La mascota del blog

domingo, 30 de junio de 2013

Cuentos de aprendizaje: Pasión, fe y concentración

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“La sociedad se empeña en minimizar el sentido de esa palabra (pasión), pero nosotros debemos luchar para mantenerla viva”.

 El cuento

El yogui Raman era un verdadero maestro en el arte del arco y la flecha. Cierta mañana invitó a su discípulo más querido a presenciar una demostración de su talento. El discípulo ya había visto aquello más de cien veces, pero, de todas formas, obedeció a su maestro.
Se dirigieron al bosque que había junto al monasterio. Al llegar frente a un viejo roble, Raman tomó una de las flores que llevaba en el collar, y la puso en una de las ramas del árbol.
A continuación, abrió su alforja y extrajo tres objetos: un magnífico arco de madera preciosa, una flecha y un pañuelo blanco con bordados de color lila.
El yogui entonces se situó a cien pasos del árbol, se volvió hacia su blanco y le pidió al discípulo que le vendase los ojos con el pañuelo.
El discípulo hizo lo que el maestro le había ordenado.
–¿Cuántas veces me has visto practicar el noble y antiguo deporte del arco y la flecha? –preguntó.
–Todos los días –respondió el discípulo–. Y siempre lo vi acertar la rosa, a una distancia de trescientos pasos.
Con los ojos tapados por el pañuelo, el yogui Raman afianzó los pies en el suelo, tensó el arco con toda su energía y, apuntando hacia la rosa colocada en una de las ramas del roble, disparó.
La flecha cortó el aire, provocando un silbido agudo, pero sin dar en el árbol, fallando por una distancia vergonzosa.
–¿Le he dado? –preguntó Raman, quitándose el pañuelo que le cubría los ojos.
–No. Ha fallado el tiro, y por bastante –respondió el discípulo–. Yo pensaba que iba a mostrarme el poder del pensamiento y su capacidad para hacer magia.
–Te voy a dar la lección más importante sobre el poder del pensamiento –respondió Raman–. Cuando quieras una cosa, concéntrate solo en ella: nadie jamás será capaz de dar en un blanco que no consigue ver.

El hecho

El periodista francés Frédéric Lenoir le pregunta al sociólogo ateo Jacques Ellul si es posible vivir en una sociedad en la que se ignore por completo la idea de religión.
Ellul responde: “Nosotros podemos decir: Si Dios no existe, entonces no hay por qué preocuparse por la religión”. No obstante, permanece el problema del sí. No hay quién garantice que Dios existe, pero tampoco quién pueda negar su existencia. La opción espiritual pasa a ser una apuesta”.

La reflexión

De Robin Sharma (en El monje que vendió su Ferrari): Existe una sencilla palabra que sintetiza todo el sentido de la vida: pasión.
Debemos llevarla siempre grabada en la frente, todos los minutos del día, porque el fuego sagrado de la pasión es el combustible más potente para nuestros sueños. La sociedad se empeña en minimizar el sentido de esa palabra, pero nosotros debemos luchar para mantenerla viva.
Si queremos tener una vida miserable, debemos renunciar a las cosas que nos apasionan, y pasar a trabajar por obligación.
No me estoy refiriendo a la pasión romántica –aunque también sea importante para una existencia inspirada– sino a permitir que el entusiasmo penetre en todo lo que hacemos. Cuando tal cosa sucede, no pensamos en el pasado ni en el futuro: pensamos en lo que estamos viviendo en ese preciso instante.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 23 de junio de 2013

Cuentos de humildad: La vida y la muerte

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“A nuestros hijos y nietos, contémosles las maravillas que vimos, los peligros por los que pasamos. Ellos también nacerán y morirán, contarán sus historias a sus descendientes, y la caravana aún no habrá llegado a su destino”.

