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domingo, 30 de marzo de 2014

En todo momento: Estatutos de vida

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Todo ser humano tiene una leyenda personal que cumplir, y esta es su razón de estar en este mundo. La leyenda personal se manifiesta por medio del entusiasmo que se pone en la tarea”.
1. Todos los hombres son diferentes. Y deben hacer lo posible por continuar siéndolo.
2. A todo ser humano le fueron concedidas dos maneras de proceder: la acción y la contemplación. Ambas llevan al mismo lugar.
3. A todo ser humano le fueron concedidas dos cualidades: el poder y el don. El poder dirige al hombre al encuentro con su destino; el don lo obliga a compartir con los otros lo mejor de sí mismo.
4. A todo ser humano le fue dada una virtud: la capacidad de escoger. Aquel que no utiliza esa virtud la transforma en una maldición y otros escogerán por él.
5. Todo ser humano tiene derecho a dos bendiciones, a saber: la bendición de acertar y la bendición de equivocarse. En el segundo caso, siempre existe un aprendizaje que lo guiará hacia el buen camino.
6. Todo ser humano tiene un perfil sexual propio, y debe vivirlo sin culpa siempre que no obligue a otros a seguirlo.
7. Todo ser humano tiene una leyenda personal que cumplir, y esta es su razón de estar en este mundo. La leyenda personal se manifiesta por medio del entusiasmo que se pone en la tarea.
Párrafo único: se puede abandonar durante cierto tiempo la leyenda personal siempre que esta no se olvide, y se vuelva a ella en cuanto sea posible.
8. Todo hombre tiene su lado femenino y toda mujer tiene su lado masculino. Es necesario usar la disciplina con intuición y usar la intuición con objetividad.
9. Todo ser humano necesita conocer dos lenguajes: el lenguaje de la sociedad y el lenguaje de las señales. Uno sirve para la comunicación con los otros. El otro sirve para entender los mensajes de Dios.
10. Todo ser humano tiene derecho a buscar la alegría, y se entiende por alegría algo que lo hace feliz, no necesariamente aquello que hace felices a los demás.
11. Todo ser humano debe mantener viva dentro de sí la sagrada llama de la locura. Y debe comportarse como una persona normal.
12. Son consideradas faltas graves apenas las siguientes: no respetar el derecho del prójimo, dejarse paralizar por el miedo, sentirse culpable, creer que uno no se merece lo bueno ni lo malo que le ocurre en la vida, y ser cobarde.
Párrafo 1: amaremos a nuestros enemigos, pero no estableceremos alianzas con ellos. Fueron puestos en nuestro camino para probar nuestra espada, y merecen el respeto de nuestra lucha.
Párrafo 2: escogeremos a nuestros enemigos.
13. Todas las religiones llevan al mismo Dios, y todas merecen el mismo respeto.
Párrafo único: un hombre que escoge una religión también está escogiendo una manera colectiva de adorar y compartir los misterios. Sin embargo, él es el único responsable de sus actos en el camino, y no tiene derecho a delegar en la religión la responsabilidad de sus decisiones.
14. Queda decretado el fin del muro que separa lo sagrado de lo profano: a partir de ahora todo es sagrado.
15. Todo lo que se hace en el presente afecta al futuro como consecuencia, y al pasado como redención.
16. Se revocan las disposiciones que entren en contradicción con las anteriores.

Texto retirado de: La Revista

domingo, 23 de marzo de 2014

Buenos ejemplos: Para todos los días

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Yo lo perdoné, pero él siguió odiándome desde el fondo de su corazón”, dijo el rabino. Por eso, su odio fue contaminando todo lo que hacía, y el castigo de Dios se hizo aún más duro de lo que ya era".

Al borde de la muerte

A mediados de 1970, cuando estaba a punto de terminar su doctorado en física, el científico Ste-phen Hawking –que ya entonces sufría una enfermedad que lo iba paralizando– escuchó de boca de un médico que le quedaban dos años de vida. “En ese caso procuraré entender el Universo, puesto que ya no voy a necesitar pensar en cuestiones como la jubilación o las cuentas por pagar”, reflexionó.
Como la enfermedad progresaba rápidamente, se vio obligado a crear fórmulas simples para explicar –en el menor tiempo posible– todo lo que pensaba. Pasaron dos años y medio, y después transcurrieron otros treinta años, y Hawking continúa vivo. Consigue comunicar sus ideas abstractas a través de un pequeño ordenador acoplado a su silla de ruedas que dispone de apenas quinientas palabras diferentes. Escribió el clásico Breve historia del tiempo, y fue el responsable de una nueva visión de la física moderna.
La enfermedad, en lugar de conducirlo a la invalidez total, lo forzó a descubrir una nueva manera de raciocinio.

