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domingo, 27 de octubre de 2013

Sabiduría judaica: La presencia de Dios

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Dios eligió una mísera y pequeña zarza para enseñar que no hay ningún lugar en la Tierra donde Él no esté presente”.

El talmud y el midrash

El escritor Arnaldo Niskier reunió en un interesante libro, La sabiduría judaica (editorial Vozes), algunas historias, proverbios y reflexiones del pueblo judío, extraídas del Talmud (una colección de dieciocho volúmenes que contienen mil años de discusiones entre rabinos y sus discípulos) y del Midrash (interpretación de las Escrituras, con énfasis en la ética y en la tradición). Reproduzco aquí algunos trechos:

La respuesta

Cierta vez, un hombre interrogó al rabino Josua Ben Karechah:
–¿Por qué Dios eligió una zarza para hablar con Moisés?
–Si Él hubiese escogido un olivo o una morera, tú te habrías hecho la misma pregunta. Pero no puedo dejarte sin una respuesta, por eso digo que Dios eligió una mísera y pequeña zarza para enseñar que no hay ningún lugar en la Tierra donde Él no esté presente.

Cosas de este mundo

Un día, Rab Huna regañó a su hijo, Rabbah:
–¿Por qué no vas a la conferencia de Rav Chisda? Dicen que habla muy bien.
–¿Por qué tengo que ir? –respondió el hijo–. Todas las veces que fui, Rav Chida solo habló de las cosas de este mundo: de las funciones del cuerpo, de los órganos, de la digestión, y de otras cosas relacionadas simplemente a lo físico.
Y el padre dijo:
–¿Ray Chisda habla de las cosas creadas por Dios y tú dices que habla de las cosas de este mundo? ¡Ve a escucharlo!

La ventana y el espejo

Un joven le pidió al rabino un consejo para orientar su vida. Este lo condujo hasta la ventana:
–¿Qué ves a través de los cristales?
–Veo a hombres pasando, y a un ciego pidiendo limosna en la calle.
El rabino le mostró un gran espejo:
–Y ahora, ¿qué ves?
–Me veo a mí mismo.
–¡Y ya no ves a los demás! Fíjate en que la ventana y el espejo están hechos de vidrio. Pero en el espejo –como hay una fina capa de plata– solo te ves a ti mismo. Debes compararte a estas dos especies de vidrio: pobre, prestas atención a los otros y sientes compasión por ellos; cubierto de plata –rico– solo consigues admirar tu propio reflejo.

Algunas definiciones de la sabiduría judaica:

Dientes: Si no puedes morder, es mejor no mostrar los dientes.
Aprender: Aprendí mucho con mi maestro, más con mis compañeros y más aún con mis alumnos.
Águila: Un águila no caza moscas.
Bendición: Las bendiciones son bendiciones para quien bendice; las maldiciones son maldiciones para quien maldice.
Contenido: No mires la jarra, sino lo que esta contiene. Hay jarras nuevas que contienen vino viejo y delicioso, y hay jarras viejas que ni siquiera contienen vino nuevo.
Elogio: Cuando vives lo bastante se te acusa de cosas que nunca hiciste, se te elogia por virtudes que nunca tuviste.
Generación: Bienaventurada la generación en la que el grande aprende con el pequeño.
Honra: No es el lugar el que honra al hombre, sino el hombre quien honra el lugar.
Calumnia: La lengua que calumnia mata a tres personas al mismo tiempo: a la que profiere la calumnia, a la que la escucha y a la persona de la que se habla.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 20 de octubre de 2013

¿Bendiciones o desgracias? Experiencias cotidianas

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino “¿será posible que este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?”.

