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domingo, 27 de julio de 2014

Historias de oraciones: Acercarse a Dios

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Al rezar por todos, estoy uniendo mis preces a las de millares de personas que están ahora pidiendo por sus enfermos. Sumadas, estas voces llegan a Dios y benefician a todos”.

La oración que Dios entendía

En el año de 1502, durante la conquista de América, un misionero español visitaba una isla cerca de México, cuando encontró tres sacerdotes aztecas.
—¿Cómo rezáis vosotros? —preguntó el padre.
Tenemos apenas una oración —respondió uno de los aztecas—. Decimos: “Oh, Dios mío, Tú eres tres, y nosotros somos tres. Ten piedad de nosotros”.
—Es una bella oración, pero Dios no entiende estas palabras. Voy a enseñaros una oración que Dios escucha.
Y antes de proseguir su camino, hizo que los aztecas aprendiesen una oración católica.
El misionero evangelizó varios pueblos, y cumplió su misión con un celo ejemplar. Después de mucho tiempo predicando la palabra de la Iglesia en América, llegó el momento de regresar a España.
En el camino de vuelta, pasó por la misma isla en la que había estado algunos años antes.
Cuando la carabela se aproximaba, el padre vio a los tres sacerdotes, caminando sobre las aguas, y haciendo señales para que la carabela parase.
—¡Padre, padre! —gritaba uno de ellos—. ¡Por favor, vuelve a enseñarnos la oración que Dios escucha, porque no conseguimos recordarla!
—No importa —respondió el misionero, al ver el milagro. Y pidió perdón a Dios, por no haber entendido que Él hablaba todas las lenguas.

Las dos listas

El Día del Perdón (Yom Kyppur), el rabino Elimelekh de Lsensk llevó a sus discípulos al taller de un albañil.
—Fijaos en el comportamiento de este hombre —dijo—. Porque él consigue entenderse bien con Dios.
Sin notar que estaba siendo observado, el albañil terminó sus quehaceres y se acercó a la ventana. Sacó un pedazo de papel del bolsillo, y lo levantó al cielo, diciendo:
—Señor, en esta hoja he escrito la lista de mis pecados. Yo obré mal, y no tengo por qué esconder que te ofendí varias veces. He aquí la lista de todo lo que hice mal.
El albañil metió de nuevo la mano en el bolsillo y sacó otra hoja de papel, levantándola también al cielo:
—Por otro lado, aquí está la lista de tus pecados hacia mí, Señor. Me exigiste más de lo necesario, me hiciste vivir algunos días muy difíciles, y me hiciste sufrir. Si comparamos las dos listas, se ve que estás en deuda conmigo.
»Pero como hoy es el Día del Perdón, Tú me perdonas, y yo te perdono, y continuaremos juntos nuestro camino, libres de culpas.

Rezando por todos

Un labrador con la esposa enferma llamó a un sacerdote budista a su casa. El sacerdote comenzó a rezar pidiendo que Dios curase a todos los enfermos.
Un momento —interrumpió el labrador—. Yo le he pedido que rece por mi esposa, y usted está pidiendo por todos los enfermos; puede acabar beneficiando a mi vecino, que está enfermo también, pero que no me cae nada bien.
Tú no entiendes nada de curas —dijo el monje, alejándose—. Al rezar por todos, estoy uniendo mis preces a las de millares de personas que están ahora pidiendo por sus enfermos. Sumadas, estas voces llegan a Dios y benefician a todos. Divididas, pierden su fuerza, y no llegan a ninguna parte.

Foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 20 de julio de 2014

A veces así toca: Solitario en el camino

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Es necesario aceptar que nuestra alma, aunque sea eterna, está en este momento presa en la tela del tiempo, con sus oportunidades y limitaciones”.

