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martes, 28 de septiembre de 2010

LA FE RELIGIOSA

11- LA FE RELIGIOSA

En todos los tiempos el hombre sueña con la patria celestial.


Los conceptos de cielo e infierno yacen en el pensamiento de todos los pueblos.


Los indígenas de América admiten el paraíso de caza abundante y danzas permanentes, con inagotables reservas de tabaco.


Los esquimales situaban el edén en las cavernas decoradas.


Las tribus maoríes, que cultivan la guerra, por estado natural de felicidad esperan que el cielo les depare una riña eterna en la que se debatan indefinidamente.


Entre los hindúes, las nociones de responsabilidad y justicia están fuertemente asociadas a la idea de supervivencia. De conformidad con la creencia adoptada por ellos desde las épocas más remotas, los espíritus errantes eran sometidos a la consideración del Juez de los Muertos.


Los buenos serían destinados al paraíso para que se deleitaran ante los coros celestiales, y los malos descenderían a los abismos del imperio de Varuna, el dios de las aguas, donde se instalarían en cámaras infernales atados unos a otros con serpientes vivas.


Situados, no obstante, en el camino de la verdad, siempre han admitido que tanto del palacio celeste como del abismo tormentoso, las almas habrían de regresar a la esfera carnal de manera que pudieran progresar en la ciencia de la perfección.


Los asirio-caldeos suponían que los muertos vivían adormecidos en regiones subterráneas, bajo el absoluto dominio de las sombras.


En Grecia, a partir de los misterios de Orfeo, las concepciones de la justicia póstuma alcanzan su más alto grado. En el Hades aterrador de Homero, los Espíritus son juzgados por Minos, hijo de Zeus.


Los galeses aceptaban la doctrina de la trasmigración de las almas y eran portadores de avanzadas revelaciones de la Espiritualidad Superior.


Los hebreos localizaban a los muertos en el "scheol", que Job califica como la "tierra de miseria y tinieblas donde habitan el terror y la muerte".


Con Virgilio encontramos principios más firmes en lo referente a las leyes de la retribución.


En la entrada del Orco hay divinidades infernales para los castigos, tales como la Guerra, el Duelo, las Enfermedades, la Vejez, el Miedo, el Hambre, los Monstruos, los Centauros y las Harpías, las Furias y la Hidra de Lerna, que simbolizan los terribles suplicios mentales de las almas que son presa del desvarío durante la vida física. Entre esos dioses del abismo se yergue el viejo olmo, de cuyas ramas penden los sueños, comenzando allí la senda que desemboca en el Aqueronte, cenagoso y enlodado, con grandes remolinos de agua hirviente.


Los egipcios atravesaban la existencia consagrándose a estudios sobre la muerte, inspirados por el ideal de justicia y felicidad más allá de la tumba.


Más recientemente, Mahoma establece nuevos lineamientos a la vida espiritual: sitúa al Cielo en siete pisos y al infierno en siete subdivisiones. Los elegidos viven en deliciosos jardines con arroyos de agua cristalina, leche y miel los condenados viven en un lugar de suplicio donde sopla una cruel ventisca, que alimenta a extraño fuego que todo lo consume; y Dante el vidente florentino, muestra expresivas escenas del Infierno, del Purgatorio y del Cielo.


La certeza de la supervivencia acompaña al alma humana desde su nacimiento.
Intuitivamente el hombre sabe que la vida no está circunscrita a las limitadas actividades de la Tierra.


El cuerpo es una casa temporaria en la que se recoge nuestra alma en aprendizaje. Por eso mismo, cuando es alcanzada por los dardos de la desilusión y del cansancio, el espíritu humano recuerda instintivamente algo impreciso, que se presenta en su pensamiento angustiado como el paraíso perdido. Desequilibrado en la Tierra, pide al Más Allá un mensaje de consuelo y armonía. Semejante momento es, sin embargo, altamente significativo en el destino de cada ser, porque si el corazón que pide es portador de buena voluntad, la respuesta de la vida superior no se hace esperar y se abre un nuevo camino ante el alma oprimida y fatigada, que se vuelve hacia el Más Allá llena de Amor, sufrimiento y esperanza.
Pintura de: Susana Ragel, tomada del blog Susana Ragel artista plástica

Por el espíritu: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

domingo, 26 de septiembre de 2010

Para obtener resultados


Por Paulo Coelho
El Alquimista

Paciencia y perseverancia

En rituales orientales las ofrendas a Dios involucran también un grado de sacrificio. Esto se inculca desde la niñez.


