Consideremos que existen actitudes y asuntos que preservan el equilibrio y la serenidad del grupo de criaturas al que pertenezcamos en la Tierra, como ya se dispone en el mundo de diversas vacunas que hacen la defensa de la salud humana.
Sabemos que nada sucede sin permiso de la Divina Providencia, pero todos somos llamados a cooperar con la Providencia Divina que nos permite la libertad de actuar en los acontecimientos de lo cotidiano, en nuestra condición de espíritus responsables.
Sepamos alejar de nuestra influencia personal lo que sea claramente innecesario a la sustentación de la paz en el campo de los demás.
Si oíste algún señalamiento desagradable alrededor de determinada persona, asume la función de extintor del comentario infeliz, porque la transmisión de conocimiento de ese naipe no tiene ninguna significación Constructiva.
Delante de un amigo, que se queja de ese o de aquel pariente, no comunique al pariente acusado el desahogo habido, porque sólo agravarías una guerra familiar que aplazaría indefinidamente la comunión de aquellos que nacen en los mismos lazos de consanguinidad para el aprendizaje de la unión fraternal.
No dramatices tus propios problemas, para no difundir impresiones exageradas de temas negativos, capaces de perjudicar a mucha gente.
Abstente de vaticinar calamidades que probablemente jamás acontezcan.
Protégete contra el veneno de los boatos, aprendiendo a oírlos y olvidarlos.
Si tuvieres algún sueño, vislumbrando ocurrencias infelices, silencia y ora por la paz de los que estén incluidos en tus impresiones, porque la Espiritualidad Mayor te permite esos informes imprecisos para que ayudes a atenuar el mal o extinguirlo y no para que favorezcas su expansión.
Recuerda: en muchos lances difíciles de la vida, la serenidad de los demás depende exclusivamente de nosotros.
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "CALMA".
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