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martes, 30 de abril de 2013

La primera piedra


Hay, si, muchos compañeros errados. Nadie lo niega. Ese, que gozaba de tu confianza, te defraudo, a la manera de un tronco pesado, sobre la plantación, aun frágil, de tu fe. El otro, que te parecía invulnerable en audacia, se acobardó y huyo. Conociste a los que predicaban generosidad, agarrándose a la avaricia, y notaste a los que hablaban de virtud, caer en el vicio.
Situabas la fuente del consuelo en varios amigos, que acabaron en la desesperación y recogías orientaciones de otros tantos, que se hundieron en la corriente de las sombras, como barcos a la deriva. En muchos casos, trocaste entusiasmo por desaliento y admiración por repugnancia.
Ante semejantes problemas, es natural que te sientas entre la amargura y la rebeldía. No en tanto, entra en el santuario de ti mismo procurando comprender nuestra obligación de auxiliar y servir, y reflexiona en las exigencias de la evolución.
Colócate en el lugar de la criatura en dificultad y enumera cuantas veces has sido providencialmente auxiliado, para no caer en la tentación.
Medita en las horas en que los pensamientos infelices te dominan el alma; en los momentos en que tropiezas y caes; en las ocasiones en las que te engañas y sufres; en los instantes en los que lastimas las faltas que no desearías cometer; y si te sientes lejos de la posibilidad de errar e integralmente libre de toda culpa, podrás, entonces, oír de nuevo, la lección de Jesús y tirar la primera piedra.
Dictado por el espíritu: Emmanuel
Extraído del libro "Canales de la Vida
"

Pintura de: Galina Anisimova
Tomada del blog TODO POR EL ARTE
Texto retirado de: Luz Espiritual

domingo, 28 de abril de 2013

Lecciones inmortales: Sabiduría sufi


Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Es posible que haya utilizado la limosna para comprar un puñal, que terminó usando en el crimen cometido; y entonces tus manos estarán también ensangrentadas, porque en vez de ayudarlo con amor y cariño preferiste darle una limosna y librarte de tu obligación”.
 No importa pasar por tonto
El mullah Nasrudin (personaje central de casi todas las historias de la tradición sufi) ya se había transformado en una especie de atracción de la feria principal de la ciudad.
Cuando se dirigía  hasta allí para pedir limosna, las personas acostumbraban a mostrarle una moneda grande y una pequeña: Nasrudin siempre escogía la pequeña.
Un señor generoso, cansado de ver que la gente se reía de Nasrudin, le explicó:
“Siempre que te ofrezcan dos monedas, elige la mayor. Así tendrás más dinero, y no serás considerado idiota por los otros”.

“Seguramente tiene usted razón”, respondió Nasrudin. “Pero si yo siempre escojo la moneda mayor, las personas dejarán de ofrecerme dinero, como hacen ahora para probar que soy más idiota que ellas. Y de esta manera, no podré ganar mi sustento. No hay nada malo en pasar por tonto si en realidad lo que uno está haciendo es inteligente”.

Somos todos responsables

La comitiva pasó por la calle; soldados fuertemente armados llevaban a un condenado  a la horca.
“Este hombre no  tenía arreglo”, comentó un discípulo a  Nasrudin. “Una vez le di una moneda de plata para ayudarlo a levantarse de nuevo en la vida y no hizo nada  importante”.
“Quizás  él no sirva para nada, pero puede estar ahora caminando hacia la horca  por tu causa”, respondió el maestro. “Es posible que haya utilizado la limosna para comprar un puñal, que terminó usando en el crimen cometido; y entonces tus manos estarán también ensangrentadas, porque en vez de ayudarlo con amor y cariño preferiste darle una limosna y librarte de tu obligación”.

Cada cosa en su lugar

La fiesta reunió a todos los discípulos de Nasrudin. Durante muchas horas comieron y bebieron, y conversaron sobre el origen de las estrellas. Cuando era ya casi de madrugada, todos se prepararon para volver a sus casas.
Quedaba un  apetecible plato de dulces sobre la mesa. Nasrudin obligó a sus discípulos a comérselos.
Uno de ellos, no obstante, se negó. “El maestro nos está poniendo a prueba” dijo. “Quiere ver si conseguimos controlar nuestros deseos”.
“Estás equivocado”, respondió Nasrudin. “La mejor manera de dominar un deseo es verlo satisfecho. Prefiero que os quedeis con el dulce en el estómago –que es su verdadero lugar–  que en el pensamiento, que debe ser usado para cosas más nobles”.

