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domingo, 26 de mayo de 2013

Carta de una lectora: Una mujer es mucho más...

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“El problema de la mujer latina es que termina convirtiéndose en la madre de su hombre. Amor de madre, este, que le perdona todas sus flaquezas que nos lleva a creer que siempre volverá a casa reconociendo que lo mejor que hay en su vida es estar al lado de la persona que lo cuida y lo mima”.
A continuación una misiva enviada al escritor Paulo Coelho a propósito de su novela Once minutos publicada en el 2003.
He leído todos sus libros, y este último me ha dejado bastante perpleja. Varias veces durante la lectura, me dieron ganas de ponerme a llorar, solo por el hecho de ser mujer. Porque no hace falta vivir la experiencia de una prostituta para sentir las emociones y confusiones que en su libro se exponen.
Sin embargo, permítame añadir algunas cosas sobre las mujeres que tal vez usted no sepa. Todas tenemos algo de María, el personaje central, y siempre nos prometemos no volver a amar jamás, para así no herir ni que nos hieran. Siempre acabamos rompiendo esta promesa, y siempre nos arrepentimos.
No somos completamente buenas, ni completamente malas.
El placer sexual no es precisamente nuestra mayor preocupación, y por eso durante tantas generaciones el hombre creyó, erróneamente, que las mujeres llegamos al orgasmo de la forma que él imagina. ¿Sabe qué nos da mayor placer que el sexo? La comida. Cuando amamos a un hombre, lo primero que queremos saber es si ya ha comido, si está bien alimentado, y si le ha gustado lo que le preparamos. Aunque me gane el odio de las feministas, ¡ver comer a nuestro hombre es algo divino! Y de eso usted no habla en su libro.
El problema de la mujer latina es que termina convirtiéndose en la madre de su hombre. Amor de madre, este, que le perdona todas sus flaquezas (pues sabemos que él es débil, aunque nos pasemos el día entero diciendo lo fuerte que es), que nos lleva a creer que siempre volverá a casa reconociendo que lo mejor que hay en su vida es estar al lado de la persona que lo cuida y lo mima. Pero el hombre, pese a que desea que lo quieran como a un niño, se comporta siempre como un salvaje: se deja llevar por sus impulsos, por la pasión del momento, y aunque no nos abandone físicamente, su alma se va y vuelve una y otra vez.
La mujer vive siempre con la esperanza de volver al pasado, de recordar cada momento que vivió. Y le asusta la certeza de que lo pasado ya pasó, y que ahora es otro momento, un momento breve que pasará muy deprisa. No hablo solo del reloj biológico, sino del hecho de no sentirse ya deseada, de ir por la calle y notar que nadie se vuelve a mirarla. Siente entonces pánico ante la idea de que nunca la vuelvan a tocar como cuando era joven, de que nunca vuelva a ver en los ojos de un hombre un pensamiento erótico o incluso, me atrevería a decir, pornográfico.
La mujer es romántica, pero deja siempre que el hombre le asesine los sentimientos, y puede por eso transformarse en una destructora implacable, pues ya no tiene nada que perder.
En su nuevo libro usted intenta hablar por voz de una mujer, y pienso que en varios momentos lo consigue. Pero se ofrece una visión idealizada del sexo femenino, no la visión real.
El personaje se parece más a lo que queremos ser que a lo que somos realmente. De cualquier forma, es muy importante ver a un hombre intentando pensar como mujer. Tal vez nunca lo consiga, pero eso no tiene importancia: el trayecto es muy interesante y puede estimular a otros a hacer lo mismo.
Maristela Ordóñez, Caracas
 Estimada Maristela:  
Ojalá los críticos literarios tuviesen una sensibilidad como la tuya. Un fuerte abrazo.
Paulo Coelho

Texto retirado de: La Revista 

domingo, 19 de mayo de 2013

Fragmentos de un diario: Con todos los sentidos

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“El simple hecho de escribir nos ayuda a organizar el pensamiento y ver con claridad lo que nos rodea. Un papel y una pluma operan milagros, curan dolores, consolidan sueños, llevan y traen la esperanza perdida”.

Siempre escribiendo

Escribo siempre, y considero muy importante escribir. Si pudiera dar un consejo, le diría a todo el mundo: escriba. Sea una carta, un diario o algunas anotaciones mientras habla por teléfono, pero escriba.
Si quiere entender mejor su papel en el mundo, escriba. Procure colocar su alma por escrito, aunque nadie lo lea o, lo que es peor, aunque alguien termine leyendo lo que usted no quería. El simple hecho de escribir nos ayuda a organizar el pensamiento y ver con claridad lo que nos rodea. Un papel y una pluma operan milagros, curan dolores, consolidan sueños, llevan y traen la esperanza perdida. La palabra tiene poder. La palabra escrita lo tiene aún  más.

