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lunes, 23 de noviembre de 2015

Engañándose a sí mismo: Mecanismo de salvación

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Forma parte de la naturaleza humana juzgar siempre a los otros con mucha severidad y cuando el viento sopla en contra de nuestros deseos encontrar siempre una disculpa”.
Forma parte de la naturaleza humana juzgar siempre a los otros con mucha severidad y cuando el viento sopla en contra de nuestros deseos encontrar siempre una disculpa por el mal que hicimos, o despotricar contra el prójimo por nuestros fallos. A continuación, algunas historias, procedentes de diversas tradiciones, sobre la manera que tiene el hombre de engañarse a sí mismo:

Riqueza en el otro mundo

Al pastor le gustaba predicar en su congregación sobre la importancia de la pobreza. Según él, el Evangelio decía que las personas ricas en este mundo serían condenadas a la miseria después de la muerte y, basado en este argumento, pedía cada vez más dinero a los fieles.
Cierto día, un miembro de su congregación le pidió para hablar con él al terminar el oficio religioso. Cuando estuvieron solos, el hombre preguntó:
–¿Es verdad que aquel que es pobre en este mundo será rico en el Paraíso?
–Claro que sí.
–Como la Iglesia es rica y yo soy pobre, necesito diez monedas de oro. Cuando sea rico allá en el cielo pagaré mi deuda.
Sin vacilar el pastor sacó diez monedas de oro del cofre de la sacristía. Sin embargo, antes de entregarlas, preguntó:
–¿Qué es lo que piensa hacer con este dinero?
–Voy a iniciar una empresa.
El pastor volvió a colocar las monedas en el cofre, diciendo:
–Como usted es un hombre capaz, trabajará mucho, tendrá ganancias en su empresa y terminará siendo rico. Por consiguiente, será pobre después de su muerte y no podrá pagar su deuda: así que será mejor dejar las cosas como están.

El lobo y Shiva

Un lobo caminaba por un bosque cuando se aproximó a un templo dedicado al dios Shiva. “Hace casi un día entero que estoy cazando y no he conseguido nada. ¿Será eso una señal? Quizás deba aprovechar este día para ayunar en honor a Shiva”.
Y se sentó al lado del templo a meditar.
Lo que el lobo no sabía era que Shiva lo estaba observando; para poner a prueba su sinceridad, el Dios se transformó en una oveja y apareció delante del templo.
El lobo, sintiendo el olor de la caza con que tanto soñaba salió del trance y arremetió contra su presa; pero a cada ataque suyo la oveja reaccionaba con una agilidad nunca vista. Después de casi media hora de esfuerzos, el lobo desistió, y volvió a su meditación, consolándose a sí mismo: “Soy un animal fiel: no quebré mi propósito de ayuno en honor a Shiva”.

El caballo y su destino

Cierto mensajero fue enviado en una misión urgente a una ciudad distante, por lo que ensilló su caballo y partió a todo galope. Después de ver pasar varias posadas donde siempre alimentaban a los animales, el caballo pensó:
“Ya no paramos para comer en establos, lo que significa que ya no soy tratado como un caballo sino como un ser humano. Creo que comeré como todos los hombres en la próxima ciudad grande”.
Pero las ciudades grandes pasaban, una tras otra, y su jinete continuaba el viaje. El caballo entonces comenzó a pensar: “Quizás yo no me haya transformado en un ser humano, sino en un ángel, pues los ángeles jamás necesitan comida”.
Cuando finalmente llegaron a su destino, el animal fue conducido hasta el establo, donde devoró el heno allí encontrado con un apetito voraz.
“¿Por qué creer que las cosas cambian cuando no siguen el ritmo de siempre?”, se dijo a sí mismo. “No soy ni hombre ni ángel, sino un simple caballo hambriento”. (O)
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 15 de noviembre de 2015

La verdadera obediencia: Búsqueda espiritual

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

“Entonces Krishna comentó con los otros dioses: “¿Habéis visto? El mundo es un espejo, y devuelve a todos el reflejo de su propio rostro”.
Abu Muhammad al-Jurayry acostumbraba a decir “la religión posee diez tesoros que nos enriquecen. Todos aquellos que siguen el camino espiritual deben estar conscientes de esto”. Los interiores son: capacidad de ser verdadero, despreocupación por nuestros bienes, humildad en la apariencia, equilibrio para evitar dificultades con los otros y fuerza para soportar nuestra adversidad. Y los exteriores son: descubrir un Amor Supremo, despertar el deseo de estar junto a este Amor, tener inteligencia para ver las propias faltas, abrir la conciencia de la vida, y ser agradecido con las bendiciones recibidas. A continuación, algunas historias de búsqueda espiritual:

La respuesta exacta

Un maestro y sus discípulos caminaban por el campo conversando sobre los milagros de Dios cuando comenzó a llover. Todos corrieron hacia una cabaña que había en las inmediaciones.
Una vez allí, el maestro se dirigió a sus discípulos:
“Solo os dejaré entrar si me dais la respuesta exacta”.
Intrigados, los discípulos permanecieron bajo el aguacero sin saber cómo agradar al maestro. Temblaban de frío, pero no conseguían la respuesta exacta. Finalmente, después de casi dos horas bajo la lluvia, uno de los discípulos dijo:
“Maestro, usted no hizo ninguna pregunta y estamos aquí buscando explicaciones como locos. No es sabio estar buscando problemas cuando ningún problema se nos ha presentado”.
“Felicitaciones, esta es la respuesta exacta a la situación en que nos encontramos”, dijo el maestro, abriendo la puerta.

