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domingo, 29 de agosto de 2010

Misteriosas creaciones

Por Paulo Coelho
El Alquimista

Del bien y del mal

“Cuenta la leyenda que, al concebir su famoso fresco La Última Cena, Leonardo da Vinci se topó con una gran dificultad: necesitaba pintar el Bien –en la imagen de Jesús– y el Mal –en la figura de Judas”.

Purificar el mundo
En 1476, dos hombres conversan en el interior de una iglesia medieval. Se detienen durante algunos minutos frente a un cuadro en el que se ve a dos ángeles, de manos dadas, descendiendo hacia una ciudad.

–Estamos viviendo el terror de la peste bubónica –comenta uno de ellos–. Hay personas muriendo; no quiero ver imágenes de ángeles.
–Esta pintura es sobre la peste –dice el otro–. Es una representación de la Leyenda Áurea. El ángel vestido de rojo es Lucifer, el Maligno. Fíjate en la pequeña bolsa que lleva atada al cinturón: allí dentro está la epidemia que ha devastado nuestras vidas y las vidas de nuestras familias.

El hombre observa la pintura con cuidado. Realmente, Lucifer lleva una pequeña bolsa; sin embargo, el ángel que lo conduce tiene una apariencia serena, pacífica, iluminada.

–Si Lucifer trae la peste, ¿quién es este otro que lo lleva de la mano?
–Este es el ángel del Señor, el mensajero del Bien. Sin su permiso, el Mal jamás podría manifestarse.
–¿Qué es lo que está haciendo, entonces?
–Mostrando el lugar donde los hombres deben ser purificados por una tragedia.

Da Vinci busca a sus modelos
Cuenta la leyenda que, al concebir su famoso fresco La Última Cena, Leonardo da Vinci se topó con una gran dificultad: necesitaba pintar el Bien –en la imagen de Jesús– y el Mal –en la figura de Judas–. Cierto día, mientras escuchaba a un coro, encontró en uno de los muchachos la imagen ideal de Cristo. Lo invitó a su taller, y reprodujo sus trazos en estudios y esbozos. Antes de que el muchacho saliera, le enseñó el proyecto del fresco. Lo elogió por representar el rostro de Cristo.

Pasaron tres años. La Santa Cena, que embellecía una de las iglesias más conocidas de la ciudad, estaba casi concluida, pero Leonardo da Vinci aún no había encontrado el modelo ideal para Judas.

El cardenal, responsable de aquella iglesia, empezó a presionar a Leonardo, exigiéndole que terminase cuanto antes su trabajo.

Después de muchos días buscando, el pintor encontró a un joven prematuramente envejecido, con la ropa hecha jirones, borracho, tirado en la cuneta. Con dificultad, les pidió a sus ayudantes que lo llevaran a la iglesia, pues ya no le quedaba tiempo para hacer esbozos.

Cargaron hasta allí al mendigo, que no conseguía entender bien lo que estaba ocurriendo: los ayudantes lo mantenían de pie, mientras Leonardo copiaba las líneas de la mezquindad, del pecado, del egoísmo, tan bien delineadas en aquel rostro.

Cuando terminó el trabajo, el mendigo –ya un poco recuperado de su resaca– abrió los ojos y se fijó en el fresco que tenía frente a él. Y dijo, con una mezcla de espanto y tristeza:

–¡Yo ya había visto ese cuadro antes!
–¿Cuándo? –preguntó sorprendido Leonardo.
–Hace tres años, antes de que perdiera todo lo que tenía. En una época en la que cantaba en un coro. Y el artista me invitó para que posara como modelo del rostro de Jesús.
Texto retirado de: La Revista

viernes, 27 de agosto de 2010

EN LA SENDA EVOLUTIVA

4- EN LA SENDA EVOLUTIVA
¿Cuántos miles de años necesitó la Naturaleza Divina para conformar la máquina física con la cual la mente humana se expresa sobre la Tierra?

El cuerpo es para el hombre un verdadero santuario de manifestación, obra maestra del trabajo selectivo de todos los reinos en los que se subdivide la vida del planeta.