El sacerdote y su hijo
Durante muchos años, un sacerdote brahmán cuidó de una capilla; cuando tuvo que viajar, le pidió a su hijo que se encargase de las tareas cotidianas hasta su regreso. Entre tales tareas, el niño debía poner la ofrenda de alimento frente a la Divinidad, y observar si Ella comía.

El muchacho se acercó, animado, hasta el templo en el que trabajaba su padre. Puso el alimento, y se quedó observando las reacciones de la imagen.

Permaneció allí el resto del día. Y la estatua se mantuvo inmóvil. El chico, sin embargo, fiel a las instrucciones, estaba seguro de que la Divinidad terminaría bajando del altar para recibir su ofrenda.

Después de mucho esperar, suplicó:

-¡Oh, Señor! ¡Venid y comed! Ya es muy tarde y no puedo esperar más.

Nada sucedió. Entonces él empezó a gritar:

-Señor, mi padre me pidió que estuviese aquí hasta que bajaseis y aceptaseis la ofrenda. ¿Por qué no lo hacéis? ¿Solo coméis la ofrenda de manos de mi padre? ¿Qué es lo que he hecho mal?

Y lloró abundantemente durante mucho tiempo. Cuando levantó los ojos y se limpió las lágrimas, se llevó un buen susto: allí estaba la Divinidad, alimentándose con lo que le había sido ofrecido.

Alegre, el niño regresó corriendo a su casa. Cuál no sería su sorpresa cuando uno de sus parientes le dijo:

-El servicio ha terminado. ¿Dónde está la comida?

-Pero si el Señor se la comió toda... –respondió sorprendido el muchacho-.

Todos se quedaron asombrados:

-¿Qué es lo que estás diciendo? Repite, pues no te hemos escuchado bien.

El niño repitió: -El Señor se comió todo lo que le ofrecí-.

-¡No es posible! –dijo un tío–. Tu padre te pidió apenas que observaras si ella comía. Todos sabemos que este es un acto meramente simbólico. Tú debes de haber robado la comida.

El niño, sin embargo, no alteró su historia, ni siquiera cuando le amenazaron con una buena zurra.

Desconfiados, los familiares fueron hasta el templo, y allí se toparon con la divinidad sentada, sonriendo.

-Un pescador lanzó al río su red y consiguió una buena pesca –dijo la Divinidad–. Algunos peces estaban inmóviles, sin hacer ningún esfuerzo por salir. Otros luchaban desesperadamente, saltando, pero sin lograr escapar. Solo unos pocos tenían fortuna en su lucha y conseguían huir.

Al igual que los peces, tres tipos de hombres vinieron hasta aquí para traerme ofrendas: unos no quisieron conversar conmigo, suponiendo que yo no respondería. Otros lo intentaron, pero desistieron enseguida, temiendo decepcionarse. Por su parte, este niño supo llegar hasta el final, y yo, que juego con la paciencia y la perseverancia de los hombres, acabé por aceptar lo que me traía.
Dibujo retirado deGUERRERO DEL ARTE

Texto retirado de: La Revista

viernes, 24 de septiembre de 2010

RELIGIÓN

10- RELIGIÓN

La ciencia multiplica las posibilidades de los sentidos y la filosofía aumenta los recursos del raciocinio, pero la religión es la fuerza que amplía las potencialidades del sentimiento.


Por eso mismo, en el corazón reside el centro de la vida. De él parten las corrientes imperceptibles de los deseos que se consubstancian en pensamiento en la dínamo cerebral, para materializarse luego en las palabras, en las resoluciones, en los actos y en las obras de cada día. 


En la lucha común habrá quien menosprecie la actividad religiosa, por suponerla mero artificio del sacerdocio o la política, mientras que es en la prédica de la fe santificante donde habremos de encontrarlas reglas de conducta y perfección, que necesitamos para el desarrollo de nuestra vida mental en dirección a las conquistas divinas.


La Humanidad, al sintetizar el fruto de las civilizaciones, es una construcción religiosa.


Desde nuestros antepasados, invertebrados y vertebrados, hemos caminado durante millares de años de reencarnación en reencarnación, adquiriendo inteligencia por medio de la experimentación incesante; mas no es la razón el único fruto de nuestro aprendizaje en el decurso de los siglos, sino también el discernimiento, o luz espiritual, con la que poco a poco vamos perfeccionando la mente.


La religión es la fuerza que está edificando a la Humanidad. Es la fábrica invisible del carácter y el sentimiento.