La vida es como una gran carrera en bicicleta, cuya meta es cumplir la Leyenda Personal, aquello que, según los antiguos alquimistas, es nuestra verdadera misión en la Tierra.
En la línea de partida estamos juntos, compartiendo camaradería y entusiasmo. Pero, a medida que la carrera se desarrolla, la alegría inicial cede lugar a los verdaderos desafíos: el cansancio, la monotonía, las dudas sobre la propia capacidad. Nos damos cuenta de que algunos amigos ya desistieron en el fondo de sus corazones; aún siguen corriendo, pero es porque no pueden parar en medio de la pista. Este grupo se va haciendo cada vez más numeroso, con todos pedaleando al lado del coche que acompaña para apoyo, donde conversan entre sí, cumplen con sus obligaciones, pero olvidan las bellezas y desafíos del camino.
Nosotros terminamos por distanciarnos de ellos y entonces estamos obligados a enfrentar la soledad, las sorpresas de las curvas desconocidas, los problemas que pueda crearnos la bicicleta. En un momento dado, después de algunas caídas sin que haya nadie cerca para ayudarnos, terminamos por preguntarnos si vale la pena tanto esfuerzo.
Sí, vale. Se trata solo de no desistir. El padre Alan Jones dice que para que el alma tenga condiciones de superar esos obstáculos necesitamos Cuatro Fuerzas invisibles: amor, muerte, poder y tiempo.
Es necesario amar, porque somos amados por Dios.
Es necesaria la conciencia de la muerte, para entender bien la vida.
Es necesario luchar para crecer, pero nunca dejarse ilusionar por el poder que llega junto con el crecimiento, porque sabemos que él no vale nada. Finalmente, es necesario aceptar que nuestra alma, aunque sea eterna, está en este momento presa en la tela del tiempo, con sus oportunidades y limitaciones. Así, en nuestra solitaria carrera en bicicleta, tenemos que actuar como si el tiempo no existiera, hacer lo posible para valorizar cada segundo, descansar cuando sea necesario, pero continuar siempre en dirección a la luz Divina, sin dejarnos afectar por los momentos de angustia.
Estas Cuatro Fuerzas no pueden ser tratadas como problemas a ser resueltos, ya que están fuera de cualquier control. Tenemos que aceptarlas y dejar que nos enseñen lo que necesitamos aprender.
Vivimos en un Universo que es al mismo tiempo lo suficientemente gigantesco como para rodearnos y lo bastante pequeño como para caber en nuestro corazón. En el alma del hombre está el alma del mundo, el silencio de la sabiduría. Mientras pedaleamos en dirección a nuestra meta, es siempre importante preguntar: “¿Qué hay de bueno en el día de hoy?”. El sol puede estar brillando, pero si la lluvia estuviera cayendo, es importante recordar que eso también significa que las nubes negras se habrán disuelto en breve. Las nubes se disuelven, pero el sol permanece inmutable, y no pasa nunca. En los momentos de soledad es importante recordar eso.
Finalmente, una hermosa plegaria del maestro sufí Dhu’I-Nun (egipcio, fallecido el año 861 a.C.) resume bien la actitud positiva necesaria en estos momentos:
“Oh, Dios, cuando escucho las voces de los animales, el ruido de los árboles, el murmullo de las aguas, el gorjeo de los pájaros, el zumbido del viento o el estruendo del trueno, percibo en todos ellos el testimonio de Tu unidad; siento que Tú eres el supremo poder, la omnisciencia, la suprema sabiduría, la suprema justicia.
“Oh, Dios, Te reconozco en las pruebas que estoy pasando. Permite, Oh, Dios, que Tu satisfacción sea mi satisfacción. Que yo sea Tu alegría, aquella alegría que un Padre siente por un hijo. Y que yo me acuerde de Ti con tranquilidad y determinación, incluso cuando resulte difícil decir “Te amo”.

Foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 13 de julio de 2014

El sapo hervido ¿Quién se siente así?

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Los sapos hervidos no se dan cuenta de que, además de ser eficientes, necesitan ser eficaces. Y para que esto ocurra, existe la necesidad de un continuo crecimiento, con espacio para el diálogo, para la comunicación...”.

El sapo y el agua caliente

Adapto aquí un texto enviado por el abogado Renato Pacca, que atribuye su autoría al gerente de una agencia bancaria de São Paulo:
Varios estudios biológicos demuestran que un sapo colocado en un recipiente con agua de su misma charca, se queda quieto mientras calentamos el agua, aunque esta llegue a hervir. El sapo no reacciona al gradual aumento de temperatura (cambios de ambiente) y muere cuando el agua hierve. Hinchado y feliz.
Sin embargo, otro sapo que sea arrojado en el mismo recipiente con agua ya hirviendo, salta inmediatamente hacia fuera. Medio chamuscado ¡pero vivo!
A veces, somos sapos hervidos. No sentimos los cambios. Nos parece que todo está perfectamente, o que lo que marcha mal terminará pasando –es solo cuestión de tiempo. Estamos a punto de morir, pero seguimos flotando, estables y apáticos, en el agua que se calienta poco a poco. Acabamos muriendo, hinchaditos y felices, sin haber notado cambios en lo que nos rodea.
Los sapos hervidos no se dan cuenta de que, además de ser eficientes (hacer las cosas bien), necesitan ser eficaces (hacer las cosas que tienen que hacerse). Y para que esto ocurra, existe la necesidad de un continuo crecimiento, con espacio para el diálogo, para la comunicación, para compartir y planear, para una relación adulta. El desafío aún mayor está en la humildad de actuar respetando el pensamiento del otro.
Hay sapos hervidos que aún creen que lo fundamental es la obediencia, en lugar de la competencia: manda quien puede, y obedece quien tiene juicio. Y en todo esto, ¿dónde está la vida de verdad? Es mejor salir medio chamuscado de una situación, pero vivos y listos para la acción.