La reflexión: del libro ‘El Camino de la Nobleza Sufi’

“Recibe siempre a aquel que te busca, y no corras tras de quien te rechaza. De esta manera estarás creando un  nexo de armonía con tu semejante”.
“Un novicio no debe ser expulsado por causa de sus faltas. Cuando alguien está haciendo un esfuerzo para mejorar, esto debe ser apreciado y honrado por todos”.
“Un extraño no debe ser aceptado por causa de sus cualidades.  Cuando vemos a alguien muy ansioso por mostrar todo lo bueno y comprensivo que es, necesitamos ponerlo severamente a prueba; porque él busca aplauso para sus gestos, y puede haber perdido completamente su humildad.  Ve siempre más allá de las apariencias: escucha, mira, y confía en tus impresiones”.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 21 de abril de 2013

Energía y acción: El gran entusiasmo

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“El verdadero mérito lo tiene quien se equivoca, quien falla, pero poco a poco va acertando, porque no existe esfuerzo sin error. Este conoce el gran entusiasmo, la gran devoción, y está gastando su energía en algo que merece la pena...”.
Recorriendo el Camino de Santiago veinte años después, paro en Villafranca del Bierzo. Allí, una de las figuras más emblemáticas del recorrido, Jesús Jato, construyó un refugio para peregrinos. Vinieron las personas de la aldea, y pensando que Jato era un brujo, incendiaron el lugar; él no se dejó intimidar y junto a Mari Carmen, su mujer, recomenzó todo –el lugar pasó a llamarse ave Fénix, el pájaro que renace de las cenizas.
Se encuentran siete personas en el ave Fénix y Jato les cuenta un episodio que me ocurrió en 1986.
–Un cura del lugar pasó por aquí avisando que un peregrino había pasado por Villafranca aquella mañana y no había llegado a Cebreiro (la próxima etapa), encontrándose sin duda perdido en el bosque –dice Jato–. Fui a buscarlo y solo lo encontré a las dos de la tarde, durmiendo en una caverna. Era Paulo; al despertarlo, él se quejó: “¿Es que no voy a poder dormir ni siquiera una hora en este camino?”. Le expliqué que había dormido tan solo una hora; llevaba allí más de un día.
Lo recuerdo como si fuese hoy: me sentía cansado y deprimido, decidí parar un poco, descubrí la caverna y me tumbé en el suelo. Cuando abrí los ojos y vi a este tipo, estaba seguro de que no habían pasado más que minutos, porque ni siquiera había cambiado de postura. Aún no me puedo explicar cómo ocurrió tal cosa, y tampoco busco explicaciones.
Todos bebemos la queimada (bebida celta), acompañando a Jato en sus “¡uuuh!” mientras él pronuncia los versos ancestrales. Al final, una de los acompañantes (una canadiense) me dice: No soy de las personas que van buscando tumbas de santos, ríos sagrados o lugares donde ha habido milagros o apariciones. Para mí, peregrinar es celebrar. Ambos murieron pronto de un ataque al corazón, y yo tal vez sea propensa a eso.
«Entonces, como puedo partir pronto de esta vida, necesito conocer todo lo que pueda y tener toda la alegría que merezco.
«Cuando mi madre murió, me prometí a mí misma alegrarme siempre que el sol naciese de nuevo cada mañana. Mirar hacia el futuro, pero nunca sacrificar el presente por esta razón. Cuando el amor se cruzase en mi camino, aceptarlo siempre. Vivir cada minuto, y jamás dejar para más tarde lo que pudiera alegrarme.
Me acuerdo de 1986, cuando también lo dejé todo de lado para seguir este recorrido que acabó cambiándome la vida. En esa época, mucha gente me criticó, diciendo que era una locura –apenas mi mujer me dio apoyo–. La canadiense me dice que a ella le ocurrió lo mismo, y me alarga un texto que lleva consigo: –Es parte de un discurso que el presidente Theodore Roosevelt pronunció en la Sorbona de París en 1910.
El papel dice: «El crítico no cuenta absolutamente nada: todo lo que hace es señalar con dedo acusador cuando el fuerte sufre una caída, o cuando quien está haciendo algo comete un error. El verdadero mérito lo tiene aquel que está en la arena, con el rostro sucio de polvo, sudor y sangre, luchando con valentía.
«El verdadero mérito lo tiene quien se equivoca, quien falla, pero poco a poco va acertando, porque no existe esfuerzo sin error. Este conoce el gran entusiasmo, la gran devoción, y está gastando su energía en algo que merece la pena. Este es el verdadero hombre, que en la mejor de las hipótesis conocerá la victoria y la conquista, y en la peor caerá; pero incluso en su caída será grande, porque habrá vivido con valor, y habrá estado por encima de todas aquellas almas mezquinas que nunca conocieron victorias ni derrotas».
Texto retirado de: La Revista

