Cuanto sea posible, esfuérzate pero esfuérzate de verdad para vivir en armonía con los parientes que te parezcan menos afines con tus puntos de vista.
En el Plano Físico, no nos hallamos vinculados con alguien en los lazos de la consanguinidad, sin justa razón de ser.
Aquellos que alimentan odio y aversión, cuando manifiestan deseos de mejoría, son inducidos por Bienhechores de la Vida Sublimada e reencarnase juntos, a fin de que apaguen las llamaradas de discordia que les atormentan la vida íntima, a través de pruebas atravesables en común.
Si los propósitos de ése o aquél familiar te parecen claramente opuestos a los ideales superiores que abrazas, bendícelo con tus mejores pensamientos y no le barres los pasos en el camino de las experiencias que se le hacen necesarias.
No desprecies a tus padres o a tus hijos por ser desorientados o enfermos, por que tal vez hayas sido, en existencias ya transcurridas, la causa directa o indirecta de los desequilibrios o enfermedades que patentan.
En muchas ocasiones, habrás renacido en consanguinidad con parientes rudos y, a veces, crueles, únicamente por amor a ellos, de modo a auxiliarlos en la transformación necesaria, con tus demostraciones de tolerancia y paciencia, devoción y humildad.
Si después de innumerables sacrificios en favor de determinados parientes - y eso acontece frecuentemente entre padres e hijos - notas, en lo íntimo, que tu conciencia se reconoce plenamente libre para con ellos, sin que esos mismos familiares, después de largo tiempo de convivencia, demuestren la más mínima señal de renovación hacia el bien, deja que sigan el camino que mejor se les adapte al modo de ser, porque las Leyes de la Vida no te obligan a morir, poco a poco, con el pretexto de auxiliar a los que te rechazan el amor.
Una niña tierna e inolvidable que retorna al Más Allá, en los primeros tiempos de la infancia, casi siempre es un corazón profundamente dedicado a tu progreso espiritual que apenas regresó a tu convivencia doméstica, a fin de despertarte, para las realizaciones del alma, a través de la nostalgia y del afecto.
Si no tienes la debida fuerza para cargar los compromisos que asumes delante de una persona, con quien compartiste las alegrías del sentimiento, nunca abandones al niño o a los niños que hubieren nacido de semejante unión.
Educa o reeduca a los pequeñitos, bajo tu responsabilidad, mientras están en la tierna infancia, amoldables fácilmente a tus principios de naturaleza superior, pero delante de los familiares erguidos en la condición de adultos, respétales la libertad de caminar en el mundo, conforme a sus propias escogencias, porque no todos consiguen trillar el mismo camino hacia la unión con Dios.
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro "CALMA".
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