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domingo, 6 de noviembre de 2016

La Ley de Jante: Para todos los países

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Por culpa de esta ley el mundo ha sido manipulado de todas las maneras posibles por gente que no teme el comentario ajeno y que hace tanto mal como quiere.

¿Qué piensa de la princesa Marta Luisa? Un periodista noruego me entrevistó en Ginebra. Normalmente no respondo a preguntas ajenas a mi trabajo, pero en este caso la curiosidad del periodista tenía un motivo: la princesa había hecho bordar, en el vestido que lució en su 30º cumpleaños, el nombre de algunas personas importantes en su vida, entre los cuales estaba el mío.
-Me parece una persona sensible, delicada, inteligente –respondí–. Tuve ocasión de conocerla en Oslo, cuando me presentó, hace años, a su marido, que es escritor. No quería decir más, pero no pude contenerme:
-Y hay una cosa que de verdad no entiendo: ¿por qué la prensa noruega pasó a atacar el trabajo literario de su marido después de su boda con la princesa? Antes las críticas eran positivas.
No era propiamente una pregunta, sino una provocación, puesto que yo imaginaba la respuesta: la crítica cambió porque la gente tiene envidia, el más amargo de los sentimientos.
El periodista, sin embargo, fue más sofisticado que eso: -Porque había violado la ley de Jante.
Jamás había oído hablar de semejante ley, y el periodista tuvo que explicarme. Me di cuenta de que en cualquier país de Escandinavia es difícil encontrar a alguien que no la conozca. Una que, aunque existe desde inicios de la civilización, no fue enunciada oficialmente hasta 1933, en la novela Un refugiado sobrepasa sus límites, de Aksel Sandemose.
La triste constatación es que la Ley de Jante no se limita a Escandinavia: es una regla que se aplica en todos los países del mundo, por mucho que digan los brasileños que “esto solo pasa aquí”, o los franceses que “desgraciadamente, en nuestro país es así”. Como el lector ya estará irritado porque lleva más de media columna sin saber qué es esta Ley de Jante, intentaré resumirla:
“No vales nada, a nadie le interesa lo que piensas, la mediocridad y el anonimato son la mejor elección. Actúa de acuerdo con estos principios y no tendrás grandes problemas en tu vida”.
La Ley de Jante explica, en su contexto, los celos y la envidia que tanto dolor de cabeza le dan a personas como Ari Behn, el marido de la princesa. Este es uno de sus aspectos más negativos, pero existe algo más peligroso.
Por culpa de esta ley el mundo ha sido manipulado de todas las maneras posibles, por gente que no teme el comentario ajeno, y que hace tanto mal como quiere. Asistimos a una guerra inútil en Iraq, y siguen otras; vemos un abismo entre los países ricos y los pobres, injusticia social, violencia descontrolada, personas obligadas a renunciar a sus sueños por culpa de ataques injustos y cobardes. Antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial, Hitler dio señales de sus intenciones, y lo que le hizo seguir fue saber que, gracias a la Ley de Jante, nadie lo desafiaba.
La mediocridad puede ser cómoda, hasta que un día la tragedia llama a la puerta. Es entonces cuando la gente se pregunta: “¿por qué nadie dijo nada, cuando todo el mundo veía lo que iba a ocurrir?”. Muy sencillo: nadie dijo nada porque tampoco la gente dijo nada. Por lo tanto, para evitar que las cosas se pongan cada vez peor, es el momento de escribir la antiley de Jante:
“Vales mucho más de lo que piensas. Aunque no lo creas, tu trabajo y tu presencia en este mundo son importantes. Claro que, si piensas de esta manera, puede que tengas muchos problemas por transgredir la Ley de Jante. Pero no te dejes intimidar, sigue viviendo sin miedo,  y al final vencerás”.

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

domingo, 23 de octubre de 2016

Leyendas orientales: Historias aleccionadoras

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Si tienes la paciencia de la tierra, la pureza del agua, la fuerza del fuego y la justicia del viento, entonces eres libre.