De igual modo, ¿cuánto tiempo empleará la Celeste Sabiduría para estructurar el organismo del alma?

Desde la sensación a la excitabilidad, desde la excitabilidad al instinto, del instinto a la inteligencia y de la inteligencia al razonamiento, han transcurrido, incesantes, siglos y siglos.

La evolución es fruto del tiempo infinito.
La muerte de la forma somática no modifica de inmediato, al Espíritu que ha usufructuado su colaboración.

Cuna y tumba son simplemente límites entre una y otra condición.

De manera que para las conciencias primarias, el desprendimiento de la envoltura corporal es algo así como la entrada en un período de hibernación. Aves sin alas no pueden ganar altura. Aguardan el momento de un nuevo regreso al nido carnal para obtener los recursos que les permitan realizar grandes vuelos. A la manera de crisálidas espirituales, se inmovilizan en el aspecto exterior con el que se presentan, pero conservan en lo íntimo las imágenes de todas las experiencias almacenadas en las profundidades de su ser, reviviéndolas en forma de pesadillas y sueños y registrando en la mente las necesidades de educación o reparación con las que deberán comparecer en el escenario de la carne, cuando llegue el momento oportuno.

Para tales inteligencias, la muerte es como una parada obligatoria, por cierto tiempo, frente a los escalones más altos de la escala evolutiva que todavía no están preparadas para trasponer. Por carecer de los instrumentos de manifestación, a los que necesitan desarrollar y consolidar, mientras están en la erraticidad esas mentes sufren considerables alteraciones de la memoria. Casi siempre se quedan detenidas en los acontecimientos vividos y de alguna manera pierden temporalmente la noción del tiempo. De ese modo, se mantienen aferradas a pasiones y acontecimientos del pasado que les pertenece, y cuando renacen en la arena de la lucha material, con las características del cuadro moral en el que se encuentran, al desbaratar equivocaciones y corregir fallas, van edificando poco a poco las cualidades sublimes con las que se transportarán a las esferas más Altas.

Es por eso que los Espíritus transgresores resurgen en las corrientes de la vida física, reproduciendo en su patrimonio congénito las deficiencias que han contraído ante la ley.

El malhechor guardará consigo prolongado remordimiento por haber desviado el curso del bien y por haber impuesto, en consecuencia, un lamentable retraso a su avance espiritual. Con tal perturbación, retendrá en su alma gran cantidad de imágenes que se debatirán en su mente, e inhibirán por tiempo indefinido, el acceso de elementos renovadores al campo del propio "yo".

Una vez purificado el vaso íntimo del sentimiento, renacerá en el paisaje de las formas con el defecto adquirido a través de la larga convivencia con la desesperación, con el arrepentimiento, o con la desilusión, para devolver el equilibrio al cuerpo periespiritual mediante un laborioso esfuerzo regenerador dentro de la esfera carnal.

Los defectos de nacimiento y los trastornos inexplicables, constituyen resultados transitorios de los perjuicios que individualmente hemos causado a la armoniosa corriente de la evolución.

Los cuerpos voluminosos de los astros se organizan átomo a átomo, y de pequeña experiencia en pequeña experiencia repetidas hasta el infinito, se amplía el poder de nuestra mente y se subliman las manifestaciones de nuestra alma, que en el transcurso de las eras inconmensurables aumenta en conocimientos y se perfecciona en virtudes, mientras estructura, pacientemente, en el seno del espacio y del tiempo, el vehículo glorioso con el que ascenderemos un día a los imperios deslumbrantes de la belleza Inmortal.


Por el espíritu: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

miércoles, 25 de agosto de 2010

EL SUBLIME SANTUARIO

3- EL SUBLIME SANTUARIO
En el pasado las naciones adoraban como maravillas al Coloso de Rodas, los Jardines Colgantes de Babilonia, la Tumba de Mausolo; y hoy no hay quien escape al asombro ante las sorprendentes obras de la ingeniería moderna, como la Catedral de Milán, la Torre Eiffel o los rascacielos de Nueva York.

