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jueves, 28 de julio de 2016

Cuidarse a sí mismo: Importante lección

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas.

Durante seis años busqué la iluminación –dijo el discípulo. –Siento que estoy cerca, y quiero saber cómo he de dar el siguiente paso.
–Un hombre que sabe buscar a Dios, sabe también cuidar de sí mismo. ¿Cómo te mantienes? –preguntó el maestro.
–Ese es un detalle sin importancia. Mis padres son ricos, y me ayudan en mi búsqueda espiritual. Gracias a ello puedo dedicarme por entero a las cosas sagradas.
–Muy bien –dijo el maestro. –Entonces te explicaré el siguiente paso: mira al sol durante medio minuto.
El discípulo obedeció.
A continuación, el maestro le pidió que describiese el paisaje a su alrededor.
–No puedo. El brillo del sol me ha deslumbrado.
–Un hombre que mantiene los ojos fijos en el sol, termina ciego. Un hombre que solo busca la luz y deja sus responsabilidades en manos de los demás, jamás encontrará lo que busca –fue el comentario del maestro.

Hacer el campo fértil

El maestro zen le encargó al discípulo que cuidara del campo de arroz. El primer año, el discípulo vigiló que nunca faltase el agua necesaria. El arroz creció fuerte y la cosecha fue buena.
El segundo año, el discípulo tuvo la idea de añadir un poco de fertilizante. El arroz creció rápido y la cosecha fue mayor.
El tercer año, colocó más fertilizante. La cosecha fue aún mayor, pero el arroz nació pequeño y sin brillo.
–Si sigues aumentando la cantidad de abono, la cosecha del año que viene no tendrá ningún valor –dijo el maestro.
“Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas”.

El camino del tigre

El hombre caminaba por la selva cuando vio una raposa lisiada.
“¿Cómo se alimentará?”, se preguntó.
En aquel momento, se acercó un tigre con una presa en sus fauces. Sació su hambre y dejó luego lo que había sobrado para la raposa.
“Si Dios ayuda a la raposa, también me ayudará a mí también”, pensó. Volvió a su casa, se encerró, y se puso a esperar a que Dios le diese de comer.
Nada sucedió. Cuando ya se estaba quedando demasiado flaco para salir a trabajar, se le apareció un ángel.
–¿Por qué decidiste imitar a la raposa lisiada? –preguntó el ángel. –¡Levántate, coge tus herramientas y sigue el camino del tigre!

Alguien sabría la diferencia

Un padre llevó a sus pequeños a jugar minigolf. En la taquilla, preguntó el precio.
–Son cinco monedas para los adultos y tres para los mayores de 6 años. Para los menores de 6, la entrada es gratuita.
–Uno de ellos tiene 3, el otro 7. Pago la del mayor.
–Bobo –dijo el taquillero. –Podría haberse ahorrado tres monedas si hubiera dicho que el mayor tenía menos de 6. Yo no habría notado la diferencia.
–Puede, pero ellos sí la habrían notado. Y mi ejemplo quedaría grabado para siempre. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

sábado, 23 de julio de 2016

Trampas de la búsqueda: Mitos cotidianos

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Mucho cuidado: a menudo más vale pedir a Dios que guíe las manos de un médico, que intentar curarse uno mismo.