Gibran y los sentidos

Estamos acostumbrados con la vieja disculpa: aunque sepamos que nuestro corazón conoce mejor la decisión a tomar, nunca seguimos lo que él nos dice. Para compensar nuestra cobardía, terminamos convenciéndonos de que él estaba equivocado. Una hermosa historia de Gibran ilustra hasta donde nos pueden llevar nuestras limitaciones.
El ojo dijo:
-¡Mirad que bonita montaña tenemos en el horizonte!
El oído intentó escucharla, pero no lo consiguió. La mano dijo:
-Estoy intentando tocarla, pero no la encuentro.
La nariz fue concluyente:
- No existe la montaña, puesto que no siento su olor.
Y todos llegaron a la conclusión de que el ojo estaba equivocado.

El peso de la pluma

A veces nos irritamos por reacciones que juzgamos  exageradas de nuestro prójimo. Hacemos un pequeño comentario, una broma y he aquí que la persona llora, o se vuelve  demasiado agresiva con nosotros.
Una leyenda del desierto cuenta la historia de un hombre que iba a trasladarse a otro oasis, y comenzó a cargar a su camello. Colocó las alfombras, los utensilios de cocina, los baúles de ropa  y el camello aguantaba todo. Cuando estaba a punto de partir, se acordó de una  linda pluma azul que su padre le había regalado.
La fue a buscar y la colocó encima del camello. En ese momento, el animal no soportó el peso y cayó muerto. “Mi camello no aguantó el peso de una pluma” debe   haber pensado el hombre. A veces juzgamos de la misma manera a nuestro prójimo, sin entender que nuestra broma puede haber sido la gota de agua que  desbordó el vaso del sufrimiento.

‘Quiero agradecer por el asalto’

Mathew  Henry es un conocido especialista en estudios bíblicos. Cierta vez, cuando volvía de la universidad donde  da clases, fue asaltado. Aquella noche, él escribió la plegaria siguiente:
Quiero agradecer, en primer lugar, porque nunca había sido asaltado antes.
En segundo lugar, porque se llevaron mi cartera y  dejaron mi vida.
En tercer lugar, porque aunque se hayan llevado todo, no era mucho.
Finalmente, quiero agradecer porque yo fui el robado, y no quien robó.

Texto retirado de: La Revista

domingo, 12 de mayo de 2013

De Dios: Sus muchos rostros

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“No voy a estar recordando todo lo que me dicen  solo para probar  que soy culto y superior a los demás. Todo aquello que me aligera, como la música o las palabras de Dios, termina  guardado en un rincón secreto de mi corazón”.
El pozo y su secreto
En una pequeña aldea de Marruecos, un hombre contemplaba el único pozo de la región.
Se acercó un niño:
- ¿Qué hay aquí dentro? –quiso saber.
- Dios.
- ¿Dios está escondido dentro de este pozo?
- Sí
- Quiero verlo –dijo el niño, desconfiado.
El viejo lo levantó y ayudó a apoyarse sobre el borde del pozo. Reflejado en el agua, el niño pudo ver su propio rostro.
- Pero si soy yo –gritó.
- Eso mismo –dijo el hombre, volviendo a colocar delicadamente al niño en el suelo. Ahora ya sabes donde está escondido Dios.
No queda nada
Un novicio estaba en la cocina, lavando las hojas de lechuga para el almuerzo, cuando un viejo monje –conocido por su rigidez excesiva, que obedecía más al deseo de autoridad que a la verdadera búsqueda espiritual– se aproximó.
- ¿Puedes repetirme lo que el superior del convento ha dicho hoy en el sermón?
- No consigo acordarme. Solo sé que me gustó mucho.
El monje se quedó estupefacto.
- ¿Justamente tú, que tanto deseas servir a Dios, eres incapaz de prestar atención a las palabras y consejos de aquellos que conocen mejor el camino? Es por eso que las generaciones actuales están tan corrompidas; ya no respetan las enseñanzas de sus mayores.
- Mira bien lo que estoy haciendo –respondió el novicio. Estoy lavando las hojas de lechuga, pero el agua que las deja limpias no queda prisionera de ellas, sino que termina siendo eliminada por la cañería del fregadero. Del mismo modo, las palabras que purifican son capaces de lavar mi alma, pero no siempre permanecen en la memoria.
No voy a estar recordando todo lo que me dicen solo para probar que soy culto y superior a los demás. Todo aquello que me aligera, como la música o las palabras de Dios, termina guardado en un rincón secreto de mi corazón. Y allí permanece para siempre, saliendo a la superficie solamente cuando necesito ayuda, alegría o consuelo.
Reflexión
De Antoine Saint Exupéry, autor de El Principito:
“En el fondo, existe apenas un único problema en este mundo: cómo hacer que el hombre vuelva a encontrar el sentido espiritual de la vida, cómo provocarnos a nosotros mismos para que retomemos el camino que nos hace contemplar nuestras propias almas. Para eso es necesario creer que la humanidad puede recibir un baño de la fuerza luminosa que viene de arriba y que los aires sean inundados por algo parecido al canto gregoriano. No podemos continuar viviendo como si el mundo se resumiera en heladeras, políticos, presupuestos y palabras cruzadas”.
Texto retirado de: La Revista 