La lección de la mariposa

La lectora Sonaira D’Avila me envía la siguiente historia: Un hombre estaba observando, horas y horas, a una mariposa que se esforzaba por salir de su capullo. Esta logró hacer un pequeño agujero, pero su cuerpo era demasiado grande para pasar por allí. Después de mucho tiempo, pareció que perdía las fuerzas, y se quedó inmóvil.
El hombre, entonces, decidió ayudarla; con unas tijeras, abrió lo restante del capullo, liberándola. Pero su cuerpo estaba encogido, era pequeño, y tenía las alas arrugadas. El hombre continuó observándola, esperando que sus alas se abriesen y levantase el vuelo. Pero no sucedió. La mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo encogido y alas arrugadas, incapaz de volar.
Lo que el hombre –en su gentileza y deseos de ayudar– no comprendía, era que el capullo apretado y el esfuerzo que le es necesario a la mariposa para pasar a través de la abertura, fue el modo que eligió la naturaleza para ejercitarla y fortalecer sus alas.
Algunas veces, un esfuerzo extra es justamente lo que nos prepara para el próximo obstáculo que hemos de enfrentar. Quien se niega a realizar este esfuerzo, o quien recibe una ayuda equivocada, acaba no contando con las condiciones necesarias para vencer la siguiente batalla, y jamás consigue volar hasta su destino.

Sobre el aprendizaje

El rabino Elisha Ben Abuyah solía decir: «Aquellos que están abiertos a las lecciones de la vida, y que no se alimentan de prejuicios, son como una hoja en blanco, en donde Dios escribe sus palabras con tinta divina.
»Aquellos que están siempre viendo el mundo con cinismo y prejuicios, son como una hoja ya escrita, en la que no caben nuevas palabras.
»No te preocupes por lo que ya sabes, ni por lo que ignoras. No pienses en el pasado ni en el futuro, apenas deja que las manos divinas tracen, cada día, las sorpresas del presente».

Foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 6 de julio de 2014

Historias de monasterios: Perdón e insistencia

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

"El tiempo invertido en nosotros mismos elimina el tiempo perdido en la crítica de lo que hacen los demás”.

Perdonando a los enemigos

El abad se reunió con su alumno preferido, y le preguntó cómo iba su progreso espiritual. El alumno respondió que estaba consiguiendo dedicar a Dios todos los momentos de su día.
–Entonces, apenas te falta perdonar a tus enemigos.
El muchacho se quedó perplejo:
–¡Pero si no me hace falta! ¡Yo no odio a mis enemigos!
–¿Tú crees que Dios te odia?
–¡Claro que no!
–Y sin embargo tú pides su perdón, ¿no es verdad? Haz lo mismo con tus enemigos, aunque no sientas odio hacia ellos. El que perdona, está lavando y perfumando el propio corazón.

Los visitantes indeseables

–No tenemos puerta en nuestro monasterio –le comentó Shantih a un visitante.
–¿Y qué hacen con los ladrones?
–No hay nada valioso aquí dentro. Si lo hubiese, ya se lo habríamos dado a quien lo necesita.
–¿Y las personas inoportunas, que vienen a perturbar la paz?
–Las ignoramos, y entonces se marchan —dijo Shantih.
–¿Solo esto? ¿Y da resultado?
Shantih no respondió. El visitante insistió algunas veces. Viendo que no obtenía ninguna respuesta, resolvió marcharse.
“¿Has visto cómo funciona?”, se dijo Shantih a sí mismo, sonriendo.

El discípulo embriagado

Un maestro zen tenía centenas de discípulos. Todos rezaban en el momento adecuado con la excepción de uno, que se pasaba el día borracho.
El maestro fue envejeciendo. Algunos de los alumnos más virtuosos empezaron a discutir quién sería el nuevo líder del grupo, aquel que recibiría los importantes secretos de la Tradición.
En la víspera de su muerte, sin embargo, el maestro llamó al discípulo bebedor y le transmitió los secretos ocultos.
Una verdadera rabia se apoderó de los demás.
–¡Qué vergüenza! –gritaban por las calles–. ¡Nos hemos sacrificado todo este tiempo por el maestro equivocado, que no sabe ver nuestras cualidades.
Escuchando el alboroto del lado de fuera, el maestro agonizante comentó:
–Yo tenía que transmitir estos secretos a un hombre que conociese bien. Todos mis alumnos eran muy virtuosos, y mostraban apenas sus cualidades. Eso es peligroso; la virtud muchas veces sirve para esconder la vanidad, el orgullo, la intolerancia.
»Por eso elegí al único discípulo que yo conocía realmente bien, ya que podía ver su defecto: la afición a la bebida.

Proverbios del espacio cibernético

“Nada resulta tan embarazoso como ver a alguien realizando algo que tú asegurabas que era imposible”. Sam Ewing
“Quien tiene salud, tiene esperanza. Y quien tiene esperanza, lo tiene todo”. Anónimo árabe
“El tiempo invertido en nosotros mismos elimina el tiempo perdido en la crítica de lo que hacen los demás”. Anónimo

Foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista
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