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martes, 29 de noviembre de 2011

Unión

Compadécete y ayuda, a fin de que puedas servir en la unión para el bien.
Si no fuese por la bondad del labrador que ampara la semilla seca, no recibirías en la mesa el bienestar del pan.
Si no fuese por el trabajo del operario que asienta ladrillo por ladrillo, no dispondrías de seguridad en la base de tu propio hogar.
Eso sucede en los elementos más simples.

Repara, sin embargo, en la actitud de la vida para que nadie falte a la comunión del progreso.
No condena al paralítico para que no ande.
Da silla de ruedas.
No malinterpreta los ojos enfermos.
Bruñe lentes protectoras.
No relega a los mutilados a su propia suerte.
Hace recursos mecánicos.
No se revuelve contra los ignorantes que le tuercen las directrices.
Enciende la luz de la escuela.
No aniquila a los locos que le injurian las leyes.
Los acoge generosamente en el regazo del hospicio.


Imitando el sentimiento de la vida, seamos unos para otros, cuando sea necesario, la muleta y el remedio.
Olvidemos los defectos del prójimo en la certeza de que todos nos encontramos bajo el mazo de las horas, en el yunque de la experiencia.
Tolerancia es la base de la unión ideal.
Y sólo la unión hace la fuerza.
Sin embargo, hay fuerza y fuerza.
Se reúnen millones de gotas y crean la fuente.
Se congregan millones de chispas y forman el incendio.
Piensa un poco y entenderás que es siempre muy fácil juntar los intereses de la Tierra y hacer la unión para el bien de la fuerza, pero sólo atesorando las cualidades de Cristo en la propia alma es como nos será posible, en verdad, hacer la unión para la fuerza del bien.


Dictado por el espíritu Emmanuel

Pintura de: Oriol Angrill Jordà
Tomada del blog Recogedor 

Texto retirado deLuz Espiritual


domingo, 27 de noviembre de 2011

La Cristiandad: Historias imprevistas

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“El verdadero apóstol no se preocupa por predicar una doctrina, liderar un movimiento, o reclutar gente para una organización; se limita a hablar de Dios, y el resto viene en consecuencia”.

En el camino de cada uno

El pastor Olivier era considerado el predicador más inspirado de los alrededores. Hablaba como si tuviera contacto con Dios. “No hay nada peor que intentar repetir la conducta de los grandes, si tú no tienes la misma disposición para actuar que ellos tuvieron”, decía Olivier.
Cuando murió, su hijo Andrew ocupó el lugar. Los  feligreses se preocuparon, pues  era difícil suceder a un hombre tan conectado con Dios. Y, queriendo dar un poco de apoyo moral al joven, una mujer intentó consolarlo. “Acuérdate que tú debes seguir tu propio camino” dijo ella. “Jamás intentes ser igual a tu padre”.
“Al contrario, yo soy exactamente como mi padre” respondió Andrew: “él nunca intentó imitarme y por eso yo jamás intentaré imitarlo”. Y los feligreses quedaron convencidos de que estaban ante un gran predicador.

También estoy afuera

En la parábola del Hijo Pródigo, el hermano que siempre obedeció al padre se indigna al ver que el hijo rebelde es recibido con fiestas y alegría. De la misma forma, personas obedientes a la palabra del Señor, terminan transformándose en verdugos sin piedad de aquellos que algún día se alejaron de la Ley.
En una pequeña ciudad del interior, un conocido pecador fue impedido de entrar en la iglesia.
Indignado, comenzó a rezar: “Jesús, escúchame. No quieren dejarme entrar en tu casa porque creen que no soy digno”.
“No te preocupes, hijo mío” respondió Jesús. ”Yo también estoy del lado de afuera, junto con aquellos con los que siempre estuve: los pecadores como tú”.

Siguiendo el impulso

El padre Zeca, de la Iglesia de la Resurrección en Copacabana, cuenta  que cierta vez estaba en un autobús cuando de repente escuchó una voz diciendo que él debía levantarse  y predicar la palabra de  Cristo allí mismo.
El padre Zeca comenzó a dialogar con la voz: “¡haré el ridículo, esto no es lugar para dar sermones!”, dijo. Pero algo dentro de él insistía en que era necesario hablar. “Soy tímido, por favor, no me pidas esto”, imploró.
Pero el impulso interior persistía.