Tradicional cuento sufi

Hace muchos años, en una pobre aldea china, vivía un labrador con su hijo. Su único bien material, aparte de la tierra y de la pequeña casa de paja, era un caballo que había heredado de su padre.
Un buen día el caballo se escapó, dejando al hombre sin animal para labrar la tierra. Sus vecinos –que lo respetaban mucho por su honestidad y diligencia– acudieron a su casa para decirle cuánto lamentaban lo ocurrido. Él les agradeció la visita, pero preguntó:
-¿Cómo podéis saber que lo que ocurrió ha sido una desgracia en mi vida?
Alguien comentó en voz baja con un amigo: “él no quiere aceptar la realidad, dejemos que piense lo que quiera, con tal que no se entristezca por lo ocurrido”.
Y los vecinos se marcharon, fingiendo estar de acuerdo con lo que habían escuchado.
Una semana después, el caballo retornó al establo, pero no venía solo: traía una hermosa yegua como compañía. Al saber eso, los habitantes de la aldea, –alborozados, porque solo ahora entendían la respuesta que el hombre les había dado– retornaron a casa del labrador, para felicitarlo por su suerte.
-Antes tenías solo un caballo, y ahora tienes dos. ¡Felicitaciones! – dijeron.
-Muchas gracias por la visita y por vuestra solidaridad, respondió el labrador. -¿Pero cómo podéis saber que lo que ocurrió es una bendición en mi vida?
Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino “¿será posible que este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?”.
Pasado un mes, el hijo del labrador, decidió domesticar la yegua. Pero el animal saltó de una manera inesperada, y el muchacho tuvo una mala caída, rompiéndose una pierna.
Los vecinos retornaron a la casa del labrador, llevando obsequios para el joven herido. El alcalde de la aldea, solemnemente, presentó sus condolencias al padre, diciendo que todos estaban muy tristes por lo que había sucedido.
El hombre agradeció la visita y el cariño de todos. Pero preguntó:- ¿cómo podéis vosotros saber si lo ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?
Esta frase dejó a todos estupefactos, pues nadie puede tener la menor duda de que un accidente con un hijo es una verdadera tragedia. Al salir de la casa del labrador, comentaban entre sí: “realmente se ha vuelto loco; su único hijo se puede quedar cojo para siempre y aún tiene dudas de que lo ocurrido es una desgracia”.
Transcurrieron algunos meses y el Japón declaró la guerra a China. Los emisarios del emperador recorrieron todo el país en busca de jóvenes saludables para ser enviados al frente de batalla. Al llegar a la aldea, reclutaron a todos los jóvenes excepto al hijo del labrador, que estaba con la pierna rota.
Ninguno de los muchachos retornó vivo. El hijo se recuperó, los dos animales dieron crías que fueron vendidas y rindieron un buen dinero. El labrador pasó a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos, ya que se habían mostrado solidarios con él en todos los momentos. Siempre que alguno de ellos se quejaba, el labrador decía: “¿cómo sabes si esto es una desgracia?”. Si alguien se alegraba mucho, él preguntaba: “¡Cómo sabes si eso es una bendición?” Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 13 de octubre de 2013

Modelos incompletos: Para crear madres

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“He tenido que dotarla de una voluntad tan grande, que se sentirá con seis brazos, tres pares de ojos y sistema de autocuración. En caso contrario no conseguiría cumplir su tarea”.

Dios crea a la madre

Dios llamó a su ángel más querido y le mostró el modelo de madre que había preparado. Al ángel no le gustó lo que vio:
-Señor: has trabajado demasiadas horas extras, y ya no sabes lo que haces –le dijo el ángel–. ¡Mira! Beso especial que cura cualquier enfermedad, seis pares de manos para cocinar, lavar, planchar, acariciar, sostener, limpiar... ¡Esto no puede funcionar!
-El problema no son las manos –respondió Dios–, sino los tres pares de ojos que he tenido que ponerle: uno que permita ver a los hijos a través de puertas cerradas y protegerlos de ventanas abiertas; otro para aparentar severidad cuando sea necesario tomar medidas para dar una educación sólida; y uno más para estar constantemente transmitiendo amor y ternura, ¡a pesar de todo el trabajo que tendrá!
El ángel examinó el modelo de madre con más cuidado: -Y esto de aquí, ¿qué es?
-Un dispositivo de autocuración. Ella no va a tener tiempo para estar enferma, porque va a tener que cuidar del marido, de los hijos, de la casa...
-Me parece, Señor, que lo mejor es que descanses un poco –dijo el ángel–, y que después recuperes el modelo normal: con dos brazos, un par de ojos.
Dios le dio la razón al ángel. Después de descansar, transformó a la madre en una mujer normal. Pero le advirtió al ángel: -He tenido que dotarla de una voluntad tan grande, que se sentirá con seis brazos, tres pares de ojos y sistema de autocuración. En caso contrario no conseguiría cumplir su tarea.
El ángel la examinó de cerca. En esta ocasión, a su entender, Dios había acertado. De repente, notó un fallo:
-Aquí tiene una infiltración: se le está saliendo un líquido. Me parece que aún tiene demasiadas cosas dentro.
–No es una infiltración. Eso se llama lágrima.
–¿Y para qué sirve?
–Para la alegría, la tristeza, la decepción, el dolor, el orgullo, el entusiasmo.
-Mi Señor es un genio –dijo el ángel–. Eso era justamente lo que le faltaba al modelo para estar completo.
Dios, con aire sombrío, comentó:
-No he sido yo quien la ha puesto ahí. Cuando junté todas las piezas, la lágrima apareció.
De todas maneras, el ángel le dio la enhorabuena al Todopoderoso, y las madres fueron creadas.