El rey y la diosa

El rey Sivi era un hombre bueno, y la diosa Raky decidió ponerlo a prueba. Tras pedir a una paloma que volase hasta la habitación del rey, se convirtió en halcón y fue a cazar la paloma delante de los ojos de Sivi.
–¡No lo hagas! –le rogó este.
–¿Por qué no voy a hacerlo? –preguntó el halcón. –Mi alimento es la carne fresca. ¿Acaso queréis subvertir la naturaleza?
–Tienes razón –dijo Sivi. –Acepta entonces mi carne fresca.
Sacó un puñal que llevaba en la cintura y cuando se disponía a cortarse una parte del brazo para ofrecérselo al halcón, este volvió a transformarse en Raky.
–Un hombre bueno siempre llega a extremos para probar sus cualidades –dijo la diosa. –Cuando mueras, habitarás en nuestro reino.

Sirviendo a Dios

El monje Chu Lai descansaba cerca de un riachuelo cuando llegó el joven.
–Quiero saber cuál es la mejor manera de llevar una vida de acuerdo con los principios divinos –le pidió.
–Oración, penitencia, reparación –respondió el monje.
–¿Y cuál es la peor manera?
–Las ofensas al prójimo.
–Pensaba que lo peor era ofender a Dios.
–Estás engañado. Dios está en todas partes, y lo podrás encontrar siempre que te arrepientas. Pero cuando ofendes al prójimo sin motivo, este puede partir a un lugar lejano. Entonces ya no tendrás la oportunidad de pedir perdón y estarás sembrando infelicidad en el mundo.

Los rápidos elogios

Un viejo se acercó a un grupo que estaba reunido en torno de Al-Yahi. Durante mucho tiempo estuvo escuchando las enseñanzas del sabio. Al terminar, le dijo a uno de los discípulos:
–¡Es un hombre con la sabiduría de Dios! La tarde de hoy quedará para siempre marcada en mi corazón.
Animado, el discípulo fue a contárselo al maestro. Al-Yahi, sin embargo, no dio importancia a las palabras del viejo, respondiendo:
–Mucho cuidado con los rápidos elogios. Aquellos que, en la primera tarde, son capaces de ver cualidades que no tienes, también descubren rápidamente defectos que nunca poseíste.

Los cuatro elementos

“Sé tierra”, dijo el maestro. “La tierra recibe las deyecciones de hombres y animales, y esto no le molesta. Muy al contrario, transforma las impurezas en abono y fertiliza el campo”.
“Sé agua”, dijo el maestro. “El agua se limpia a sí misma, y limpia todo aquello que toca. Sé agua en torrente”.
“Sé fuego”, dijo el maestro. “El fuego hace que la madera se transforme en luz y calor. Sé el fuego que quema y purifica”.
“Sé viento”, dijo el maestro. “El viento esparce las simientes sobre la tierra, hace que el fuego arda con más vigor, empuja las nubes para que el agua caiga sobre todos los hombres”.
“Si tienes la paciencia de la tierra, la pureza del agua, la fuerza del fuego y la justicia del viento, entonces eres libre”. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

jueves, 6 de octubre de 2016

¿Enfrentarse o escapar?: Fortalecer el interior

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Un guerrero de la luz nunca se acobarda. La fuga puede ser un excelente arte de defensa, pero no se puede recurrir a ella cuando el temor es grande.