domingo, 5 de mayo de 2013

En el camino de Santiago: La oración de Petrus

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Tened piedad de los que comen y beben y se hartan, pero son infelices y solitarios en su hartazgo. Pero tened más piedad aún de los que ayunan, censuran, prohíben y se sienten santos y van a predicar Tu nombre por las plazas”.
En determinado momento de mi peregrinación llegamos a un campo de trigo liso y monótono. Lo único que rompía el tedio del paisaje era una columna medieval sobre la cual una cruz señalaba el camino de los peregrinos. Cuando llegamos, Petrus –mi guía– dejó caer su mochila y se arrodilló, pidiéndome que yo hiciese lo mismo.
– Vamos a rezar para que, si consigues encontrar la espada, la sostengas siempre con mano firme.
Petrus dijo que admiraba mucho al poeta brasileño Vinicius de Moraes y que deseaba hacer una oración tomando como base su poesía. Entonces comenzó:
“Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos y se consideran buenos e injustamente tratados por la vida, porque no merecían lo que les sucedió, pues estos jamás conseguirán sostener el Buen Combate. Y tened piedad de los que son crueles consigo mismos y solo ven maldad en sus propios actos, y se consideran culpables por las injusticias del mundo. Porque estos no conocen Tu ley que dice: “Hasta los hilos de tu cabeza están contados”.
“Tened piedad de los que mandan y de los que sirven muchas horas de trabajo y se sacrifican a cambio de un domingo, cuando está todo cerrado y no existe lugar a donde ir. Pero tened piedad de los que santifican su obra y traspasan los límites de su propia locura y terminan endeudados o clavados en la cruz por sus propios hermanos. Porque estos no conocerán Tu ley que dice: “Sed prudentes como las serpientes y simples como las palomas”
“Tened piedad de los que comen, y beben y se hartan, pero son infelices y solitarios en su hartazgo. Pero tened más piedad aún de los que ayunan, censuran, prohíben y se sienten santos y van a predicar Tu nombre por las plazas. Porque estos no conocen Tu ley que dice: “Si yo testifico respecto a mí mismo, mi testimonio no es verdadero”.
“Tened piedad de los que temen la Muerte y desconocen los muchos reinos que recorrieron y las muchas muertes que ya murieron y son infelices porque piensan que todo acabará un día. Pero tened más piedad de los que ya conocieron sus muchas muertes y hoy se juzgan inmortales porque desconocen Tu ley que dice: “Quien no nazca de nuevo, no podrá ver el Reino de Dios”.
“Tenedla de los que no creen en nada, porque ellos nunca oirán la música de las esferas. Pero tenedla más aún de los que poseen la fe ciega y en los laboratorios transforman mercurio en oro, y están rodeados de libros sobre los secretos del Tarot y el poder de las pirámides. Porque estos no conocen Tu ley que dice: “Es de los niños el reino de los cielos”.
“Tened piedad de los que no ven a nadie más allá de sí mismos, encerrados en sus limusinas, que se fortifican en despachos refrigerados en el último piso y sufren en silencio la soledad del poder. Pero tened también piedad de los que fueron pródigos en todo y son cariñosos y procuran vencer el mal solamente con amor, porque estos desconocen Tu ley que dice: “Quien no tenga espada, que venda su capa y compre una”.
Tened piedad de nosotros, Señor. Porque muchas veces pensamos que estamos vestidos y estamos desnudos, pensamos que cometemos un crimen y en verdad salvamos a alguien. No os olvidéis en vuestra piedad que desenvainamos la espada con la mano de un ángel y la mano de un demonio sosteniendo el mismo puño. Porque estamos en el mundo, continuamos en el mundo y Te necesitamos. Necesitamos siempre Tu ley que dice: “Cuando os mandé sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, nada os faltó”.
Petrus paró de rezar. El silencio continuaba. Él estaba mirando fijamente el campo de trigo que nos rodeaba.
Texto retirado de: La Revista
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