Invocando a Buda

Cierta mujer invocaba cientos de veces al día el nombre de Buda, sin llegar a entender nunca la esencia de sus enseñanzas. Después de diez años, todo lo que consiguió fue aumentar su amargura y desesperación, creyendo que no era escuchada.
Un monje budista se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, y cierta tarde se acercó hasta su casa:
–Sra. Cheng, ¡abra la puerta!
La mujer se irritó y accionó una campana para comunicar que estaba rezando y no quería que la molestasen. Pero el monje insistió varias veces:
–¡Sra. Cheng! ¡Tenemos que hablar! ¡Salga apenas un minuto!
Furiosa, ella abrió la puerta con violencia:
-Pero, ¿qué tipo de monje eres tú, que no ves que estoy rezando?
-Yo he llamado solo cuatro veces, y mire lo enfadada que se ha puesto. ¡Imagine lo que Buda debe de estar sintiendo, después de haber sido llamado durante diez años!
Y concluyó:
-Si llamamos con la boca, pero no sentimos con el corazón, nada ocurrirá. Cambie su manera de invocar a Buda; entienda lo que él dijo, y ya no le hará falta nada más.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 6 de octubre de 2013

Llegando a viejos: Y siguiendo jóvenes

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Y estoy aún más sorprendido conmigo mismo, pues sabiendo que podría recibir un costoso regalo, aún consigo vivir y ser respetado sin necesidad de usar joyas”.

De la casa

Un conocido mío, por su incapacidad para compaginar sus sueños con la realidad, acabó teniendo serios problemas financieros. Y lo que es peor: involucró a otras personas, perjudicando a gente que no quería herir. Sin poder pagar las deudas que se acumulaban, llegó a pensar en el suicidio. Caminaba por una calle cierta tarde, cuando vio una casa en ruinas. “Aquel edificio de allí soy yo”, pensó. En este momento sintió un inmenso deseo de reconstruir aquella casa.
Dio con el dueño, se ofreció para hacer una reforma, y se le permitió hacerla, aunque el propietario no entendiese lo que mi amigo podría sacar de aquello. Juntos consiguieron ladrillos, madera, cemento. Mi conocido trabajó con amor, sin saber por qué o para quién. Pero sentía que su vida personal iba mejorando a medida que la reforma avanzaba.
Al final del año, la casa estaba lista y sus problemas personales, solucionados.

Mahatma va de compras

Mahatma Gandhi, después de haber conseguido la independencia de la India, hizo una visita a Inglaterra. Paseaba con algunas personas por las calles de Londres cuando su atención se vio atraída por el escaparate de una famosa joyería.
Y allí se quedó Gandhi, mirando las piedras preciosas y las joyas ricamente trabajadas. El dueño de la joyería inmediatamente lo reconoció y salió a la calle a saludarlo:
–Es para mí un honor que el Mahatma esté aquí, contemplando nuestro trabajo. Tenemos muchas cosas de inmenso valor, belleza y arte, y nos gustaría ofrecerle algo.
–Sí, estoy admirado con tanta maravilla –respondió Gandhi–. Y estoy aún más sorprendido conmigo mismo, pues sabiendo que podría recibir un costoso regalo, aún consigo vivir y ser respetado sin necesidad de usar joyas.

La reflexión

Descubrí este poema (Warning, 1961) de Jenny Joseph (Inglaterra, 1932) en un cuadro, en la casa de mi agente americano Alan Clarke, y en aquella época hice mi propia traducción/adaptación al portugués. Recientemente descubrí un libro con el mismo título de la poesía, lanzado por la editorial Marco Zero (con traducciones de Lya Luft), que contiene varios textos interesantes sobre la vejez:
Cuando me haga mayor, quiero usar púrpura, con sombrero rojo, que no conjuga y queda ridículo en mí.
Voy a gastar el dinero que tengo en whisky.
Me pondré guantes en verano.
Y me quejaré de que falta mantequilla en casa.
Voy a sentarme en el bordillo de la acera cuando esté cansada.
Me comeré todas las ofertas del supermercado.
Tocaré los timbres de los vecinos,
Arrastraré mi paraguas por las rejas de la plaza, y solo así me sentiré vengada por haber sido tan seria durante mi juventud.
Voy a andar en chancletas, arrancar flores del jardín de los otros y escupir en el suelo.
Voy a usar ropas horribles, engordar sin culpa, zamparme un kilo de salchichas para el almuerzo, o pasarme una semana entera solo a base de pan y pepinillos.
Voy a coleccionar cajitas, lápices y etiquetas de cerveza.
Pero, mientras siga siendo joven, necesito un tipo de ropa que me mantenga seca si llueve,
Tengo que pagar el alquiler,
No puedo decir palabrotas en la calle. Sirvo de ejemplo para la infancia.
He de leer el periódico, estar informada, invitar a mis conocidos a cenar. Por eso, ¿quién sabe si yo no debería empezar a entrenar desde ahora?
Así nadie se quedará chocado
Cuando, de repente, me haga mayor
Y empiece a usar púrpura.
Texto retirado de: La Revista
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