Mientras tanto, escasos estudiosos se acuerdan de los prodigios del cuerpo humano, una paciente realización de la Sabiduría Divina a través de los milenios, y templo del alma que está en temporal aprendizaje en la Tierra.

Por más que se agigante nuestra inteligencia, hasta ahora no hemos conseguido explicar en toda su grandiosa complejidad el milagro del cerebro, con el coeficiente de billones de células; el aparato eléctrico del sistema nervioso, con los ganglios que actúan como interruptores y las células sensibles como receptores en un circuito especializado; con las neuronas sensitivas, motoras e intermediarias que contribuyen a graduar las impresiones necesarias al progreso de la mente encarnada, y que dan paso a la corriente nerviosa con una velocidad aproximada de 70 Metros por segundo; la cámara ocular donde las imágenes viajan desde la retina hasta las profundidades del cerebro, en cuya intimidad se incorporan a las pantallas de la memoria como patrimonio inalienable del espíritu; el parque de la audición, con sus complicados recursos para registrar los sonidos y fijarlos en las profundidades del alma, que selecciona ruidos y palabras y los define y cataloga en la posición y en el concepto que les corresponde; el centro del habla; la sede milagrosa del gusto en las papilas linguales, con un potencial de corpúsculos gustativos que superan el número de 2.000; las admirables revelaciones del esqueleto óseo, las fibras musculares, el aparato digestivo, el tubo intestinal, el motor del corazón, la fábrica de jugos del hígado, el vaso de fermentos del páncreas, el fantástico sistema sanguíneo con sus millones de vidas microscópicas y sus vigorosas arterias, que soportan una presión equivalente a varias atmósferas; el avanzado laboratorio de los pulmones, el precioso servicio de selección de los riñones, la epidermis con sus secretos difícilmente abordables, los órganos venerables de la actividad genésica y los sustentos eléctricos y magnéticos de las glándulas en el sistema endocrino.

Sobre la Tierra tenemos, en el cuerpo humano, el más sublime de los santuarios y una de las más grandes maravillas de la Obra Divina.

Desde la cabeza hasta los pies percibimos en él la gloria del Supremo Idealizador, que poco a poco en el transcurso incesante de miles de años organizó para el espíritu en desarrollo, el domicilio de la carne en el que el alma se manifiesta. Es una magnífica ciudad estructurada con vidas microscópicas, casi inmensurables, por medio de la cual la mente se desenvuelve y purifica, mientras se entrena en las luchas habituales y en los servicios regulares del mundo, para importantes cometidos en los círculos superiores.

Aunque sea mutilado o deforme, un cuerpo constituye una bendición, porque nos da en la Tierra, una preciosa oportunidad de perfeccionarnos espiritualmente. En realidad, el cuerpo es el mayor de los presentes que nuestro Planeta puede ofrecernos.

Hasta ahora, de un modo general, el hombre no ha sabido colaborar en la preservación y sublimación del castillo físico. Mientras es joven dilapida sus posibilidades y las desperdicia inopinadamente, desde afuera hacia adentro, y tan pronto ve que se ha perjudicado a sí mismo o que ha envejecido prematuramente, se entrega a la insurrección y lo destruye a golpes mentales de rebeldía injustificable e inútil desesperación, desde adentro hacia afuera.

Sin embargo, llega el día en que el hombre reconoce la importancia del templo vivo en el que habita en este mundo, y suplica retornar a él cual un trabajador, que ávido de renovación necesita el instrumento adecuado, a fin de conquistar el bendito salario del progreso moral para la anhelada ascensión a las Esferas Divina.

Pintura de: Diego Dayer, tomada del blog Diego Dayer Pinturas

Por el espíritu: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

domingo, 22 de agosto de 2010

¿Quién es un sabio?

Por Paulo Coelho
El Alquimista

Ver y buscar

“Te voy a dar la lección más importante sobre el poder del pensamiento. Cuando quieras una cosa, concéntrate sólo en ella: nadie jamás será capaz de dar en un blanco que no consigue ver...”.