Los cuentos

En el monasterio de Sceta, cierto día, el abad Lucas reunió a los frailes para el sermón.
–Que jamás se os recuerde– dijo.
–Pero, ¿por qué?– repuso uno de los hermanos.
–¿Acaso nuestro ejemplo no puede ser de ayuda para alguien que lo necesite?
–En el tiempo en que todo el mundo era justo, nadie prestaba atención a las personas ejemplares– respondió el abad.
–Todos –continuó– ofrecían a sus hermanos lo mejor de sí mismos sin pretender con eso estar cumpliendo su deber. Amaban al prójimo porque entendían que esto formaba parte de la vida, y no hacían nada en particular para respetar la ley de la naturaleza. Compartían sus bienes para no tener que acumular más de lo que podían cargar, ya que los viajes duraban la vida entera. Vivían juntos en libertad, dando y recibiendo, sin exigir nada ni culpar a nadie. Por eso nadie contaba sus hechos, y por eso no nos llegaron sus historias.
-¡Ojalá pudiéramos conseguir lo mismo en el presente! Hacer del bien una cosa tan común, que no hubiese necesidad de exaltar a aquel que lo practicase.

Arreglando el mundo

El padre intentaba leer el periódico mientras su hijo pequeño no dejaba de molestarlo. Ya cansado de las interrupciones, arrancó una hoja –que mostraba un mapamundi– la rasgó en varios pedazos, y se la entregó al niño.
–Listo, ya tienes algo que hacer. Acabo de darte un mapa del mundo, y quiero ver si consigues montarlo exactamente como es.
Volvió a leer el periódico, sabiendo que esto mantendría ocupado al niño durante el resto del día. Sin embargo, quince minutos después el chiquillo volvió con el mapa.
–¿Tu madre ha estado enseñándote geografía?– preguntó el padre, atónito.
–Yo ni sé lo que es eso– respondió el niño–. Lo que pasa es que por el otro lado de la hoja estaba la foto de un hombre. Y después de conseguir arreglar al hombre fue bien fácil arreglar el mundo.

El hecho

Zilu le preguntó a Confucio (filósofo chino que vivió en el siglo VI a.C.):
–¿Puedo saber lo que piensa usted sobre la muerte?
–Poder, puedes– respondió Confucio–. Pero, si aún no comprendes la vida, ¿por qué quieres saber sobre la muerte? Para reflexionar sobre ella, mejor espera a que la vida ya haya terminado.

La reflexión

Loren Eiseley (en El alma del mundo(de Phil Cousineau):
“¿A través de cuántas dimensiones deberemos pasar, y cuántas formas de vida tendremos que atravesar en esta existencia?”. “¿Cuántos caminos el hombre ha de recorrer hasta alcanzar la meta que eligió?”.

“El viaje es difícil, largo, a veces imposible”. De todas formas, conozco a pocas personas que se detuvieran ante estas dificultades. Entramos en el mundo sin saber bien lo que ocurrió en el pasado, cuáles fueron las consecuencias de esto, ni qué nos reserva el futuro. Es como si nuestros padres estuvieran en una caravana, y de repente nosotros nacemos, en medio del recorrido.
“Procuremos viajar lo más lejos que podamos”. Pero, mirando el paisaje a nuestro alrededor, entendamos que no será posible verlo ni aprenderlo todo.
“Lo que nos resta es recordar todo sobre nuestro viaje, de manera que podamos contar historias”
A nuestros hijos y nietos, contémosles las maravillas que vimos, los peligros por los que pasamos. Ellos también nacerán y morirán, contarán sus historias a sus descendientes, y la caravana aún no habrá llegado a su destino.
Texto retirado de: La Revista 