Millones de criaturas encarnadas conservan todavía evidentes características de animalidad. Se valen de la forma humana como quien se aprovecha de una casa noble para asimilar valores educativos. Poseen corazón para registrar el bien, no obstante alimentan impulsos crueles. El instinto de la pantera, la ponzoña de la serpiente, la voracidad del lobo, aún imperan en el psiquismo de innumerables inteligencias.


Solamente la religión consigue limar las más recónditas aristas del ser. Al incidir en los centros profundos de elaboración del pensamiento, altera paulatinamente las características del alma y eleva su padrón vibratorio, a través de la creciente mejoría de sus relaciones con el mundo y con sus semejantes.


Nacida en la ruda cuna del temor, la fe inició su apostolado enseñando a las tribus primitivas que el Divino Poder tiene las riendas de la justicia suprema e infunde respeto a la vida y perfecciona el intercambio entre las almas. De ella proceden los manantiales de fraternidad realmente sentida y a pesar de que las formas inferiores de la religión incentivaran, en la antigüedad, la persecución y la muerte mediante sacrificios y flagelaciones deplorables, y pese a las luchas de escisión e incomprensión que en los días que corren dividen a los templos y los reclutan para la discordia en diferentes fronteras dogmáticas, aún es la religión la escuela soberana de la formación moral del pueblo, que dota al espíritu de poderes y conocimientos para que pueda realizar el viaje de la sublimación. 


La ciencia construirá para el hombre el clima de confort y lo enriquecerá con los blasones de la cultura superior; la filosofía lo ayudará con valiosas interpretaciones de los fenómenos con los que la Eterna Sabiduría se manifiesta, pero solamente la fe, con sus estatutos de perfección íntima, consigue preparar a nuestro espíritu imperecedero para ascender a la gloria universal.


Pintura de: Alejandro Decinti, tomada del blog Realismo en la pintura




Por el espíritu: Emmanuel


Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

miércoles, 22 de septiembre de 2010

CAPTAR LA ENERGÍA DE LOS ÁRBOLES

LOS ABRAZA ÁRBOLES

Cuando caminamos entre los árboles en un parque o un bosque, podemos llegar a sentir la energía que desprenden. Los celtas creían que cada árbol poseía un espíritu sabio y que sus rostros podían verse en la corteza de sus troncos y sus voces escucharse en el sonido de las hojas moviéndose con el viento.
Los árboles nos ayudan a establecer contacto con el poder de la naturaleza, nos dan herramientas para sanarnos, relajarnos, fortalecernos, cargarnos de energía vital y son portadores de los mensajes de la madre Tierra.
Existen cada vez más personas que han comprovado los beneficios de abrazazar los árboles. Al revés que con las personas que al abrazarlas podemos notar pérdidas de energía debido a factores emocionales, con un árbol siempre notaremos que nos carga, nunca que nos descarga.
Proponemos los siguientes ejercicios para interactuar con ellos.
Ejercicio 1º. Hablar con el espíritu del árbol
1.    Camina entre los árboles y escoge alguno que te llame la atención.
2.    Acércate a él, obsérvalo y capta su energía, no trates de analizarlo mentalmente o de establecer un vínculo emocional. Sólo nota su tono vibratorio.
3.    Tócalo al mismo tiempo que cierras los ojos, con tu mano izquierda. Reconoce su fuerza y su influencia en el entorno. Observa si es un árbol solitario o un pastor de árboles que tiene influencia sobre el colectivo. Capta si su energía es curativa, o si es protectora y amorosa, o si es sabia, o si es imponente en todo ese territorio o de cualquier otro tipo. Acepta esa energía sin más y pregúntate si deseas recargarte a ti mismo con esa fuerza.
4.    Establece contacto con la energía del árbol mediante tu corazón energético. Vacía tu ruido interno, fluye en el amor y escucha al árbol. Capta su espíritu. Preséntate con tu nombre y entra en un espacio donde la comunicación es energética y no sonora. Puedes pedir consejo sobre cualquier situación que necesites, cargarte de energía, relajarte o aceptar su sabiduría.
5.    Escucha la respuesta en tu corazón, da las gracias, levántate y despídete poniendo tu mano derecha sobre su tronco.
Ejercicio 2° ABRAZATE A TU ARBOL
Desde la antigüedad ya se sabe que cada árbol alberga un espíritu que le confiere una fuerza determinada, una energía que le da un poder genuino y exclusivo, según a la clase que pertenezca.
En ocasiones podemos buscar la fuerza del árbol para mitigar el dolor de una enfermedad, para superar las preocupaciones o simplemente para conseguir alcanzar nuestro propio equilibrio. Este intercambio energético no afecta negativamente al árbol, ya que este las transmite a la Madre Tierra y esta las transmuta completamente.
En las técnicas orientales, como el chi-kung, hay una postura que se llama “abrazar el árbol”. Esta posición estática alinea todos los huesos del modo más eficaz posible.
Buddha se iluminó bajo una higuera. Jesús estuvo en el monte de los olivos. A los cátaros les gustaban las acacias. Los Druidas preferían la fuerza masculina del roble para usar su sabiduría Los jóvenes enamorados buscaban el tilo para confiar sus intimidades amorosas porque representaba el vigor de Venus. De cualquier modo existen diferentes clases de árboles y es un ejercicio interesante conocer las diferentes energías que fluyen a través de ellos. Una buena forma de hacerlo es abrazándolos al mismo tiempo que nos hacemos uno con él.
Ejercicio 2. Abraza a tu árbol
1.    Escoge al árbol que quieres abrazar, intentando asimilar las diferencias energéticas que existen entre ellos.
2.    Abrázalo.
3.    Mientras te abrazas de su tronco, siente cómo te cargas de energía, te sientes más saludable y te conectas con la madre Tierra.
4.    Dale las gracias y despídete poniendo tu mano derecha sobre su tronco.