Al mismo tiempo que la gente está empezando a ocuparse de las cosas del espíritu, sucede otro fenómeno: la intolerancia con la búsqueda espiritual de los demás. Todos los días recibo revistas, mensajes electrónicos, cartas y panfletos que intentan demostrar que tal camino es mejor que aquel otro, y que contienen una serie de reglas para conseguir “la iluminación”. En virtud del volumen creciente de este tipo de correos, decidí escribir sobre lo que considero los peligros de dicha búsqueda.
Mito 1: La mente puede curarlo todo. Esto no es cierto, y lo ilustro. Una amiga profundamente implicada en la búsqueda espiritual, comenzó a tener fiebre y a encontrarse muy mal. Durante toda la noche intentó recrear su cuerpo, con ayuda de todas las técnicas que conocía, con el fin de curarse únicamente con el poder del pensamiento. Al día siguiente sus hijos, preocupados, le pidieron que fuese al médico, pero se negaba, alegando que estaba “purificando” su espíritu.
Al final, accedió a ir a un hospital donde le diagnosticaron apendicitis. Mucho cuidado: a menudo más vale pedir a Dios que guíe las manos de un médico, que curarse uno mismo.
Mito 2: La carne roja nos aleja de la luz divina. Es evidente que si uno profesa una determinada religión tendrá que respetar las reglas establecidas. Judíos y musulmanes, por ejemplo, en una práctica que forma parte de su fe, no comen carne de cerdo. Sin embargo, nos está invadiendo una ola de “purificación” por vía de la comida: los vegetarianos radicales consideran a los que comen carne responsables del asesinato de animales. Pero, ¿acaso las plantas no son también seres vivos? La naturaleza es un constante ciclo de vida y muerte, y un día seremos nosotros los que alimentaremos la tierra. Si no hay nada que prohíba determinado alimento, come aquello que te pida el organismo.
Mito 3: Dios es sacrificio. Mucha gente busca el camino del sacrificio y de la autoinmolación, afirmando que debemos sufrir en este mundo para ser felices en el próximo. Pero si este mundo es una bendición de Dios, ¿por qué no aprovechar al máximo las alegrías que nos ofrece la vida? Estamos muy acostumbrados a la imagen de Cristo en la cruz y olvidamos que su pasión duró apenas tres días: el resto del tiempo lo pasó viajando, conociendo gente, comiendo, bebiendo y predicando su mensaje de tolerancia. Tanto fue así que su primer milagro fue “políticamente incorrecto”: como faltaba bebida en las bodas de Caná, transformó el agua en vino. Y lo hizo, a mi entender, para demostrar que no hay mal en ser feliz, en alegrarse, en participar en una fiesta. Dios está mucho más presente cuando estamos juntos.
Mahoma decía que “si somos infelices, llevamos la infelicidad a nuestros amigos”. Buda, tras un largo periodo de prueba y renuncia, estaba tan débil que apenas si podía respirar; cuando fue salvado por un pastor comprendió que el aislamiento y el sacrificio nos alejan del milagro de la vida.
Mito 4: Existe un único camino hacia Dios. El más peligroso de todos los mitos: a partir de ahí empiezan las explicaciones del gran misterio, las luchas religiosas y el juicio de nuestro prójimo. Podemos escoger una religión (yo, por ejemplo, soy católico), pero debemos tener presente que si nuestro hermano escoge una religión diferente, llegará al mismo punto de luz que buscamos nosotros con nuestras prácticas espirituales. Finalmente, vale la pena recordar que de ninguna manera podemos transferir a nuestro padre, rabino o imán las responsabilidades de nuestras decisiones. Nosotros construimos, con cada uno de nuestros actos, la entrada al paraíso. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

sábado, 9 de julio de 2016

Dios y los hombres: Los de mucha y poca fe

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Tenía tanto miedo de mí que ha enviado a un albañil, quien, al oír mis gritos en el desierto, me ha atacado sin piedad hasta dejarme muy débil.

Isaac Asimov, uno de los mejores escritores de ciencia ficción del siglo XX, es autor de esta deliciosa historia:
El rabino Feldman tenía muchos problemas con su congregación; la mayoría de sus fieles lo encontraba arrogante, intolerante, demasiado riguroso con las faltas típicas del ser humano. Desesperados, decidieron dirigirse al presidente de la asociación israelita del Estado, que accedió a venir a la ciudad para resolver el problema.
Después de escuchar a todos los miembros de la congregación, fue a hablar con Feldman:
– Rabino, las cosas no pueden continuar así. Vamos a convocar una asamblea y resolver las disputas pendientes.
Feldman estuvo de acuerdo. Tres días después, se convocó un consejo con la presencia del presidente y de más de diez eruditos en judaísmo. Se sentaron alrededor de una hermosa mesa de caoba, y comenzaron a discutir cada uno de los puntos en cuestión. A medida que avanzaba la reunión iba quedando cada vez más claro que el rabino Feldman estaba solo en sus posiciones.
Tras cuatro horas de discusión, dijo el presidente:
– Es suficiente. Votemos, y decidamos por mayoría cuál es el rumbo más acertado. Se le entregó a cada uno un trozo de papel, se votó, y una vez hecho el recuento, el presidente dijo:
– Son once votos contra ti, rabino. Hay que volver a considerar las posiciones adoptadas.
Feldman se levantó, mostrando su orgullo herido, y alzando los brazos al cielo, dijo:
– Así pues, ¿pensáis que, por una simple mayoría de votos, yo estoy errado y el resto está en lo cierto? No, señores míos, no puedo aceptar eso.
“¡Pido al Dios de Israel que muestre su fuerza, y envíe ahora mismo una señal para que todos los aquí presentes se convenzan de mi comportamiento absolutamente intachable!”.
En aquel mismo instante se oyó un trueno ensordecedor. Un rayo alcanzó la sala y partió por la mitad la hermosa mesa de caoba; la fuerza de la explosión lanzó al suelo a todos los presentes.
Oyéronse gritos por todas partes, el lugar se llenó de humo; cuando comenzó a asentarse la polvareda, observaron que el rabino Feldman permanecía incólume, erguido, con una sonrisa sarcástica en los labios.
El presidente, con gran dificultad, se levantó, se puso bien las gafas, que le colgaban de una oreja, se pasó las manos por el cabello, despeinado; se arregló la ropa sucia de polvo, y dijo:
– De acuerdo: once votos contra dos. Seguimos siendo mayoría y cambiaremos las reglas.