El arte de la retirada

Un guerrero de la luz que confía demasiado en su inteligencia, acaba por subestimar el poder del adversario.
Es preciso no olvidar: hay momentos en que la fuerza es más eficaz que la sagacidad. Y cuando estamos delante de cierto tipo de violencia, no hay ingenio, argumento, inteligencia ni encanto que puedan evitar la tragedia.
Por eso, el guerrero nunca subestima la fuerza bruta: cuando esta es agresiva irracionalmente, él se retira del campo de batalla hasta que el enemigo haya gastado sus energías.
Sin embargo, conviene dejar claro que un guerrero de la luz nunca se acobarda. La fuga puede ser un excelente arte de defensa, pero no se puede recurrir a ella cuando el temor es grande.
Ante la duda, el guerrero prefiere enfrentar la derrota y después curarse las heridas, porque sabe que, si huye, da al agresor un poder mayor del que merece.
Puede curar el sufrimiento físico, pero será eternamente perseguido por su flaqueza espiritual. En ciertos ratos difíciles y dolorosos, el guerrero encara la situación desventajosa con heroísmo, resignación y coraje.
Para alcanzar el estado espiritual necesario (ya que entra en una lucha desigual y puede sufrir mucho), el guerrero necesita entender exactamente aquello que le puede hacer daño. Okakura Kakuso comenta en su libro sobre el ritual japonés del té:
“Nosotros miramos a la maldad en nuestro interior, porque conocemos la maldad a través de nuestro comportamiento. Nosotros nunca perdonamos a aquellos que nos hieren, pues pensamos que jamás seríamos perdonados. Nosotros decimos al prójimo la dolorosa verdad, porque queremos esconderla de nosotros mismos. Nosotros mostramos nuestra fuerza para que nadie pueda ver nuestra debilidad”.
“Por eso, siempre que estés juzgando a tu hermano, sé consciente de que eres tú quien está en el tribunal”.
A veces, esta consciencia puede evitar una lucha que solo traerá desventajas. Otras veces, por el contrario, no existe salida, tan solo el combate desigual.
Sabemos que vamos a perder, pero el enemigo, la violencia, no nos ha dejado ninguna alternativa, salvo la cobardía, y eso no nos interesa. En este momento hay que aceptar el destino, procurando recordar un texto del fabuloso Bhagavad Gita (Capítulo II, 16-26): “El hombre no nace, y tampoco muere. Intenta llegar a existir, y jamás dejará de hacerlo, porque es eterno y permanente.
“Así como un hombre se deshace de las ropas gastadas y pasa a usar ropas nuevas, el alma se deshace del cuerpo viejo y asume el nuevo.
“Pero el alma es indestructible: las espadas no pueden cortarla, ni el fuego quemarla, ni el agua mojarla, ni el viento resecarla. Está más allá del poder de todas estas cosas”.
“Como el hombre es indestructible, siempre sale victorioso, incluso en sus derrotas, y por eso no debe lamentarse jamás”.

El maestro y el combate

El maestro de aikido exigía entrenamientos intensivos, pero jamás permitía que sus alumnos participaran en competiciones con otras academias de artes marciales. Todos se quejaban entre ellos, pero nadie tenía valor para hablar del asunto en clase.
Hasta que, cierta tarde, uno de los muchachos se atrevió a preguntar:
- Nos hemos dedicado con todo nuestro corazón al estudio del aikido. Sin embargo, nunca sabremos si somos buenos o malos luchadores, porque no podemos enfrentarnos con nadie de fuera”.
- Que nunca tengáis que saberlo - respondió el maestro. - El hombre que desea luchar pierde su ligazón con el universo. Nosotros estamos aquí estudiando el arte de resolver conflictos, y no de iniciarlos. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

jueves, 15 de septiembre de 2016

Experiencias aleccionadoras: Personajes que inspiran

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Es necesario tener paciencia, aguardar el momento oportuno y seguir con confianza el ritmo que Dios escogió para nuestra vida.

El bosque de cedros

En 1939, el diplomático japonés Chiune Sugihara, que ocupaba un puesto en Lituania en una de las épocas más terribles de la humanidad, salvó a miles de judíos polacos de los nazis, concediéndoles visados de salida.
Su acto de heroísmo fue apenas una nota a pie de página en la historia de la guerra, hasta que los supervivientes por él contaron su historia. No se tardó en elogiar su coraje y grandeza, que llamaron la atención de la prensa, y llevaron a autores a escribir sobre el “Schindler japonés”.
En aquellos momentos, el Gobierno israelí estaba recogiendo los nombres de los salvadores para recompensarlos por sus esfuerzos. Una de las formas en que el Estado judío pensaba reconocer su deuda para con estos héroes consistía en plantar árboles en su honor. Cuando se reveló la valentía de Sugihara, las autoridades israelíes decidieron, como de costumbre, plantar en su memoria un bosque de cerezos, árbol tradicional de Japón.
De repente, en una decisión poco habitual, la orden fue revocada. Decidieron que, comparados con el valor de Sugihara, los cerezos eran un símbolo insuficiente y se inclinaron por un bosque de cedros, árbol más vigoroso y de connotaciones sagradas, por haber sido empleado en el Primer Templo. Después de plantar los árboles, las autoridades israelíes descubrieron que ‘sugihara’ en japonés significa bosque de cedros.