Entonces él recordó su promesa  de abandonarse a todos los designios de Cristo. Se incorporó, muerto de vergüenza, y comenzó a hablar del Evangelio. Todos escuchaban en silencio. Él miraba a cada pasajero, y eran raros los que desviaban los ojos.
Dijo todo lo que sentía, terminó su sermón y volvió a sentarse. Hasta hoy no sabe qué tarea cumplió en aquel momento: pero tiene la absoluta seguridad de que cumplió una tarea.

Del apostolado

Del monje Thomas Merton, en el libro Obra Abierta: “El verdadero apóstol no se preocupa por predicar una doctrina, liderar un movimiento, o reclutar gente para una organización; se limita a hablar de Dios, y el resto viene en consecuencia”.
“El apóstol no tiene ambiciones de convertir a nadie, no quiere usar fórmulas ya gastadas, no intenta vender lo que no tiene precio; no se glorifica, no se disculpa. Él predica simplemente por  amor. Esta es su forma de difundir el éxtasis que siente ante la presencia de Cristo”.
“Un apóstol posee una fe tan profunda que aunque nadie lo creyera, continuaría predicando”.
Dibujo deTina Berning
Texto retirado de: La Revista

martes, 22 de noviembre de 2011

Perdón

Perdón es la posibilidad de trabajar en el rescate de nuestras propias faltas, y la luz del arrepentimiento que nos aclara la entrada aún después de arrojarnos a las tinieblas interiores, es el aire que respiramos, generoso y puro, a pesar de nuestro gesto que enturbió la simplicidad de la Naturaleza.
El Padre disculpa a los hijos proporcionándoles nueva oportunidad a la corrección y a la santificación, y , si el Todo-Compasivo nos tolera en semejante clima constructivo, tenemos el deber igualmente de olvidar todo mal, considerando los propios males que ya practicamos, aprovechando todas las horas de nuestra experiencia en el tiempo para engrandecer la bondad, sin la cual no pasaremos al frente.
La Justicia funciona hasta que el amor toma posesión del corazón y de la Vida. Donde hay fraternidad, hay comprensión. Y donde hay entendimiento, hay perdón con absoluto olvido de la ofensa y trabajo espontáneo a beneficio del ofensor, con las mejores vibraciones de simpatía.
En cuanto alimentamos las pequeñas discordias, colaboramos con las grandes guerras, y, en cuanto sustentamos adversarios, garantizamos focos infecciosos de rasgos mentales destructivos contra nosotros. Recordemos a Cristo y rememoremos que el Señor cayó ante la justicia. Su Espíritu Divino afloraba sobre todas las disputas humanas y, por eso mismo, abriendo el corazón lleno de amor, se convirtió en la cruz, en lámpara celeste radiante en el mundo para todos los siglos de la Humanidad, indicándonos el gloriosos camino de la Vida Eterna.
Traducción Isabel Noemí Seoane

Dictado por el espíritu Emmanuel
Extraído de 
“Cofre de Luz” 

Pintura de: Hanna Müller
Tomada del blog Recogedor 

Texto retirado deLuz Espiritual


domingo, 20 de noviembre de 2011

De padres e hijos

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

Conocer lo invisible

Has estudiado tantos años y no consigues explicar con simplicidad cómo Dios es invisible y está en todas partes –dijo el padre–. Por favor, hijo mío, olvida la sabiduría que nos aleja de los hombres, y vuelve a procurar la inspiración que nos aproxima.


Cuando Ketu completó doce años de edad fue enviado a un maestro, con el cual estudió hasta completar sus veinticuatro. Al terminar su aprendizaje, volvió a su casa lleno de orgullo.
Su padre le dijo: ¿Cómo podemos conocer aquello que no vemos? ¿Cómo podemos saber que Dios, el Todopoderoso, está en todas partes?
El chico comenzó a recitar las escrituras sagradas, pero su padre lo interrumpió: Esto es muy complicado; ¿no existe una forma más simple de aprender sobre la existencia de Dios?
- No que yo sepa, padre mío. Hoy en día soy un hombre culto, y necesito de esa cultura para explicar los misterios de la sabiduría divina.