Retando a Dios a un duelo

Un loco consiguió reunir a su concurrencia habitual, en una de las plazas de Isfahán.
– Hoy les voy a enseñar algo muy importante –dijo. Están acostumbrados a oír decir que Dios es Todopoderoso. Pues bien, yo soy más fuerte que él.
Alzó el rostro al cielo y clamó:
– ¡Desciende hasta aquí, reúnete conmigo esta tarde en el desierto, y veamos quién sale vencedor de un duelo!
Dicho esto, partió para el desierto. La gente se quedó en la plaza el resto del día; cuando el sol empezó a ponerse, el loco volvió a la plaza. Tenía un ojo morado, un chichón en la cabeza, y las ropas todas rasgadas. Furioso, gritaba a la multitud:
– Piensan que Dios venció en el duelo, ¿verdad? Pues dejen que les cuente lo que sucedió: ¡no ha jugado limpio! Tenía tanto miedo de mí que ha enviado a un albañil, quien, al oír mis gritos en el desierto, me ha atacado sin piedad hasta dejarme muy débil. ¡Si Dios hubiese venido solo, le hubiera dado una buena tunda! (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 3 de julio de 2016

Cambia y muévete: ¡Aún estás vivo!

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Sin duda conocerás cosas mejores y cosas peores que las que ya conoces, pero no es eso lo que importa. Lo más importante es el cambio, el movimiento, el dinamismo, la energía.

Recibo de dos lectores, casi en la misma semana, un texto que supuestamente escribí yo. No, no fui yo, aunque sí tiene mucho que ver con mi manera de afrontar la vida. Como me parece un texto interesante, y con la esperanza de encontrar a su verdadero autor, lo reproduzco aquí:
¡Aún estás vivo!
Cambia, pero empieza despacio, pues la dirección es más importante que la velocidad.
Siéntate en otra silla, al otro lado de la mesa. Más tarde, cambia de mesa.
Cuando salgas a la calle, ve por la otra acera. Después, cambia de ruta, camina con calma por otras calles, observando con atención los lugares por donde pasas. Coge otros autobuses. Por un tiempo, cambia tu forma de vestir; regala los zapatos viejos e intenta andar descalzo unos días, aunque sea en casa.
Tómate una tarde entera para pasear libremente, oír a los pájaros o el ruido de los coches.
Abre y cierra cajones y puertas con la mano izquierda.
Duerme en el otro lado de la cama. Después, duerme en otras camas.
Ve otros programas de televisión, lee otros libros, vive otros romances, aunque sea en tu imaginación.
Acuéstate más tarde o más temprano. Aprende una palabra nueva al día.
Come un poco menos, come un poco más, come diferente; escoge nuevos condimentos, nuevos colores, cosas que nunca te atreviste a probar.
Almuerza en otros sitios, ve a otros restaurantes, toma otro tipo de bebida, compra el pan en otra panadería.
Almuerza más temprano, cena más tarde, o viceversa.
Busca lo nuevo todo el día: el lado nuevo, el método nuevo, el sabor nuevo, el gesto nuevo, el placer nuevo, la postura nueva.
Escoge otro mercado, otra marca de jabón, otra pasta de dientes. Báñate a otras horas.
Usa bolígrafos de otros colores.
Ve a pasear a otros lugares.
Ama cada vez más, de diferentes formas. Aunque pienses que la otra persona se puede asustar, en la cama propón lo que siempre has soñado hacer.
Cambia de bolso, de cartera, de maleta, cómprate otras gafas, escribe nuevos poemas.
Abre una cuenta en otro banco. Ve a otros cines, a otros peluqueros, a otros teatros, visita otros museos.
Cambia. Y piensa seriamente en conseguir un nuevo empleo, una nueva ocupación, un trabajo más parecido a lo que esperas de la vida, más digno, más humano.
Si no encuentras razones para ser libre, invéntalas: sé creativo.
Y aprovecha para emprender un viaje sin pretensiones, sencillo, largo y, a ser posible, sin destino.
Experimenta cosas nuevas. Vuelve a cambiar. Prueba de nuevo. Experimenta otra vez.
Sin duda conocerás cosas mejores y cosas peores que las que ya conoces, pero no es eso lo que importa. Lo más importante es el cambio, el movimiento, el dinamismo, la energía. Solo lo que está muerto no cambia, y tú estás vivo.

Cambia de actitud

Un profesor universitario practica el tai chi con entusiasmo, pero poco a poco el cansancio hace mella en él, y decide abandonarlo.
Lo siento mucho, pero soy incapaz de seguir –le dice a su maestro–. A fin de cuentas, dediqué tantos años al estudio de la filosofía, que acabé olvidándome de mi cuerpo.
Es una pena que desistas. Yo también dediqué mucho tiempo al estudio de la filosofía, y fue eso precisamente lo que hizo que me acordara de mi cuerpo. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista
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