4- EN LA SENDA EVOLUTIVA
¿Cuántos miles de años necesitó la Naturaleza Divina para conformar la máquina física con la cual la mente humana se expresa sobre la Tierra?
El cuerpo es para el hombre un verdadero santuario de manifestación, obra maestra del trabajo selectivo de todos los reinos en los que se subdivide la vida del planeta.
De igual modo, ¿cuánto tiempo empleará la Celeste Sabiduría para estructurar el organismo del alma?
Desde la sensación a la excitabilidad, desde la excitabilidad al instinto, del instinto a la inteligencia y de la inteligencia al razonamiento, han transcurrido, incesantes, siglos y siglos.
La evolución es fruto del tiempo infinito.
La muerte de la forma somática no modifica de inmediato, al Espíritu que ha usufructuado su colaboración.
Cuna y tumba son simplemente límites entre una y otra condición.
De manera que para las conciencias primarias, el desprendimiento de la envoltura corporal es algo así como la entrada en un período de hibernación. Aves sin alas no pueden ganar altura. Aguardan el momento de un nuevo regreso al nido carnal para obtener los recursos que les permitan realizar grandes vuelos. A la manera de crisálidas espirituales, se inmovilizan en el aspecto exterior con el que se presentan, pero conservan en lo íntimo las imágenes de todas las experiencias almacenadas en las profundidades de su ser, reviviéndolas en forma de pesadillas y sueños y registrando en la mente las necesidades de educación o reparación con las que deberán comparecer en el escenario de la carne, cuando llegue el momento oportuno.
Para tales inteligencias, la muerte es como una parada obligatoria, por cierto tiempo, frente a los escalones más altos de la escala evolutiva que todavía no están preparadas para trasponer. Por carecer de los instrumentos de manifestación, a los que necesitan desarrollar y consolidar, mientras están en la erraticidad esas mentes sufren considerables alteraciones de la memoria. Casi siempre se quedan detenidas en los acontecimientos vividos y de alguna manera pierden temporalmente la noción del tiempo. De ese modo, se mantienen aferradas a pasiones y acontecimientos del pasado que les pertenece, y cuando renacen en la arena de la lucha material, con las características del cuadro moral en el que se encuentran, al desbaratar equivocaciones y corregir fallas, van edificando poco a poco las cualidades sublimes con las que se transportarán a las esferas más Altas.
Es por eso que los Espíritus transgresores resurgen en las corrientes de la vida física, reproduciendo en su patrimonio congénito las deficiencias que han contraído ante la ley.
El malhechor guardará consigo prolongado remordimiento por haber desviado el curso del bien y por haber impuesto, en consecuencia, un lamentable retraso a su avance espiritual. Con tal perturbación, retendrá en su alma gran cantidad de imágenes que se debatirán en su mente, e inhibirán por tiempo indefinido, el acceso de elementos renovadores al campo del propio "yo".
Una vez purificado el vaso íntimo del sentimiento, renacerá en el paisaje de las formas con el defecto adquirido a través de la larga convivencia con la desesperación, con el arrepentimiento, o con la desilusión, para devolver el equilibrio al cuerpo periespiritual mediante un laborioso esfuerzo regenerador dentro de la esfera carnal.
Los defectos de nacimiento y los trastornos inexplicables, constituyen resultados transitorios de los perjuicios que individualmente hemos causado a la armoniosa corriente de la evolución.
Los cuerpos voluminosos de los astros se organizan átomo a átomo, y de pequeña experiencia en pequeña experiencia repetidas hasta el infinito, se amplía el poder de nuestra mente y se subliman las manifestaciones de nuestra alma, que en el transcurso de las eras inconmensurables aumenta en conocimientos y se perfecciona en virtudes, mientras estructura, pacientemente, en el seno del espacio y del tiempo, el vehículo glorioso con el que ascenderemos un día a los imperios deslumbrantes de la belleza Inmortal.
Pintura de: Anthony A. González, tomada del blog ART WORKS OF ANTHONY A. GONZÁLEZ
Por el espíritu: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".
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