero trata cada situación como si fuese única, y no aplica fórmulas, recetas u opiniones ajenas.
El califa Moauiyat preguntó a Omar Ben Al-Aas cuál era el secreto de su gran habilidad política:
“Nunca me metí en ningún asunto sin haber estudiado previamente la retirada; por otra parte, nunca entré y quise salir corriendo enseguida”, fue la respuesta.
Paz y actividad
En el intervalo del combate, el guerrero descansa.
Muchas veces pasa días sin hacer nada, pues su corazón así se lo exige.
Pero su intuición permanece alerta. No comete el pecado capital de la Pereza, porque sabe a dónde lo puede conducir: a la floja sensación de las tardes de domingo, donde pasa el tiempo y nada más.
Un guerrero descansa y ríe. Pero siempre estará atento.
Un ángel y un demonio
Un guerrero sabe que un ángel y un demonio se disputan la mano que sostiene la espada.
Dice el demonio: “vas a flaquear. No sabes cuándo. Tienes miedo”.
Dice el ángel: “vas a flaquear. No sabes cuándo. Tienes miedo”.
El guerrero se sorprende. Los dos han dicho lo mismo.
Entonces continúa el demonio: “deja que te ayude”.
Y dice el ángel: “yo te ayudo”.
En ese momento, el guerrero percibe la diferencia. Las palabras son las mismas, pero los aliados son diferentes.
Entonces dedica su victoria a Dios. Y, con la confianza de los valientes, coge la mano de su ángel.
Texto retirado de: La Revista
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