Texto retirado de:  Pensamiento Consciente

domingo, 19 de septiembre de 2010

“Si confías en la vida...La vida confiará en ti”


Por Paulo Coelho
El Alquimista


William Blake solía decir: “podemos ver el infinito en un grano de arena, y la eternidad en una flor”. En realidad, basta un simple momento de armonía interior para que tal cosa suceda.

El gran problema radica en esto: casi nunca nos permitimos alcanzar ese estado: el momento presente en toda su gloria.

En ocasiones, se nos presenta de manera completamente casual. Estás caminando por la calle, te sientas en determinado lugar, y de repente el universo entero está allí. Lo primero que surge son unas inmensas ganas de llorar –no de tristeza, ni de alegría, sino de emoción. Sabes que estás comprendiendo algo, aunque no consigues explicártelo ni a ti mismo.

En la tradición mágica, a este tipo de percepción se la conoce como “zambullirse en el Aleph”. El ser humano tiene una enorme dificultad en concentrarse en el ahora; está siempre pensando en lo que hizo, en cómo podría haberlo hecho mejor, en cuáles son las consecuencias de sus actos, en por qué no actuó como tenía que haber actuado. O, si no, le preocupa el futuro, lo que va a hacer al día siguiente, las medidas que deben adoptarse, el tipo de peligro que lo espera en la esquina, la manera de evitar lo que no desea y de conseguir lo que siempre ha soñado.

Pero, al fin y al cabo –empiezas a preguntarte-, ¿hay algo que esté realmente equivocado?

Sí que lo hay, y se llama rutina. A ti te parece que existes por el hecho de ser infeliz, así como otras personas existen en función de sus problemas, y viven hablando compulsivamente sobre ellos: problemas con sus hijos, sus maridos, la escuela, el trabajo, los amigos.

No se detienen a pensar: yo estoy aquí. Soy el resultado de todo lo que sucedió y sucederá, pero estoy aquí. Si hice algo mal, puedo corregirlo o al menos pedir perdón. Y si hubo algo de bueno en mis acciones, eso me va a permitir sentirme más feliz y más conectado con el momento presente.

Concéntrate en tu Aleph, y verás que confiar un poco en la vida no te hace ningún mal, sino muy al contrario: te permitirá vivirlo todo con más intensidad. Lo que perturba tu verdadero encuentro con la vida proviene de lo que tú llamas “pasado”, y esperas una decisión en lo que conoces como “futuro”. Eso mismo entorpece y contamina el entendimiento, dificultando la comprensión del presente. Trabajar basándose apenas en la experiencia supone repetir soluciones viejas para problemas nuevos. Conozco a mucha gente que solo consigue alcanzar una identidad propia cuando empiezan a hablar de sus problemas. Porque estos problemas están vinculados a lo que consideran “su historia”.

El fundador del arte marcial conocida como aikido, Morihei Ueshiba, decía: “La búsqueda de la paz es una manera de rezar, que termina generando luz y calor. Olvídate un poco de ti mismo, entiende que en la luz está la sabiduría, y en el calor reside la compasión. Al caminar por este planeta, procura percibir la verdadera forma de los cielos y de la tierra; eso será posible si no dejas que el miedo te paralice, y decides que todos tus gestos y actitudes se correspondan con lo que piensas”.
Si confías en la vida, la vida confiará en ti. 

Texto retirado de: La Revista
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