Lejos de todos los ojos

El jeque Junaid tenía un discípulo preferido. Disconformes, los otros fueron a protestar.
“Vamos a hacer una prueba. Quien la gane será su discípulo favorito”, dijeron.
El jeque aceptó y pidió que le trajeran 20 pájaros. Dio uno a cada discípulo y ordenó: “Será considerado el mejor aquel que consiga matar un pájaro en un lugar donde nadie lo pueda ver”.
Cada discípulo se fue a buscar el lugar más oculto y difícil posible. Todos cumplieron el pedido excepto el favorito, que trajo su pájaro vivo.
“¿Por qué incumpliste mi orden?”, preguntó Junaid.
“Porque usted dijo que tenía que matar esta ave en un lugar donde nadie me pudiese ver”, respondió el discípulo, “y en todos los lugares donde fui, Dios me estaba mirando”.
“Has sido el único en entender mi pedido”, dijo Junaid. Y los otros discípulos ofrecieron disculpas por haber sido envidiosos.

En busca de la maldad

Krishna resolvió poner a prueba la sabiduría de sus súbditos. Convocó a Duryodhana, un rey conocido por su crueldad, y le pidió que encontrase un hombre bueno en su reino. Duryodhana viajó durante un año y regresó ante Krishna diciendo: “Busqué un hombre bueno y no lo encontré. Son todos egoístas y malvados”.
Krishna llamó al rey Dhammaraja, considerado un hombre santo, y le pidió que recorriese su reino en busca de un hombre malvado. Dhammaraja viajó durante dos años y regresó ante Krishna diciendo: “Perdóname, pero no encontré a nadie malo. Todos tienen un lado bueno, a pesar de los defectos”.
Entonces Krishna comentó con los otros dioses: “¿Habéis visto? El mundo es un espejo, y devuelve a todos el reflejo de su propio rostro”. (O)
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 8 de noviembre de 2015

Diferentes visiones: El infierno y el hombre

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

A través de los tiempos cada cultura ha desarrollado su visión particular de esta tierra de suplicios. ¿Dónde queda el verdadero?
Ya que el demonio no acostumbra a hablar sobre sí mismo, el hombre comenzó a buscar todas las referencias posibles sobre el infierno.
La mayoría de las religiones posee aquello que es llamado “un lugar de castigo”, hacia donde se dirige el alma inmortal después de haber cometido ciertos crímenes contra la sociedad (todo parece ser una cuestión de sociedad, no de individuo).
Puede ser el otro margen de un río, donde un can de tres cabezas no permite que nadie salga; o la base de una montaña, que aplasta a las almas bajo su peso.
Para el héroe griego Prometeo, que robó el fuego de los dioses y lo entregó al hombre, el infierno fue permanecer atado a un despeñadero donde todos los días un pájaro venía a comerle el hígado. Jean-Paul Sartre dice en su obra Entre cuatro paredes que el infierno son las otras personas.
Jorge Luis Borges, en un poema, da una descripción interesantísima de lo que nos espera más allá de la vida: la eterna contemplación de un rostro. Para ciertas personas, esto será el paraíso, pues ese rostro será el de alguien que amamos, mientras que para otras será el infierno, pues tendrán que estar siempre contemplando a quien hirieron sin ningún motivo.
Existe una descripción en un libro árabe: una vez fuera del cuerpo, el alma debe caminar por un puente tan fino como el filo de una navaja, teniendo a la derecha el paraíso y a la izquierda una serie de círculos que conducen a la oscuridad en el interior de la Tierra. Antes de cruzar el puente (el libro no explica a dónde conduce), cada uno carga sus virtudes en la mano derecha y sus pecados en la izquierda; el desequilibrio hará que caiga del lado que más pesa debido a sus actos en la Tierra.
El cristianismo habla de un lugar donde se escucharían llantos y rechinar de dientes. El judaísmo se refiere a una caverna interior con espacio para un número determinado de almas, un día el infierno estará lleno y entonces el mundo se acabará.
El Islam habla del fuego donde todos se quemarán “a menos que Dios desee lo contrario”. El Diccionario de Religiones dice que en la época de Cristo algunas corrientes de pensamiento judaicas creían que las almas perversas serían castigadas después de la muerte en un lugar llamado Geena –nombre tomado de un lugar cercano a Jerusalén–, donde se acostumbraba a arrojar la basura de las ciudades próximas. Sin embargo, en Geena no había la idea de un castigo eterno y la pena máxima jamás excedía los 365 días.
Para los hindúes el infierno nunca es un lugar de tormento eterno, ya que creen en la reencarnación del alma después de cierto tiempo, con el objetivo de rescatar sus pecados en el mismo lugar donde los cometió, es decir, en este mundo. Aun así tienen 21 tipos de lugares de sufrimiento en aquello que acostumbran a llamar “las tierras inferiores”.
Los budistas también hacen distinción entre los diversos tipos de castigo que el alma puede enfrentar: ocho infiernos de fuego y ocho completamente helados, además de un reino donde el condenado no siente ni frío ni calor, pero sí hambre y sed infinitas.
Los chinos las almas de los pecadores van a una montaña llamada Pequeña Cerca de Hierro, que es rodeada por otra, la Gran Cerca. Entre ambas existen ocho grandes infiernos superpuestos, cada uno de ellos controlando 16 infiernos pequeños, que a su vez hacían lo mismo con diez millones de infiernos subyacentes.
Los chinos también consideran a los demonios como almas que ya cumplieron su pena, experimentaron el dolor y ahora buscan venganza intentando infligir castigos cada vez peores a los recién llegados. (O)
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 1 de noviembre de 2015