miércoles, 19 de junio de 2013

En la arena de la evolución

Bajo la infección mental del pesimismo, te dices, algunas veces, irremediablemente, cansado, frente a la lucha y proclamas, tantas veces, desanimado y desesperado, que la Tierra se convirtió en un charco de putrefacción; que la sociedad es un juego de mascaras; que la honestidad fue desterrada del mundo; que los malos tripudian, impunes, sobre el amor de los buenos; que la crueldad es norma de vida; que diversos cataclismos cayeron en el horizonte, incendiando la atmósfera de la que los hombres se nutren y dices desalentado que te apartaste de la confianza, que perdiste la fe; que no tornarás al placer de servir; que no te inclinarás ti corazón al culto del amor y que te retirarás de la arena como el soldado rebelde, huyendo de la propia lucha.
Entre tanto, al contrario de tu asertiva, la Eterna providencia no duda de nuestra alma y nos renueva, cada día, la oportunidad de crecimiento y sublimación. Cada mañana, vuelves al cuerpo que soporta tu intemperancia y recibes la bendición del sol que te invita al trabajo, la palabra del amigo que te induce a la esperanza, el apoyo constante de la Naturaleza, el reencuentro con los desafectos para que aprendas a convertirlos en lazos de belleza y harmonía, sobretodo, la gracia de luchar, por tu propio mejoramiento, a fin de que el tiempo te yerga a la victoria del Bien.
No te rindas, por tanto, al derrotismo y a la duda que te lanzan en la sombras, porque, más allá del tormento al que el hombre se lanza, temeroso e imprevisor, Dios permanece en paz, encendiendo las estrellas y uniendo las gotas de agua para que todos podamos elevarnos de los abismos de las tinieblas para las Cimas de la Luz.
Dictado por el espíritu: Emmanuel
Extraído del libro "
Alma y Luz"

Pintura de: Stanka Kordic
Tomada del blog TODO POR EL ARTE
Texto retirado de: Luz Espiritual

domingo, 16 de junio de 2013

Sabiduría china: Lecciones de los maestros

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Si tus hijos son perezosos, no se merecen tu herencia. Si son trabajadores, no la necesitan. Por lo tanto, úsala para obtener los placeres que tu vejez se merece”.
 Tendemos a creer en la famosa ley de Murphy: “Si alguna cosa puede salir mal, sin duda saldrá mal”. Jean Claude Carrière, en su libro El círculo de los mentirosos, cuenta una interesante historia al respecto:

El pan que cayó del lado equivocado

Un hombre tomaba distraídamente su desayuno. De repente, la rebanada de pan que acababa de untar con mantequilla se le cayó al suelo.
Cuál no sería su sorpresa al advertir que ¡el lado de la mantequilla había quedado vuelto hacia arriba! Aquello era un milagro. Animado, les contó a sus amigos el fenómeno y todos se quedaron asombrados pues, como todo el mundo sabe, cuando el pan se cae, lo hace siempre con el lado de la mantequilla hacia abajo.
–Tal vez seas un santo –le dijo uno–, y estés recibiendo una señal de Dios.
La historia enseguida se extendió por la pequeña población, y todos se pusieron a discutir animadamente el episodio. Como nadie encontraba una explicación convincente, buscaron a un maestro que vivía en los alrededores, y le contaron el acontecimiento.
El maestro pidió una noche para rezar, reflexionar, y pedir inspiración divina. Al día siguiente, todos acudieron a él, ansiosos por escuchar la respuesta.
–La solución es muy sencilla –dijo el maestro–. En realidad, el pan cayó al suelo exactamente como debía caer. La mantequilla es la que estaba en el lado equivocado.

El matador de dragones

Zhuangzi, un célebre autor chino, cuenta la historia de Zhu Pingman, que quiso buscar un maestro que le enseñase la mejor manera de matar dragones.
El maestro entrenó a Pingman durante diez años seguidos, hasta que este consiguió adquirir perfectamente la técnica más sofisticada para matar dragones.
Desde entonces, Pingman pasó el resto de su vida buscando dragones con la intención de mostrar a todo el mundo su habilidad, solo que, para su gran decepción, jamás encontró uno.
El autor de la historia comenta: “todos nosotros nos preparamos para matar dragones, y acabamos siendo devorados por las hormigas de los detalles, a las que nunca prestamos atención”.