El camino que lleva al cielo

Cuando preguntaron al abad Antonio si el camino del sacrificio conducía al cielo, respondió:
–“Existen dos caminos de sacrificio. El primero es el del hombre que mortifica la carne y hace penitencia porque piensa que estamos condenados. Aquel que sigue este camino se siente culpable y se juzga indigno de ser feliz. “El segundo camino es el que recorre aquel que, aun sabiendo que el mundo no es perfecto como deseamos, reza, hace penitencia, ofrece su tiempo y su trabajo para mejorar lo que le rodea. Entiende que la palabra sacrificio viene de sacro oficio, el oficio sagrado. En este caso, la Presencia Divina le ayuda todo el tiempo, y él consigue resultados en el cielo”.

El capullo

Cuenta el gran escritor griego Nikos Kazantzakis (Zorba, el Griego) que, de niño, un día reparó en un capullo preso en un árbol, de donde una mariposa se preparaba para nacer. Esperó un tiempo, pero, como se le hacía tarde, decidió calentar el capullo con su aliento; la mariposa salió, pero sus alas estaban todavía presas y murió poco después.
“Era necesaria una paciente maduración al sol, y yo no supe esperar”, dice Kazantzakis. “Aquel pequeño cadáver es, hasta hoy, uno de los mayores pesos que tengo en la conciencia. Pero fue eso lo que me hizo entender lo que es un verdadero pecado mortal: forzar las grandes leyes del universo. Es necesario tener paciencia, aguardar el momento oportuno, y seguir con confianza el ritmo que Dios escogió para nuestra vida”.

El empleado inteligente

En la época en que estaba en una base aérea en África, el escritor Saint-Exupéry hizo una colecta para un empleado marroquí que quería volver a su ciudad natal. Reunió mil francos. Uno de los pilotos llevó al empleado hasta Casablanca, y a su vuelta contó:
–En cuanto llegó, se fue a comer, dio generosas propinas, invitó a muchos a tomar, compró muñecas para las niñas de su pueblo... Este hombre no tenía el más mínimo sentido de la economía.
–Al contrario –dijo Saint-Exupéry. –Sabía que la mejor inversión del mundo son las personas. Gastando así, consiguió de nuevo ganarse el respeto de sus paisanos, que terminarán dándole un empleo. A fin de cuentas, solo un vencedor puede ser tan generoso. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

sábado, 20 de agosto de 2016

Del arte de escoger: ¿Adónde quiere llegar?

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Un guerrero de la luz piensa en el buen combate y en la paz al mismo tiempo, y sabe actuar de acuerdo con las circunstancias.

Carlos Castañeda dice: “El gran poder del ser humano está en su capacidad de tomar decisiones”. Cada decisión que tomamos nos permite modificar el futuro y el pasado.
Escoger significa: “yo me comprometo”. Cuando alguien hace una elección, debe recordar que el camino por recorrer será muy diferente del camino imaginado. Escoger significa: “bien, yo sé dónde quiero llegar”.
Escoger también significa: “tendré que abandonar una serie de cosas”. Es con este compromiso que el guerrero de la luz sigue adelante.

Escogiendo en paz

El guerrero de la luz medita. Se sienta en un lugar tranquilo de su tienda, y se entrega a la luz divina.
Al hacer esto, procura no pensar en nada; se libera de la búsqueda de placeres, de los desafíos y de las revelaciones, y deja que se manifiesten sus dones y poderes desconocidos.
Aunque no lo perciba en ese mismo instante, estos dones y poderes están tomando cuenta de su vida y van a influir en su vida diaria.
Cuando medita, el guerrero no es él, sino un destello del Alma del Mundo. Son estos momentos los que le permiten comprender su responsabilidad, y actuar de acuerdo con ella. Un guerrero de la luz sabe que en el silencio de su corazón existe una orden superior que le mostrará los pasos de su elección personal.

