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domingo, 24 de enero de 2016

Historias orientales: Buscando la felicidad

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello en lo que cree y haciendo lo posible para mejorar este mundo, el resto es solo apariencias”.

Un hombre muy rico pidió a un maestro zen un texto que le hiciera recordar siempre lo feliz que era con su familia.
El maestro zen cogió un pergamino y con una linda caligrafía escribió:
“El padre muere. El hijo muere. El nieto muere”.
—¿Cómo? —dijo furioso el hombre rico. ¡Yo le pedí algo que me inspirase, una enseñanza que fuese siempre contemplada con respeto por mis próximas generaciones, y usted me da algo tan depresivo y deprimente como estas palabras!
—Usted me pidió algo que siempre le hiciera recordar la felicidad de vivir junto a su familia. Si su hijo muriese antes, todos serían arrasados por el dolor; si su nieto muriese sería una experiencia insoportable.
En cambio, si su familia va desapareciendo en el orden que coloqué en el papel, estará siguiendo el curso natural de la vida. Así, aun cuando todos pasen por momentos de dolor, las generaciones se sucederán y su legado perdurará mucho tiempo.

Cada quien con su destino

Un samurái, muy conocido por su nobleza y honestidad, acudió a visitar a un monje zen en busca de consejos. Sin embargo, no bien entró en el templo donde el maestro rezaba, se sintió inferior, y concluyó que, a pesar de haber pasado toda su vida luchando en favor de la justicia y de la paz, no se había tan siquiera acercado al estado de gracia del hombre que tenía enfrente.
—¿Por qué me estoy sintiendo tan inferior?, le preguntó, en cuanto el monje acabó de rezar. Ya me enfrenté muchas veces con la muerte, defendí a los débiles, sé que no tengo nada de qué avergonzarme, sin embargo, al verlo meditando, he sentido que mi vida no tenía la menor importancia.
—Espera. En cuanto haya atendido a todos los que me buscaron hoy, te daré la respuesta.
Durante el día entero el samurái se quedó sentado en el jardín del templo, viendo cómo las personas entraban y salían en busca de consejos. Vio cómo el monje atendía a todos con la misma paciencia y la misma sonrisa luminosa en su rostro. Pero su estado de ánimo iba de mal en peor, pues había nacido para actuar, no para esperar.
Por la noche, cuando ya todos se habían ido, él insistió:
—¿Puede enseñarme ahora?
El maestro le invitó a entrar y lo condujo hasta su habitación. La luna llena brillaba en el cielo, y todo el ambiente inspiraba una profunda tranquilidad.
—¿Estás viendo esta luna?, qué bonita es. Cruzará todo el firmamento y mañana el sol volverá a brillar. Solo que la luz del sol es mucho más fuerte, y consigue mostrar los detalles del paisaje que tenemos ante nuestros ojos: árboles, montañas, nubes... He contemplado a los dos durante años y nunca escuché a la luna preguntarse “¿por qué no tengo el mismo brillo que el sol? ¿Será porque soy inferior a él?
—Claro que no, respondió el samurái. —La luna y el sol son dos cosas diferentes y cada una tiene su propia belleza. No podemos compararlos entre sí.
—Entonces, ya sabes la respuesta. Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello en lo que cree y haciendo lo posible para mejorar este mundo, el resto es solo apariencias. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

sábado, 16 de enero de 2016

El sentido de la verdad: En otras facetas

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios, sino aquello que permite la libertad del ser humano”.

Como ya escribí aquí cierta vez, la verdad siempre ha presentado muchas facetas, y en su nombre la humanidad ha cometido algunos de sus peores crímenes. Se destruyó la cultura de muchas civilizaciones y los que buscaban un camino diferente fueron marginados. Uno de ellos en nombre de la “verdad” terminó crucificado; pero antes de morir nos dejó la gran definición de la verdad.
Ella no es lo que nos da certezas, ni profundidad, ni nos hace sentir mejor que otros. No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios, sino aquello que permite la libertad del ser humano.
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, dijo Jesús. A continuación, algunas reflexiones al respecto.

Qué es la verdad

Leí en el diario español La Vanguardia la siguiente noticia:
“¿Qué es la verdad? El presidente del tribunal español, de ese entonces, debía averiguar cuál de las versiones de estupro ofrecidas por la víctima, la niña J., de 11 años, era la más próxima a la realidad. Los abogados que asistían al interrogatorio no creían que ella pudiera evitar las contradicciones en su declaración.
En cierto momento el juez hizo una pregunta de carácter casi filosófico: ¿Qué es la verdad? ¿Es aquello que tú te imaginas o lo que te pidieron que contaras?
La niña se detuvo un minuto, pero enseguida respondió:
“La verdad es el mal que me hicieron”.
El abogado, un jurista de reconocido prestigio, dijo que esta fue una de las definiciones más brillantes que escuchó en toda su carrera.