Proverbios chinos

A muchos lectores les gustó la columna en la que reproduje algunos proverbios persas. Dejo aquí una selección de proverbios chinos para animar nuestra semana (de Les proverbes chinois, de Bernard Ducourant):
El oro no pertenece al avaro; es el avaro el que pertenece al oro. (Anónimo)
La mujer infiel tiene el alma llena de remordimientos; la fiel tiene el alma llena de arrepentimientos. (Anónimo)
Si tus hijos son perezosos, no se merecen tu herencia. Si son trabajadores, no la necesitan. Por lo tanto, úsala para obtener los placeres que tu vejez se merece. (Anónimo)
Para conocer a un hombre: observa cómo actúa, descubre lo que busca, examina lo que lo hace feliz. (Confucio)
El tesoro mejor guardado es el que está donde todos pueden verlo. (I Ching)
Es preferible decir cien veces “no” a decir una vez “sí” y no cumplir la palabra. (Anónimo)
Quien no sabe sonreír, no debe abrir una tienda. (Anónimo)
El que pregunta, es bobo durante cinco minutos. El que no pregunta es bobo para siempre. (Confucio)
Texto retirado de: La Revista 

domingo, 9 de junio de 2013

Acciones responsables: Para estar alertas

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Pocos eran capaces de actuar así, pero estos pocos daban a todos la mayor de las lecciones: a un hombre se le puede arrebatar todo, excepto su libertad de escoger –cualesquiera que sean las circunstancias– la manera como le parece que debe actuar”.
Camino por la calle. Hay un agujero en la acera. Estoy distraído, pensando en mis cosas, y caigo dentro. Me siento perdido, infeliz, incapaz de pedir ayuda. No ha sido culpa mía, sino de quien cavó allí ese agujero. Me enfado, me desespero, soy una víctima de la irresponsabilidad de los demás, y me quedo mucho tiempo allí dentro.
Camino por la calle. Hay un agujero en la acera. Finjo que no lo veo: no es problema mío. Caigo dentro una vez más. No me puedo creer que ha vuelto a ocurrirme esto: tenía que haber aprendido la lección y haber mandado a alguien para tapar el agujero. Me quedo mucho tiempo allí dentro.
Camino por la calle. Hay un agujero tapado. Lo veo. Sé que está ahí, porque ya he caído en él dos veces. No obstante, soy una persona habituada a realizar siempre el mismo trayecto. De manera que caigo por tercera vez. Es la costumbre.
Camino por la calle. Hay un agujero en la acera. Lo evito rodeándolo. Justo después de pasar, escucho a alguien gritando –debe haber caído en ese agujero. Cortan el paso por esta calle, y no puedo proseguir.
Camino por la calle. Hay un agujero en la acera. Pongo unas tablas encima. Puedo continuar mi camino, y nadie volverá a caer nunca ahí.

Rumbo a la feria del libro de Chicago

Iba yo de Nueva York a Chicago, rumbo a la feria del libro de la American Booksellers Association, cuando, de repente, un muchacho puesto en pie en medio del pasillo del avión se dirige a los pasajeros:
–Necesito doce voluntarios. Cada uno va a llevar una rosa, cuando aterricemos.
Varias personas levantaron la mano. Yo también la levanté, pero no fui elegido.
De todas maneras decidí acompañar al grupo. Bajamos, el joven señaló a una muchacha que se encontraba en el vestíbulo del aeropuerto de O’Hare. Uno a uno, los pasajeros le fueron entregando las rosas a la chica. Al final, el joven le pidió que se casara con él en frente de todo el mundo, y ella aceptó.
Un auxiliar de vuelo me comentó:
–Desde que trabajo aquí esto es lo más romántico que he visto en este aeropuerto.

De la esencia del perdón

Uno de los soldados de Napoleón cometió un crimen –la historia no dice cuál– y fue condenado a muerte.
En la víspera del fusilamiento, la madre del soldado fue a implorar por la vida de su hijo.
–Señora, lo que su hijo hizo no merece clemencia– repuso Napoleón.
–Lo sé –dijo la madre–. Si la mereciese, ya no sería propiamente un perdón. Perdonar es la capacidad de ir más allá de la venganza o la justicia.
Al oír estas palabras, Napoleón conmutó la pena de muerte por el exilio.

