Nos será siempre fácil discernir la presencia de los mensajeros divinos a nuestro lado, por la ruta del bien a la que nos induzcan. Aunque todavía traigan consigo el fulgor solar de la Vida Celeste, saben acomodarse a nuestro sencillo grado en las lides de la evolución enseñándonos el camino de la Esfera Superior. Y aunque todavía se eleven a culminaciones sublimes en la ciencia del Universo, ocultan su grandeza para guiarnos en el justo aprovechamiento de las posibilidades en nuestras manos.
Sin herirnos siquiera, hacen luz en nuestras almas a fin de que veamos las llagas de nuestras deficiencias, para que las sanemos en la lucha del esfuerzo propio. Nunca se prevalecen de la verdad para aplastarnos en nuestra condición de espíritus deudores, usándola sencillamente como medicina dosificada para enfermos, para que nos elevemos al nivel de la redención, ni se valen de la virtud que adquirieron para condenar nuestras flaquezas, empleándola tan sólo en la paciencia inconmensurable en nuestro favor, para que la tolerancia no nos desampare al frente de aquellos que sufren dificultades de entendimiento mayores que las nuestras.
Si nos encuentran golpeados y lacerados, jamás nos aconsejan cualquier venganza o lamentación y sí, nos ayudan a olvidar la crueldad y la violencia, con fuerza bastante para que no caigamos en la posición de quien nos insulta o injuria, y si nos sorprenden calumniados o perseguidos, no nos inclinan a la revuelta o al desánimo, mas recomponen nuestras energías descoyuntadas sustentándonos en la humildad y en el servicio con que podamos reajustar el pensamiento de quien nos apedrea o difama.
Se erigen en el camino como invisible apoyo a nuestros desfallecimientos humanos, y nos aclaran la fe en la travesía de los dolores que hicimos por merecer. Son rosas en el espinar de nuestras imperfecciones, perfumándonos la agresividad con el bálsamo de la indulgencia, y estrellas que brillan en la noche de nuestras faltas, haciéndonos señas con la confianza en el esplendor de la alborada nueva, para que no corrompamos el corazón en el lodo espeso del crimen. Y, sobre todo, ante toda ofensa, nos levantan la frente hacia el Justo de los justos que expiró en el madero por resistir al mal en suprema renuncia, entre la gloria del amor y la bendición del perdón.
Dictado por el espíritu: Emmanuel
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro "
Religión de los Espíritus"
Pintura de: Grace Lin (Chien-Fu Lin)
Tomada del blog TODO POR EL ARTE
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