Tiro con arco
Se dirigieron al bosque que había junto al monasterio. Al llegar frente a un viejo roble, Raman tomó una de las flores que llevaba en el collar, y la puso en una de las ramas del árbol.

A continuación, abrió su alforja y extrajo tres objetos: un magnífico arco de madera preciosa, una flecha y un pañuelo blanco con bordados de color lila.

El yogui entonces se situó a cien pasos del árbol, se volvió hacia su blanco, y le pidió al discípulo que le vendase los ojos con el pañuelo.

El discípulo hizo lo que el maestro le había ordenado.

-¿Cuántas veces me has visto practicar el noble y antiguo deporte del arco y la flecha? –preguntó.
-Todos los días- respondió el discípulo-. Y siempre lo vi acertar la rosa, a una distancia de trescientos pasos.
Con los ojos cubiertos por el pañuelo, el yogui Raman tomó posición, estiró el arco con toda su energía y, apuntando hacia la rosa colocada en una de las ramas del roble, disparó.

La flecha cortó el aire, provocando un silbido agudo, pero sin dar en el árbol, fallando por una distancia vergonzosa.

-¿Le he dado?- dijo Raman, quitándose el pañuelo que le cubría los ojos.
-No. Ha fallado el tiro, y por bastante -respondió el
discípulo-. Pensaba que iba a mostrarme el poder del pensamiento, y su capacidad para hacer magia.
-Te voy a dar la lección más importante sobre el poder del pensamiento –respondió Raman-. Cuando quieras una cosa, concéntrate sólo en ella: nadie jamás será capaz de dar en un blanco que no consigue ver.

La búsqueda del sabio
El abad Abraham supo que cerca del monasterio de Esceta había un sabio. Fue a buscarlo, y le preguntó:
-Si hoy encontraras una bella mujer en tu cama, ¿conseguirías pensar que no es una mujer?
-No –respondió el eremita-, pero conseguiría controlarme.
El abad continuó:
-Y si descubrieses monedas de oro en el desierto, ¿conseguirías ver estas monedas como si fuesen piedras?
-No. Pero conseguiría controlarme para dejarlas donde estaban.
Insistió Abraham:
-Y si te buscaran dos hermanos, uno que te odia y otro que te ama, ¿conseguirías pensar que ambos son iguales?
Dijo el ermitaño:
-Aunque sufriría, yo procuraría tratar a los dos de la misma manera.
Aquella noche, al regresar al monasterio de Esceta, Abraham les comentó a sus novicios:
-Voy a explicaros lo que es un sabio: es aquel que, en lugar de matar sus pasiones, consigue controlarlas.
Texto retirado de: La Revista

viernes, 20 de agosto de 2010

Salud y Equilibrio

Para garantizar salud y equilibrio, prométase a usted mismo:

1- Colocarse bajo designios de Dios, cada día, a través de la oración, y sustentar la conciencia tranquila, preservándose contra ideas de culpa.

2- Dar lo mejor de sí mismo en lo que esté haciendo.

3- Mantener el corazón y la mente, actitud y palabra, actos y modos en la inspiración constante del bien.

4- Servir desinteresadamente a los semejantes, cuando esté al alcance de sus fuerzas.

5- Regocijarse con la felicidad del prójimo.

6- Olvidar conversaciones y opiniones de carácter negativo que haya leído o escuchado.

7- Acrecentar por lo menos con un poco más de alegría y esperanza a toda persona con quien estuviera en contacto.

8- Admirar las cualidades nobles de aquellos con quien conviva, estimulándolos a desenvolverlas.

9- Olvidar los motivos de queja, sean cuales fueran.

10- Vivir trabajando y estudiando, actuando y construyendo, en el propio perfeccionamiento y en la propia corrección, de tal modo que no se vea capaz de encontrar las fallas probables y los posibles errores de los otros.


Espirito: ANDRÉ LUIZ

Médium: Francisco Cândido Xavier

Del Libro: “Passos de Luz”


Pintura de: Ali Cavanaugh, tomada de la web: ali cavanaugh . fine art

Texto retirado de: La weblog espirita de Mari

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