Comprendiendo el valor del perdón

El rabino Nahum de Chernobyl vivía siendo ofendido constantemente por un comerciante. Un día los negocios de este último comenzaron a andar muy mal. “Debe de ser el rabino, que está pidiendo venganza a Dios”, pensó. Y fue a pedir disculpas a Nahum.
!Yo te perdono con el mismo espíritu que tú me has perdonado!, respondió el rabino.
Pero las pérdidas de aquel hombre continuaron creciendo cada vez más, hasta quedar completamente arruinado. Los discípulos de Nahum, horrorizados, fueron a preguntarle sobre lo ocurrido.
“Yo lo perdoné, pero él siguió odiándome desde el fondo de su corazón”, dijo el rabino. Por eso, su odio fue contaminando todo lo que hacía, y el castigo de Dios se hizo aún más duro de lo que ya era.

Las fallas de Valencia

Las fallas de Valencia (España) tienen un curioso ritual, cuyo origen está en el antiguo gremio de los carpinteros. A lo largo del año, artesanos y artistas construyen gigantescas esculturas de madera. En la semana de la fiesta llevan estas esculturas al centro de la plaza principal: la gente pasa, comenta, se maravilla y conmueve frente a tanta creatividad.
Entonces, en el día de San José, todas estas obras de arte, salvo una, arden en una gigantesca hoguera, ante los ojos de miles de curiosos.
“¿Para qué tanto trabajo en balde?”, preguntó una inglesa a mi lado, mientras las inmensas llamaradas se elevaban hacia al cielo.
“Usted también dejará de existir un día”, respondió una española. “¿Se imagina que, en ese momento, un ángel preguntase a Dios para qué tanto trabajo en balde?”.

Texto retirado de: La Revista

domingo, 16 de marzo de 2014

Un diario inexistente: Recordar y crecer

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“También nosotros, en nuestro crecimiento y constante mutación, pasamos por diversas etapas: tenemos que aprender a reconocerlas, en lugar de criticar la lentitud de nuestros cambios”.

Madrid, España

Llego a Madrid a las 8 de la mañana. Voy a permanecer aquí solo algunas horas: de nada sirve telefonear a los amigos ni quedar para verlos. Decido caminar a solas por lugares que me gustan, y termino fumando un cigarrillo en un banco del parque del Retiro.
-Parece que no estás aquí –dice un anciano, sentado a mi lado.
-Estoy aquí –le respondo-. Solo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Nosotros dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que ha bebido más de la cuenta y está fingiendo que baila flamenco.
-Aprovecha –dice el anciano–. Pero no olvides que el recuerdo es como la sal: la cantidad adecuada hace más sabrosa la comida, pero si exageramos, acabamos con el plato. Quien vive mucho en el pasado, termina sin presente para recordar.

Vuelo de Belgrado a Barcelona

En el periódico, un texto que recorto y meto en la maleta de mano. El autor es Timothy Gallaway:
«Cuando plantamos un rosal, vemos que pasa mucho tiempo durmiendo bajo la tierra, pero nadie se atreve a criticarlo diciendo: “Tú no tienes raíces profundas” o “Te falta entusiasmo en tu relación con el campo”. Muy por el contrario, nosotros lo tratamos con paciencia, agua y abono.
»Cuando la semilla se transforma en plantón, a nadie le pasa por la cabeza condenarlo por frágil, inmaduro, o por ser incapaz de ofrecernos inmediatamente las rosas que estamos esperando. Todo lo contrario: nos maravillamos con el proceso del nacimiento de las hojas, seguidas de los capullos, y, cuando las flores aparecen, nuestro corazón se llena de alegría.
»Sin embargo, la rosa es la rosa desde el momento en que ponemos la semilla en la tierra hasta el instante en que, pasado su periodo de esplendor, acaba marchitándose y muriendo. En cada etapa por la que pasa –semilla, brote, capullo, flor– expresa lo mejor de sí misma.
»También nosotros, en nuestro crecimiento y constante mutación, pasamos por diversas etapas: tenemos que aprender a reconocerlas, en lugar de criticar la lentitud de nuestros cambios».