El derecho de elegir

El Dr. Víctor Frankl, superviviente del campo de concentración de Auschwitz, escribió en su diario:
“Los que han vivido en estos lugares de muerte aún consiguen recordar que, durante la noche, algunos de los que estaban allí iban de tienda en tienda, confortando a los más desesperados, y muchas veces ofreciendo un pedazo de pan o de patata que había sobrado.
“Pocos eran capaces de actuar así, pero estos pocos daban a todos la mayor de las lecciones: a un hombre se le puede arrebatar todo, excepto su libertad de escoger –cualesquiera que sean las circunstancias– la manera como le parece que debe actuar”.
Textos adaptados de Portia Nelson (en Stories for the Heart).
Texto retirado de: La Revista 

domingo, 2 de junio de 2013

El mundo: Hablan los hechiceros mexicanos

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Existe siempre un acontecimiento en nuestras vidas que es el responsable por el hecho de que hayamos detenido nuestro progreso. Un trauma, una derrota especialmente amarga, una desilusión amorosa...”.
La gran mayoría de las tradiciones espirituales existentes en las Américas antes de la llegada de Colón, han conseguido –¡milagro de milagros!– preservar sus raíces. O sea, fueron más fuertes que las civilizaciones existentes en su territorio, que pronto sucumbieron a sus conquistadores. Entre ellas, el chamanismo mexicano, aún practicado por muchas tribus locales, es una de las más estudiadas; varios antropólogos han hecho estudios sobre cómo los hechiceros entendían la presencia de Dios y la búsqueda espiritual.
La ausencia de la historia personal. Para que los ritos mágicos consigan pasar de generación en generación, el hechicero, o chamán, debe olvidar todo aquello que aprendió antes de iniciarse en la magia. Según la tradición, un hombre o una mujer preso a su pasado termina dejándose gobernar por la manera de pensar de sus padres o de la sociedad en que vive. Por eso, todo iniciado escoge un nuevo nombre y procura desprenderse de los recuerdos, buenos o malos.
El proceso de olvido. Para poder abandonar la historia que vivió, el hechicero pasa meses seguidos recordando en los menores detalles cada uno de los  sucesos de su vida. Algunas tradiciones piden que pase  largas horas contando en voz alta ante un vaso lleno de agua todo lo que sucedió en cada encuentro con cada persona; así la experiencia sale de la memoria y se va al agua – que  después es arrojada a un río. De esta manera la cabeza queda vacía, y puede  comenzar a ser llenada con nuevas cosas.
El silencio interior. Una vez libre de sus pensamientos antiguos, el hechicero se concentra en el silencio interior, y espera que los espíritus comiencen a contar la verdadera historia del universo. Este silencio, junto con la ausencia de recuerdos, proporciona al hechicero la sensación de libertad total que necesita para entender un mundo nuevo.
La tela. Cuando comienza a entender su nuevo universo, él entra en una especie de trance y “ve” que todo a nuestro alrededor es una gigantesca tela de filamentos luminosos, totalmente conectados –o sea, que todo es una cosa sola–, y forma parte de la misma energía. A veces, estos filamentos luminosos se condensan bajo la forma de huevo, es decir, allí está el alma del ser humano.
El encuentro con el poder. Contemplando a su propio huevo de luz, el hechicero nota un punto, que debe encajarse con los filamentos luminosos capaces de conducir la energía del poder. Esta, aun cuando pueda ser  usada por el hechicero, no puede ser manipulada; él tiene que saber conducirla suavemente para su aprendizaje. Acercarse a este punto exige silencio, meditación y perseverancia.
La energía negativa. Algunos de estos hilos de luz conducen fluidos destructores, emitidos por otros hechiceros, que no buscan el conocimiento, sino el control de las almas ajenas.
El  “acomodador”. Existe siempre un acontecimiento en nuestras vidas que es el responsable por el hecho de que hayamos detenido nuestro progreso. Un trauma, una derrota especialmente amarga, una desilusión amorosa, termina haciendo que nos acobardemos y no sigamos adelante. El xamán, en su proceso de olvido de su historia personal, necesita librarse de este punto condicionante en primer lugar.
Para los hechiceros mexicanos (y algunas corrientes budistas), la muerte entra por la región próxima al ombligo. Allí el “huevo de luz” se deshace y los filamentos allí concentrados se mezclan con la energía del universo, hasta reagruparse bajo otra forma.
Texto retirado de: La Revista 
Blog Widget by LinkWithin