- Perdí mi tiempo y mi dinero enviando a mi hijo al monasterio –se quejó el padre.
Y cogiendo a Ketu por las manos lo llevó a la cocina. Allí llenó una vasija con agua y mezcló un poco de sal. Después salieron a pasear por la ciudad.

Cuando volvieron a la casa, el padre pidió a Ketu: Trae la sal que coloqué en la  vasija. Ketu buscó la sal pero no la encontró, pues ya se había disuelto en el agua.
- Entonces, ¿ya no ves la sal? Preguntó el padre.
- No. La sal  está invisible.
- Prueba, entonces, un poco de agua de la superficie de la vasija. ¿Cómo está?
- Salada.
Prueba un poco del agua del medio. ¿Cómo está?
- Tan salada como la de la superficie.
- Ahora prueba el agua del fondo de la vasija y dime qué gusto tiene.
Ketu la probó y el gusto era el mismo que antes.
- Has estudiado tantos años y no consigues explicar con simplicidad cómo Dios es invisible y está en todas partes –dijo el padre–. Usando una vasija de agua y llamando “sal” a Dios, yo podría hacer entender eso a cualquier campesino. Por favor, hijo mío, olvida la sabiduría que nos aleja de los hombres, y vuelve a procurar la inspiración que nos aproxima.

El alumno ladrón

Un discípulo del maestro zen Bankei fue sorprendido robando durante la clase. Todos los otros pidieron su expulsión, pero Bankei decidió no hacer nada.
Días después el alumno volvió a robar, y el maestro continuó callado. Disconformes, los otros discípulos exigieron que el ladrón fuera castigado, ya que el mal ejemplo no podía continuar.
-¡Cuán sabios sois!, dijo Bankei. Habéis aprendido a distinguir lo correcto de lo  equivocado, y ya podéis estudiar en cualquier otro lugar. Pero este pobre hermano no sabe lo que está bien y lo que está mal, y solo me tiene a mí para enseñarlo.
Los discípulos nunca más olvidaron la sabiduría y generosidad de Bankei, y el ladrón nunca más volvió a robar.

Que valga la pena

El joven contemplaba el océano en la cubierta de un navío carguero cuando una ola inesperada lo tiró al mar. Después de mucho esfuerzo, un marinero consiguió rescatarlo.
- Le estoy muy agradecido por haberme salvado la vida, dijo el joven.
- De nada –respondió el marinero. Pero procure vivirla como algo que valió la pena salvar.

Dibujo de: Sérgio B. Gomes
Texto retirado de: La Revista

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Responsabilidad y destino

El Creador, que establece el bien de todos como ley para todas las criaturas, no crea Espíritu alguno para el ejercicio del mal. La criatura, sin embargo, en la Tierra o fuera de la Tierra, según el principio de responsabilidad, al desviarse del bien genera el mal por fecundación pasajera de la ignorancia que ella misma, atendiendo a los dictámenes de la conciencia, extirpará de su propio camino en tantas existencias de bendecida reparación como se hicieren indispensables.
Dios concede al hombre los agentes de la nitroglicerina y de la arena y le inspira la formación de la dinamita, como sustancia explosiva capaz de auxiliarlo en la construcción de carreteras y viviendas, pero el artífice del progreso, casi siempre, abusa del privilegio para arrasar o herir, adquiriendo deudas clamorosas en siembras de odio y destrucción; le presta la morfina como alcaloide beneficioso a fin de calmarle el dolor, sin embargo, enfermo amparado, en muchas ocasiones se mofa del socorro divino transformándolo en corrosivo estupefaciente de las propias fuerzas con que perjudica las funciones de su cuerpo espiritual en anchas fajas de tiempo; lo galardona con el hierro como elemento químico flexible y tenaz para ayudarlo en la industria y en el arte, sin embargo, el siervo de la experiencia en muchas circunstancias lo convierte en el instrumento de la muerte, a desajustarse en compromisos ocultos que le reclaman agonía y sudor en siglos numerosos; le da el oro como metal noble susceptible de enriquecerle el trabajo y desarrollarle la cultura, pero el mayordomo de la posesión en él talla, frecuentemente, el grillete de avaricia y miseria en que se humilla a sí mismo; y le confiere la onda radiofónica para los servicios de la verdadera fraternidad entre los pueblos, pero el orientador del intercambio, a veces, en ella transmite notas macabras en que promueve el aniquilamiento de poblaciones indefensas, agravándose en débitos aflictivos para el futuro.
Es así que el Supremo Señor nos cede los dones inefables de la vida, como son las bendiciones del cuerpo y del alma y los tesoros del amor y de la inteligencia. Del uso feliz o infeliz de semejantes talentos resultan para nosotros victoria o derrota, felicidad o infortunio, salud o molestia, armonía o desequilibrio, avance o retraso en los caminos de la evolución.
Examínate, pues, a ti mismo y encontrarás la extensión y la naturaleza de tu deuda por la prueba que te busca o por la tentación que padeces, porque el bien vierte puro de Dios, mientras que el mal es obra que nos pertenece -transitorio fantasma de rebeldía e ilusión que creamos ante las leyes del destino, por cuenta propia.