Escogiendo con confianza

El guerrero de la luz siempre consigue equilibrar Rigor y Misericordia. Para alcanzar su sueño, necesita una firme voluntad y una inmensa capacidad de entrega.
Aunque tenga un objetivo, no siempre el camino para alcanzarlo es aquel que imagina: por eso, el guerrero emplea la disciplina y la compasión. Dios jamás abandona a sus hijos, mas los designios de la Providencia son insondables.
Así, para el guerrero de la luz no existe nada abstracto. Todo es concreto, y todo tiene relación con él.
Él no se sienta en la comodidad de su tienda observando lo que pasa en el mundo, sino aceptando cada desafío como una oportunidad para transformarse a sí mismo.
Algunos de sus compañeros pasan la vida criticando la falta de elección, o comentando las decisiones ajenas. El guerrero, por el contrario, transforma su pensamiento en acción.
Algunas veces yerra, y paga –sin protestar– el precio de su error. Otras veces se desvía del camino y pierde mucho tiempo volviendo al destino original.
Pero un guerrero no se distrae, porque sabe lo que busca.

Escogiendo con decisión

Un guerrero de la luz tiene las cualidades de una roca.
Cuando está en terreno llano, y todo a su alrededor se encuentra en armonía, se mantiene estable. Las personas pueden construir sus casas encima de lo que él creó, porque la tempestad no podrá destruirlas.
Cuando, por el contrario, lo colocan en terreno inclinado, y nada a su alrededor demuestra ningún respeto por su trabajo, es cuando él revela su fuerza, rodando en dirección al enemigo que amenaza su elección. Sin crueldad, mas con decisión, el guerrero no se deja paralizar por sus adversarios.
Un guerrero de la luz piensa en el buen combate y en la paz al mismo tiempo, y sabe actuar de acuerdo con las circunstancias. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

viernes, 19 de agosto de 2016

La fuerza de la alegría: Nos hace sentir vivos

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Aun siendo conscientes de nuestros defectos y limitaciones, debemos hacer lo posible para conservar la esperanza y el buen humor.

Dice Khalil Gibran que hace veinte siglos que los hombres adoran la franqueza en la persona de Jesús, y no comprenden su fuerza. Jesús no vivió como un cobarde, y no murió quejándose y sufriendo. Vivió como un revolucionario, y fue crucificado como un rebelde.
–“No era un pájaro de alas rotas, sino una tempestad violenta que rompía las alas torcidas. No era víctima de sus perseguidores, y no sufrió a manos de sus ejecutores, sino que era libre ante todos.
“Jesús no descendió al mundo para destruir nuestras casas y, con sus piedras, construir conventos. Él vino a insuflar al mundo un alma nueva y fuerte, que haga de cada corazón un templo, de cada alma un altar, y de cada ser humano un sacerdote”.
Observando su vida con atención, veremos que, aunque supiese que su pasión era inevitable, procuró darnos un sentido de la alegría en cada gesto. Como dije en una columna reciente, él debió de pensar mucho antes de decidir cuál sería el primer milagro que debía realizar. Debió de considerar la curación de un paralítico, la resurrección de un muerto, la expulsión de un demonio, algo que sus contemporáneos considerasen “una actitud noble”. A fin de cuentas, sería la primera vez que se mostraría al mundo como hijo de Dios.
Y como está escrito, su primer milagro fue el de convertir el agua en vino, para alegrar una fiesta de casamiento.
Que la sabiduría de este gesto nos inspire, y que esté siempre presente en nuestras almas: la búsqueda espiritual es compasión, entusiasmo y alegría.
El monje tibetano Chögyam Trungpa dice: “No es necesaria una experiencia mística para descubrir que el mundo es bueno. Basta percibir las cosas simples que existen a nuestro alrededor, ver las gotas de lluvia resbalando por el cristal, levantarse de mañana y descubrir que el sol brilla, oír a alguien reír”.
Actuando de esta manera, el mundo deja de ser una amenaza. Pasamos a darnos cuenta de que somos capaces de reverenciar el milagro de la existencia, y aceptamos que tenemos la suficiente sensibilidad para ver el amor que existe en nuestra alma. Si somos capaces de ver lo que es bello, es porque también nosotros somos bellos, ya que el mundo es un espejo, y devuelve a cada hombre el reflejo de su propio rostro.
Aun siendo conscientes de nuestros defectos y limitaciones, debemos hacer lo posible para conservar la esperanza y el buen humor. Al fin y al cabo, el mundo siempre se esfuerza por ayudarnos, aunque a veces tengamos la sensación de que sucede al revés.
El único gran peligro radica en confiarnos demasiado. Por más alegría que sienta en su corazón, un guerrero de la luz no debe jamás bajar la guardia. Cuando percibamos que, debido a una actitud positiva ante la vida, caemos en una especie de optimismo inconsecuente y bajamos la guardia, es bueno recordar las siguientes palabras de Confucio:
“El peligro surge cuando el hombre se siente seguro de su posición.
“La ruina amenaza a todo aquel que intenta preservar un estado de cosas.
“La confusión aparece cuando colocamos todo en orden.
“Por lo tanto, el hombre superior no olvida el peligro cuando se siente seguro.
“El sabio no olvida el fantasma de la ruina cuando está en plena prosperidad.
“El inteligente no olvida la confusión cuando sus asuntos están en orden”. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