La verdad y los otros

“Cuando mires a tus compañeros, procura verte a ti mismo”, dijo el maestro japonés Okakura Kakuso.
¿Pero esto no es egoísmo? –preguntó el discípulo.
Vemos la maldad en los otros, porque conocemos la maldad a través de nuestro propio comportamiento. Nunca perdonamos a aquellos que nos hieren, porque creemos que jamás seríamos perdonados. Decimos la verdad dolorosa al prójimo porque la queremos esconder de nosotros mismos. Nos refugiamos en el orgullo para que nadie pueda ver nuestra fragilidad.
Por eso, siempre que estés juzgando a tu hermano, ten conciencia de que eres tú mismo quien está ante el tribunal.

Dónde está la verdad

“Algunos discípulos viven preguntándome siempre dónde está la verdad”, dijo Maal-El. “Entonces, cierto día, decidí señalar hacia una dirección cualquiera, intentando mostrar que lo importante es recorrer un camino, y no quedarse pensando sobre él.
“En vez de mirar hacia la dirección que yo señalaba, el hombre que me había hecho la pregunta comenzó a examinar mi dedo, intentando descubrir dónde la verdad estaba escondida.
“Cuando las personas buscan un maestro, deberían estar buscando experiencias que puedan ayudarlas a evitar ciertos obstáculos. Pero, desgraciadamente, la realidad es otra: están usando la ley del menor esfuerzo, intentando encontrar respuestas para todo”.
“Quien acepta, sin preguntas, las verdades de su maestro, jamás encontrará su camino”. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

viernes, 15 de enero de 2016

Cerrando capítulos: La vida debe continuar

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse”.

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo?, ¿se acabó tu relación?, ¿ya no vives más en esa casa?, ¿debes irte de viaje?, ¿la relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste ya a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse.
No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!.
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir solo lo que tenemos en el presente...
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú... Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿necesidad de aclaraciones?, ¿palabras que no se dijeron?, ¿silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, sino déjalos ir, cierra capítulos. Di a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí­ en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver.
Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

sábado, 2 de enero de 2016

El guerrero de la luz: Y el año nuevo

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

El guerrero vivió todos los días del año que acaba de pasar, y aun habiendo perdido grandes batallas, sobrevivió, aún está aquí. Eso ya es una victoria”.

Saber esperar

El guerrero de la luz necesita tiempo para sí mismo. Y dedica este tiempo al descanso, a la contemplación, y al contacto con el alma del mundo. Incluso en mitad de un combate, él consigue meditar.
En ciertas ocasiones, el guerrero se sienta, se relaja, y deja que todo lo que ocurre a su alrededor simplemente continúe ocurriendo. Lo mira todo lo que le rodea como un espectador, sin pretender crecer o disminuir, tan solo entregándose sin resistencia al movimiento de la vida. Poco a poco, todo lo que parecía complicado empieza a simplificarse. Y el guerrero se alegra.

Descubriendo el objetivo

Cuando alguien quiere algo, el Universo entero conspira a su favor. El guerrero de la luz lo sabe bien.
Por esta razón, es muy cuidadoso con sus pensamientos. Escondidos bajo algunas capas de buenas intenciones, se encuentran los deseos que nadie se atreve a reconocer: la venganza, la autodestrucción, la culpa, el miedo a la victoria, la alegría macabra con las tragedias ajenas...
El Universo no juzga: conspira a favor de lo que deseamos. Por eso, el guerrero tiene el valor necesario para encarar las sombras de su alma, y procura iluminarlas con la luz del perdón.
El guerrero de la luz es señor de sus pensamientos.

Comprendiendo la rutina

A veces el camino del guerrero pasa por periodos de rutina. Entonces él aplica una de las enseñanzas de Nachman de Bratislava: “Si no consigues concentrarte, o cierto día estás irritado, basta con que repitas una misma y sencilla palabra, pues esto le hace bien al alma. No digas nada más, limítate a repetir esta palabra sin parar, incontables veces. Dicha palabra acabará perdiendo su sentido, para a continuación ganar un nuevo significado. Dios abrirá las puertas, y tú acabarás empleando esta simple palabra para decir todo lo que querías”.
Cuando se ve forzado a repetir la misma tarea varias veces, el guerrero utiliza esta táctica, transformando su trabajo en oración.

Celebrando el año que termina

El guerrero vivió todos los días del año que acaba de pasar, y aun habiendo perdido grandes batallas, sobrevivió, aún está aquí. Eso ya es una victoria. Una victoria que costó momentos difíciles, noches de dudas, interminables días de espera. Desde los tiempos más remotos, celebrar un triunfo forma parte del propio ritual de la vida.
Los compañeros presencian la alegría del guerrero de la luz, y piensan: “¿Por qué lo hace? Puede decepcionarse en su próximo combate. Puede atraer la furia del enemigo”. Pero el guerrero conoce el motivo de su gesto.
Él se beneficia del mejor regalo que la victoria puede darle: la confianza.
El guerrero celebra el año que termina, para tener más fuerzas en las batallas futuras. (O)
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista
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