Brissac, Francia

Durante mi estancia en el castillo alquilado por una revista brasileña, un periodista de la región vino a entrevistarme. En medio de la conversación, presenciada por otras personas, él quiso saber:
-¿Cuál ha sido la mejor pregunta que le han hecho?
¿La mejor pregunta? Me parece que ya me habían hecho todas las preguntas, excepto esta que él acababa de dirigirme. Le pido un tiempo para pensar, estudio las muchas cosas que quería decir y nunca quisieron saber. Pero, al final, confieso:
-Creo que es justamente esta. Hubo preguntas que me negué a responder, otras que me permitieron hablar sobre temas interesantes, pero esta es la única que no sé cómo responder con sinceridad.
El periodista toma nota. Y dice:
-Voy a contarle una interesante historia. En cierta ocasión, entrevisté a Jean Cocteau. Su casa era una verdadera acumulación de figuritas, cuadros, dibujos de artistas famosos, libros, etc. Cocteau lo guardaba todo, y sentía un profundo amor por cada uno de aquellos objetos. Fue entonces cuando, en medio de la entrevista, decidí preguntarle: “Si esta casa se incendiase de repente y solo pudiera llevarse consigo una cosa, ¿qué escogería?
-¿Y qué fue lo que Cocteau respondió? –pregunta a Álvaro Teixeira, responsable del castillo en el que estamos, y gran estudioso de la vida del artista francés.
-Cocteau respondió: “Yo me llevaría el fuego”.
Y allí nos quedamos todos, en silencio, aplaudiendo en la intimidad del corazón esta respuesta tan brillante.

Texto retirado de: La Revista

domingo, 9 de marzo de 2014

Durante la vida: Espiritualidad y aventura

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

"El sueño es aquello que nos unirá, en el futuro, con la persona que somos en este instante –joven, y llena de esperanza–. Agarremos, pues, esta bendición con toda la fuerza que podamos. Y trabajemos por ella. De esta manera, puede que envejezcas, pero nunca serás un viejo”.

El primer santo

En uno de los momentos más trágicos de la crucifixión, uno de los ladrones se da cuenta de que el hombre que muere a su lado es el Hijo de Dios. “Señor, acuérdate de mí cuando estés en el Reino de los Cielos”, dice el ladrón. “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso”, le responde Jesús, transformando a un bandido en el primer santo de la Iglesia Católica: San Dimas.
No sabemos por qué razón este hombre, Dimas, fue condenado a muerte. En la Biblia, él confiesa su culpa, diciendo que ha sido crucificado por los crímenes que cometió.
Supongamos que hiciese algo cruel, lo bastante tenebroso como para acabar de esa forma; de todas maneras, en los últimos minutos de su existencia, un acto de fe lo redime y lo glorifica.

Recordemos este ejemplo cuando, por alguna razón, nos creamos incapaces e indignos de tener una vida espiritual.

El uso indebido del piloto automático

Todos sabemos que, dentro del avión, existe un mecanismo llamado piloto automático. Cuando el aparato alcanza determinada altura, el comandante activa el mecanismo, que pasa a hacerse cargo de todos los controles de la cabina.
En la vida de los adultos también ocurre esto: como nuestras actividades se van volviendo cada vez más complejas, hay un momento en el que necesitamos dejar parte de nuestras tareas al piloto automático. Ocurre que este, que habíamos creado para que se encargara de las tareas más penosas, adquiere vida propia, y empieza a interceptar todo lo que llega hasta nosotros. Su radar está conectado, y siempre aleja nuestro avión de todo aquello que no conoce. Por su causa, perdemos por completo el sentido de lo inesperado, de la aventura. Y quien pierde esto, en cierta forma pierde también el sentido de la vida.