lunes, 15 de agosto de 2016

El viento las esparce: Historias de aprendizaje

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Cuando la acción se convierte en poco más que un hábito, deja de tener sentido y puede acabar causando daños; nunca dejes que la rutina guíe tus movimientos.

Los tres bloques de piedra

Una leyenda australiana cuenta la historia de un hechicero que paseaba con sus tres hermanas, cuando se les acercó el guerrero más conocido de la región.
–Quiero por esposa a una de estas bellas mozas –dijo.
–Si se casa una de ellas, las otras pensarán que son feas. Estoy buscando una tribu donde los guerreros puedan tener tres mujeres –respondió el hechicero, alejándose de él.
Y siguió caminando durante años por el continente australiano, sin encontrar la tribu que buscaba.
–Una de nosotras al menos hubiera podido ser feliz –dijo una de las hermanas, cuando ya estaban viejas y cansadas de tanto caminar.
–Me equivoqué –dijo el hechicero. –Pero ahora ya es tarde.
Y transformó a las tres hermanas en bloques de piedra.
Quien visite el Parque Nacional de las Montañas Azules, al lado de Sídney, podrá verlas, y entenderá que la felicidad de uno no debe significar la tristeza de otros.

El hombre más rico de Babilonia

–Es muy sencillo llegar a ser como yo –dijo el hombre más rico de Babilonia. –Basta con entender que una décima parte de lo que ganas es tuyo.
–Eso no tiene sentido –respondió el muchacho. –Es mío todo lo que gano.
–¿Acaso no tienes que pagar a tu sastre? ¿No pagas al panadero todos los días? No puedes vivir siquiera un día sin gastar, y tu dinero es de todo el mundo, menos tuyo.
“A partir de ahora, guarda una décima parte de tu salario para ti mismo. Utiliza este dinero en tu beneficio; no olvides que los caminos de la riqueza son mágicos y extraños. Si cuidas bien de esta décima parte, un día te recompensará por todos tus esfuerzos”.

Tres golpes certeros

–¿Cómo puedo saber la mejor forma de actuar en la vida? –preguntó el discípulo al maestro.
El maestro le pidió que construyese una mesa.
El discípulo clavaba los clavos con tres golpes certeros. Un clavo, sin embargo, alcanzó un lugar más duro, y el discípulo tuvo que dar un golpe más. Hundió el clavo demasiado y dañó la madera.
–Tu mano estaba acostumbrada a los tres martillazos –dijo el maestro. –Confiabas tanto en lo que hacías que perdiste la atención y la precisión.
“Cuando la acción se convierte en poco más que un hábito, deja de tener sentido y puede acabar causando daños; nunca dejes que la rutina guíe tus movimientos”.