domingo, 14 de abril de 2013

El guerrero de la luz: El mundo que lo rodea


Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“No hay hombre o mujer que pueda sentarse alrededor de una hoguera y decir a los demás: ‘siempre he hecho lo correcto’. Quien afirme tal cosa miente, y aún no ha aprendido a conocerse a sí mismo”.
El guerrero de la luz siempre procura mejorar. Cada golpe de su espada lleva tras de sí siglos de sabiduría y meditación. Cada golpe debe tener la fuerza, la habilidad de todos los guerreros del pasado, que aún hoy continúan bendiciendo la lucha. Cada movimiento en el combate honra los movimientos que las generaciones anteriores intentaron transmitir a través de la Tradición.
El guerrero desarrolla la belleza de sus golpes, pese a comportarse como un niño.  La gente se sorprende, pues olvidó que un niño tiene que divertirse, saltar, ser un poco irreverente, hacer preguntas inconvenientes e inmaduras, y decir tonterías. 
Y dicen, horrorizados: “¿ese es el camino espiritual? ¡Pero si es un inmaduro!”.
El guerrero se llena de orgullo con este comentario. Y se mantiene en contacto con Dios, a través de su inocencia y alegría. Actúa así porque al principio de su combate, se dijo a sí mismo:
“Tengo sueños”. Luego de unos años, se da cuenta de que es posible llegar adonde quiere. Sabe que será recompensado. En este momento, la gran alegría que animaba su corazón desaparece. Porque mientras iba caminando, conoció la infelicidad ajena, la soledad, las frustraciones que acompañan a gran parte de la humanidad. El guerrero de la luz piensa entonces que no merece lo que está recibiendo.
Cuando aprende a manejar su espada, descubre que su equipamiento tiene que ser completo, y eso incluye una armadura.
Sale en su búsqueda y escucha la propuesta de varios vendedores. “Usa la coraza de la soledad”, dice uno. “Usa el escudo del cinismo”, responde otro. “La mejor armadura es no cubrirse con nada”, afirma un tercero.
El guerrero, sin embargo, no hace caso. Con serenidad, va hacia su lugar sagrado y se viste con el manto indestructible de la fe. Esta detiene los golpes, transforma el veneno en agua cristalina.
Su ángel susurra: “entrégalo todo”. El guerrero se arrodilla, y ofrece a Dios sus conquistas. La entrega obliga al guerrero a dejar de hacer preguntas tontas, y eso le ayuda a vencer la culpa.
Y si, aun así, pensara que su recompensa es inmerecida, un guerrero de la luz siempre tiene una segunda oportunidad en la vida. Como todos los otros hombres y mujeres, él no nació sabiendo manejar la espada. Erró muchas veces antes de descubrir su leyenda personal.
No hay hombre o mujer que pueda sentarse alrededor de una hoguera y decir a los demás: “siempre he hecho lo correcto”. Quien afirme tal cosa miente, y aún no ha aprendido a conocerse a sí mismo. El verdadero guerrero de la luz cometió muchas injusticias en el pasado.
Pero, al transcurrir la jornada, se da cuenta de que las personas con las que actuó de forma equivocada siempre vuelven a cruzarse con él.
Por eso, el guerrero de la luz tiene la impresión de vivir dos vidas a la vez. En una, está obligado a hacer todo aquello que no quiere, a luchar por ideas que no cree. La otra, él la descubre en sus sueños, lecturas y en gente que piensa como él.
El guerrero permite que sus dos vidas se vayan aproximando. “Hay un puente que une lo que hago con lo que me gustaría hacer”, piensa. Al cabo de poco tiempo, sus sueños van cuidando de su rutina, hasta que siente que está listo para aquello que siempre quiso.
Entonces, basta un poco de osadía, y las dos vidas se transforman en una sola. Es su oportunidad de corregir el mal que ha causado. Él la utiliza siempre, sin dudarlo.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 7 de abril de 2013