Mi amigo escribe una historia

Un amigo mío, Bruno Saint-Casta, trabaja en la implantación de alta tecnología en Europa. Cierta noche, se despertó de madrugada y no logró volver a conciliar el sueño; se sentía forzado a escribir una carta sobre un viejo amigo de adolescencia, al cual había encontrado en Tahití.
Aun sabiendo que tendría que pasar el día siguiente trabajando, Bruno se puso a escribir una historia extraña, en la que dicho amigo, John Salmon, hacía un largo viaje desde la Patagonia hasta Australia. Mientras escribía, sentía una sensación de libertad muy grande, como si la inspiración brotase sin ninguna interferencia.
Nada más terminar de escribir la historia, recibió una llamada telefónica de su madre: ella acababa de enterarse de que John Salmon había muerto.

La reflexión

Un texto que encontré en Internet, y que venía sin el nombre de su autor dice:
La gran defensa contra la vejez es la capacidad que aún tenemos de creer en nuestros sueños.

Nada hay tan real como un sueño: es el camino que existe entre lo que somos y lo que deseamos ser.
La realización de una vida no es el dinero. Ni el poder. Es la alegría.
El sueño es aquello que nos unirá, en el futuro, con la persona que somos en este instante –joven, y llena de esperanza. Agarremos, pues, esta bendición con toda la fuerza que podamos. Y trabajemos por ella. De esta manera, puede que envejezcas, pero nunca serás un viejo.
Texto retirado de: La Revista

domingo, 2 de marzo de 2014

El que resuelve: Puede ser el más responsable

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

El jarrón de porcelana y la rosa

Alessandra Marín es una lectora mía y envió esta bonita historia:
El Gran Maestro y el Guardián compartían la administración de un monasterio zen. Cierto día, el Guardián murió y fue necesario sustituirlo.
El Gran Maestro reunió a todos sus discípulos para elegir al que tendría la honra de trabajar directamente a su lado.
-Voy a presentar un problema –dijo el Gran Maestro- y aquel que consiga resolverlo primero, será el nuevo guardián del templo.
Una vez terminado su cortísimo discurso, puso un banquito en el centro de la sala. Encima había un jarrón de porcelana carísimo, con una rosa roja adornándolo.
-He aquí el problema –dijo el Gran Maestro.
Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los dibujos sofisticados y raros de la porcelana, y la frescura y la elegancia de la flor. ¿Qué era lo que representaba aquello? ¿Qué habría que hacer? ¿Cuál sería el enigma?
Después de algunos minutos, uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos que lo rodeaban, después caminó resueltamente hacia el jarrón, y lo arrojó al suelo, destruyéndolo.
-Tú eres el nuevo Guardián –le dijo el Gran Maestro al alumno.
Nada más volver a su lugar, se explicó:
-Yo fui bien claro: dije que estabais delante de un problema. No importa cuán bello y fascinante sea: un problema tiene que ser eliminado.
»Un problema es un problema; puede ser un jarrón de porcelana muy raro, un bonito amor que ya ha perdido su sentido, un camino que ha de ser abandonado, pero que insistimos en recorrer porque nos da tranquilidad.
»Solo existe una manera de enfrentarse al problema: atacándolo de frente. En esos momentos no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto implica.

Cazando dos zorras

El estudiante de artes marciales se acercó al profesor:
-Me gustaría mucho ser un gran luchador de aikido –dijo-. Pero pienso que debería dedicarme también al judo, para de esta manera conocer muchos estilos de lucha; solo así podré ser el mejor de todos.
-Si un hombre va al campo y empieza a correr detrás de dos zorras al mismo tiempo, va a llegar un momento en que cada una correrá hacia un lado distinto, y se quedará indeciso sobre cuál de las dos debe continuar persiguiendo. Mientras decide, las dos ya estarán lejos, y él habrá perdido su tiempo y su energía. »Quien desea ser un maestro debe elegir apenas una cosa para perfeccionarse. El resto es filosofía barata.

Reflexión

Mauro Salles es uno de los mejores poetas contemporáneos. Su nuevo libro, Recomienzo (editorial Objetiva), es al mismo tiempo un oasis para el alma y un campo de batalla para el espíritu. A continuación, un ejemplo:
El silencio no lleva a Dios, la noche no me transporta hacia lo alto y el ocaso es un convite a la soledad.
En la angustia de los momentos perdidos la desesperación de los minutos sin destino y la implacable certeza de la muerte todo lleva a la nostalgia de ti, tu amarga presencia en la distancia en que procuro olvidarte inútilmente.
Texto retirado de: La Revista
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