El significado de los plátanos

Un amigo mío decidió pasar unas semanas en un monasterio de Nepal. Cierta tarde, entró en uno de los muchos templos de la región, y encontró a un monje, sonriendo, sentado en el altar.
–¿Por qué ríes? –quiso saber.
–Porque entiendo el significado de los plátanos.
Dicho eso, abrió la bolsa que cargaba, y sacó de ella un plátano podrido.
–Esta es la vida que pasó y no fue aprovechada en el momento preciso; ahora ya es demasiado tarde.
A continuación, sacó de la bolsa un plátano aún verde, se lo enseñó, y volvió a guardarlo.
–Esta es la vida que todavía no sucedió; hay que esperar el momento preciso.
Por último, sacó un plátano maduro, lo peló, y lo compartió con mi amigo.
–Esta es la vida en el momento presente. Aliméntate de ella, y vívela sin miedo y sin culpa. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

jueves, 28 de julio de 2016

Cuidarse a sí mismo: Importante lección

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas.

Durante seis años busqué la iluminación –dijo el discípulo. –Siento que estoy cerca, y quiero saber cómo he de dar el siguiente paso.
–Un hombre que sabe buscar a Dios, sabe también cuidar de sí mismo. ¿Cómo te mantienes? –preguntó el maestro.
–Ese es un detalle sin importancia. Mis padres son ricos, y me ayudan en mi búsqueda espiritual. Gracias a ello puedo dedicarme por entero a las cosas sagradas.
–Muy bien –dijo el maestro. –Entonces te explicaré el siguiente paso: mira al sol durante medio minuto.
El discípulo obedeció.
A continuación, el maestro le pidió que describiese el paisaje a su alrededor.
–No puedo. El brillo del sol me ha deslumbrado.
–Un hombre que mantiene los ojos fijos en el sol, termina ciego. Un hombre que solo busca la luz y deja sus responsabilidades en manos de los demás, jamás encontrará lo que busca –fue el comentario del maestro.

Hacer el campo fértil

El maestro zen le encargó al discípulo que cuidara del campo de arroz. El primer año, el discípulo vigiló que nunca faltase el agua necesaria. El arroz creció fuerte y la cosecha fue buena.
El segundo año, el discípulo tuvo la idea de añadir un poco de fertilizante. El arroz creció rápido y la cosecha fue mayor.
El tercer año, colocó más fertilizante. La cosecha fue aún mayor, pero el arroz nació pequeño y sin brillo.
–Si sigues aumentando la cantidad de abono, la cosecha del año que viene no tendrá ningún valor –dijo el maestro.
“Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas”.

El camino del tigre

El hombre caminaba por la selva cuando vio una raposa lisiada.
“¿Cómo se alimentará?”, se preguntó.
En aquel momento, se acercó un tigre con una presa en sus fauces. Sació su hambre y dejó luego lo que había sobrado para la raposa.
“Si Dios ayuda a la raposa, también me ayudará a mí también”, pensó. Volvió a su casa, se encerró, y se puso a esperar a que Dios le diese de comer.
Nada sucedió. Cuando ya se estaba quedando demasiado flaco para salir a trabajar, se le apareció un ángel.
–¿Por qué decidiste imitar a la raposa lisiada? –preguntó el ángel. –¡Levántate, coge tus herramientas y sigue el camino del tigre!

Alguien sabría la diferencia

Un padre llevó a sus pequeños a jugar minigolf. En la taquilla, preguntó el precio.
–Son cinco monedas para los adultos y tres para los mayores de 6 años. Para los menores de 6, la entrada es gratuita.
–Uno de ellos tiene 3, el otro 7. Pago la del mayor.
–Bobo –dijo el taquillero. –Podría haberse ahorrado tres monedas si hubiera dicho que el mayor tenía menos de 6. Yo no habría notado la diferencia.
–Puede, pero ellos sí la habrían notado. Y mi ejemplo quedaría grabado para siempre. (O)

Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista
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