Cuando te dirijas a la Divina Providencia rogando algo, no te permitas la inmersión en la aflicción improductiva, capaz de conturbarte el ambiente, retardando la concesión que deseas.
Entenderás eso fácilmente, en las lecciones más simples de la vida práctica.
Si requieres del auto una velocidad más amplia en base de aquella que el tránsito recomienda, bajo el pretexto de prisa, te inclinas, indiscutiblemente hacia el desastre.
En la hipótesis de exigir del puente el transporte de determinada carga con el peso muy superior a la capacidad de resistencia en que se estructura, con la disculpa de la urgencia, es probable que lo desmanteles.
Cuando destrozas un vegetal, sin piedad, a fin de señorearle algún fruto, bajo el pretexto del hambre, estarás reduciendo muchas de las futuras posibilidades del árbol en tu propio perjuicio.
Inclinándote sobre pozo, agitándole el fondo, con la disculpa de la sed, únicamente le enturbias el líquido, tornándolo inadecuado a la propia salud.
En tus requerimientos a la Vida Mayor, formúlalos con cuidado y continúa en el trabajo que el mundo te confirió, esperando por la manifestación del Poder Divino, a través de las circunstancias del camino en que te encuentras.
Inquietud innecesaria atrasa el socorro previsto.
Sean cuales fueren los obstáculos que te surjan al frente, en la expectativa del apoyo que solicitas de los Cielos, no desesperes, ni desmorezcas.
Si la respuesta de lo Más Alto a los pedidos que hiciste parece demorar excesivamente, es que tu rogativa seguramente reclama análisis más profundo, a fin de que, en el porvenir, no te vuelvas en contra de las leyes de la vida alegando haber caído en la imprevisión que habrá nacido de ti mismo y no del Señor que, sabiamente, nos reserva siempre lo mejor.
Fin
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "CALMA".
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