Sobre la intolerancia: Religión y mucha fe

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Siempre creemos, aun sin reconocerlo o aceptarlo, y por eso es tan fácil despertar la chispa. Además, cuanto más vivimos, más cerca estamos de Dios. La leña vieja arde siempre con más facilidad”.
Los dos dioses
Existen dos dioses.
El dios que nos enseñaron nuestros profesores, y el Dios que nos enseña.
El dios del que habla la gente, y el Dios que habla con nosotros.
El dios que aprendemos a temer, y el Dios que nos habla de misericordia.
El dios que está en las alturas, y el Dios que participa de nuestra vida diaria.
El dios que nos hace pagar, y el Dios que perdona nuestras deudas.
El dios que nos amenaza con los castigos del infierno, y el Dios que nos enseña el mejor camino
Existen dos dioses.
Un dios que nos aparta por nuestras culpas, y un Dios que nos llama con su amor.
¿Quién desea ir al cielo?
Un cura, que en todos los placeres de la vida veía al diablo, fue al bar de la ciudad para pedir a los parroquianos que fueran a la iglesia aquella tarde. Así lo hicieron todos. Con la iglesia repleta, el padre bramó:
–¡Acabad con tanta bebida! ¡Que levante la mano derecha todo aquel que desea ir al cielo!
La iglesia entera levantó la mano, excepto Manoel, a quien se consideraba un hombre digno y cumplidor de sus deberes.
Sorprendido, el padre preguntó:
–Y tú, Manoel, ¿no quieres ir al cielo cuando mueras?
–Claro que quiero. Pero todavía no he probado la vida que Dios me ha dado, ¡y usted quiere que vaya al cielo ya!
Ninguna fe
Jesús ha decidido asistir al gran partido de fútbol entre católicos y protestantes. Llegan hinchadas de todas partes del mundo, con sus biblias, sus corazones y sus convicciones.
Comienza el juego. Hacia el final de la primera parte, un católico chuta y marca un gol. La grada lo celebra, Jesús se levanta y lo celebra también.
Al principio del segundo tiempo, los protestantes empatan el partido. La otra hinchada se felicita con gritos de júbilo y agradecimiento a los cielos. Jesús vuelve a levantarse y celebrarlo, al ver que todos sus hijos están contentos.
–¿Quién eres tú, que celebras los dos goles? –pregunta un hincha.
–Estoy viendo un bello espectáculo –responde Jesús–. ¡Y me estoy divirtiendo mucho!
–Ya lo veo –repuso el aficionado–. Usted no respeta ninguna fe.
El combustible
–Maestro, ¿qué es la fe?
El maestro le pidió al discípulo que encendiese una hoguera. Se sentaron los dos frente a ella, contemplando el fuego.
–He aquí la fe –dijo el maestro–. La leña de la hoguera. El combustible que mantiene encendida la llama de Dios en nuestro corazón.
–Pero la leña necesita de una chispa para transformarse en luz.
–Existen varias chispas. La más común se llama Voluntad. Basta con querer tener fe, para que esta se aparezca en nuestro camino.
–¿Incluso si nos pasamos la vida entera sin creer en nada?
–Siempre creemos, aun sin reconocerlo o aceptarlo, y por eso es tan fácil despertar la chispa. Además, cuanto más vivimos, más cerca estamos de Dios. La leña vieja arde siempre con más facilidad.
Texto retirado de: La Revista
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