Alertas necesarias
La siguiente historia la cuenta el sheikh Qalandar Shah en su libro Asrar-Khilwatia (Secretos de los solitarios):
En la zona oriental de Armenia existía un pequeño pueblo con dos calles paralelas que se llamaban, respectivamente, Vía del Sur y Vía del Norte. Un viajero, que venía de muy lejos, paseó por la Vía del Sur, compró algunas cebollas para comer, y se dirigió hacia la Vía del Norte. En cuanto llegó allí, los comerciantes notaron que sus ojos estaban llenos de lágrimas.
“Alguien debe de haber fallecido”, le dijo el carnicero al vendedor de tejidos.
“¡Mira cómo llora este pobre extranjero, que acaba de llegar de allí!”.
Un niño escuchó el comentario y, como sabía que la muerte era algo muy triste, se puso a llorar histéricamente. Al poco, todos los niños de esa calle estaban llorando. El viajero, asustado, tiró las cebollas que estaba pelando para comer y desapareció.
Las madres, mientras tanto, preocupadas por el llanto de los niños, enseguida quisieron saber lo que estaba ocurriendo, y descubrieron que el carnicero, el vendedor de tejidos y otros muchos comerciantes estaban a esas alturas preocupadísimos con una tragedia que había ocurrido en la Vía del Sur.
Los rumores comenzaron; y como la ciudad no tenía muchos habitantes, muy pronto todos los que vivían en las dos calles acabaron sabiendo que había ocurrido algo terrible. Los adultos empezaron a temer lo peor; pero, preocupados con la dimensión de la tragedia, decidieron no preguntar nada, con la intención de no empeorar aún más las cosas.
Un hombre ciego, que vivía en la Vía del Sur y que no entendía lo que estaba ocurriendo, decidió indagar:
“¿Por qué hay tanta tristeza en esta ciudad, en la que siempre reinó la felicidad?”.
“Ha ocurrido algo muy grave”, respondió uno de los habitantes. “Los niños están llorando, los hombres llevan el ceño fruncido, las madres les han ordenado a sus hijos que vuelvan a casa, y el único viajero que ha visitado esta ciudad en los últimos años ha partido con los ojos llenos de lágrimas. Tal vez la peste haya llegado a la otra calle”.
No hizo falta mucho tiempo para que se extendiese el rumor de que una enfermedad mortal, desconocida, había alcanzado la ciudad. En todo caso, como el llanto había comenzado con la visita del viajero a la Vía del Sur, a los vecinos de la Vía del Norte les quedó claro que la peste había comenzado allí.
Antes del anochecer, los habitantes de las dos calles ya habían abandonado sus casas y se dirigían hacia las montañas del Este.
Hoy, siglos después, el antiguo pueblecillo por el que pasó un viajero pelando cebollas aún continúa desierto.
No muy lejos de allí, surgieron dos aldeas, llamadas Vía del Este y Vía del Oeste. Sus habitantes, descendientes de los antiguos vecinos del pequeño pueblo, aún no se hablan, ya que el tiempo y las leyendas se encargaron de interponer una gran barrera de miedo entre ellos.
Comenta el sheikh Qalandar Shah: “Yo puedo siempre optar entre descubrir el origen de un problema , o aumentarlo de manera que termine sin saber dónde se originó, cuál es su verdadera dimensión, cómo puede afectar a mi existencia, o cómo es capaz de apartarme de las personas a las que antes amaba”.
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