Trayendo a Dios: A nuestra vida real

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Dios está en todo lo que nos rodea, y muchas veces nosotros solo le servimos cuando estamos ayudando a nuestro prójimo.
Muchas veces vemos la búsqueda espiritual como algo distante de nuestra realidad. Nada puede ser más equivocado que esta actitud: Dios está en todo lo que nos rodea, y muchas veces nosotros solo le servimos cuando estamos ayudando a nuestro prójimo. Algunos relatos al respecto:

Los errores del pasado

Durante un viaje, Buda encontró a un yogi apoyado en una sola pierna.
“Quemo los errores de mi pasado”, explicó el hombre.
“¿Y cuántos errores has quemado ya?”.
“No tengo la menor idea”.
“¿Y cuántos te falta quemar?”, insistió Buda.
“No tengo la menor idea”.
“Entonces ya es hora de acabar con esto. Para de pedir perdón a Dios y vete a pedir perdón a quien heriste”.

Dando un ejemplo

Preguntaron a Dov Beer de Mezeritch:
“¿Cuál es el mejor ejemplo a seguir? ¿El de los hombres piadosos, que dedican su vida a Dios? ¿El de los hombres cultos, que procuran entender la voluntad del Altísimo?”.
“El mejor ejemplo es el de los niños”, respondió.
“Los niños no saben nada. Aún no aprendieron lo que es la realidad”, fue el comentario general.
“Estáis muy equivocados, porque ellos poseen tres cualidades de las que nunca deberíamos olvidarnos”, dijo Dov Beer: “Están siempre alegres sin motivo. Están siempre ocupados. Y cuando desean algo, saben exigirlo con insistencia y determinación”.

La plegaria y los niños

Un pastor protestante, después de formar familia, no tenía ya tranquilidad para rezar. Cierta noche, al arrodillarse, fue molestado por los juegos de los niños en la sala.
“¡Manda a los niños que se estén quietos!”, gritó.
Asustada, su mujer obedeció. Desde entonces, siempre que el pastor llegaba a casa, todos permanecían silenciosos en el momento de rezar. Pero él sentía que Dios ya no le escuchaba.
Una noche, en medio de la plegaria, preguntó al Señor: “¿Qué es lo que pasa? ¡Tengo la paz necesaria y no consigo rezar!”.
Y un ángel le respondió: “Él escucha palabras, pero no escucha ya las risas. Él nota la devoción, pero ya no percibe alegría”.
El pastor se incorporó y de nuevo gritó a su mujer: “¡Manda a los niños que jueguen! ¡Ellos forman parte de la oración!”.
Y sus palabras volvieron a ser oídas por Dios.

Lo que dirán de ti

Cuando era joven, Abin-Alsar escuchó una conversación de su padre con un derviche.
“Cuidado con tus obras”, dijo el derviche. “Piensa en lo que las generaciones futuras dirán de ti”.
“¿Y qué?”, respondió el padre. “Cuando yo me muera, todo estará acabado y no me importa lo que dirán”.
Abin-Alsar jamás olvidó esa conversación. Durante toda su vida se esforzó para hacer el bien, ayudar a la gente y ejecutar su trabajo con entusiasmo. Se volvió un hombre conocido por su preocupación por los demás; al morir había dejado un gran número de obras que mejoraron el nivel de vida de su ciudad.
En su tumba mandó a grabar el siguiente epitafio:
“Una vida que termina con la muerte es una vida que no valió la pena”.
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista
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