Dictado por el espíritu Emmanuel
Extraído del libro "Religión  de los Espíritus"

Pintura de: Sandro De La Rosa
Tomada del blog Recogedor 

Texto retirado deLuz Espiritual


domingo, 13 de noviembre de 2011

Ni los maestros

Por Paulo Coelho 

El Alquimista


Nadie es perfecto
“En busca de nuestros sueños e ideales, muchas veces colocamos en lugares inaccesibles todo lo que está al alcance... Aunque el tesoro esté enterrado en tu casa, solo lo descubrirás cuando te hayas alejado”. 
Maal-El dijo: “Algunos discípulos pasan la vida preguntándome dónde está la verdad”. –Así que un día decidí señalar a una dirección cualquiera, intentando demostrar que lo importante es recorrer un camino y no quedarse pensando en él.
“En lugar de mirar en la dirección que le señalaba, el hombre que me había hecho la pregunta comenzó a examinarme el dedo, tratando de descubrir dónde estaba escondida la verdad.
Cuando la gente busca un maestro, debería estar a la búsqueda de experiencias que puedan ayudarle a evitar ciertos obstáculos. Desgraciadamente, la realidad es otra: recurren a la ley del mínimo esfuerzo, intentando encontrar respuestas para todo. El que desea aprovecharse del esfuerzo del maestro para así no gastar sus energías nunca llegará a ninguna parte y acabará por sentirse decepcionado.
Quien estudie un poco la historia de Buda se dará cuenta de que, después de alcanzar la iluminación, se dedicó a hacer que sus discípulos desarrollasen las cualidades necesarias para llegar a la tan anhelada paz de espíritu. Quien lea los evangelios reparará en que casi todas las enseñanzas de Jesús tienen lugar en dos circunstancias: o bien cuando viajaba, o alrededor de una mesa.
Nada de templos. Nada de lugares escogidos. Nada de prácticas sofisticadas y difíciles: los apóstoles prestaban atención a lo que decía cuando andaba y cuando comía, cosas que hacemos todos los días de nuestras vidas. Precisamente porque las hacemos todos los días, no damos ningún valor a las enseñanzas que están escondidas en nuestros quehaceres diarios.
Pensamos que las cosas sagradas son accesibles solo para los gigantes de la fe y la voluntad, y pensamos que aquello que hacen las personas es demasiado pobre para ser aceptado con alegría por Dios.
En busca de nuestros sueños e ideales, muchas veces colocamos en lugares inaccesibles todo lo que está al alcance. Cuando descubrimos el error, en lugar de alegrarnos por haber comprendido nuestros fallos nos dejamos llevar por la culpa de haber dado pasos errados, de haber malgastado nuestras fuerzas en una búsqueda inútil, de haber disgustado a quien deseaba nuestra felicidad. Y es entonces cuando corremos el peligro de acercarnos a los “maestros” o “gurús” que nos ayudarán a recuperar el tiempo perdido.
Pero no es así: aunque el tesoro esté enterrado en tu casa, solo lo descubrirás cuando te hayas alejado. Si Pedro no hubiese experimentado el dolor de la negación, no hubiera sido escogido jefe de la Iglesia. Si el hijo pródigo no hubiese abandonado todo, jamás habría sido recibido con júbilo por su padre. Si Buda no hubiese decidido vivir con sacrificio, jamás hubiera entendido el placer de la alegría.
Algunas cosas en la vida tienen un sello que dice: “Solo comprenderás mi valor cuando me pierdas y me recuperes”. De nada sirve querer acortar este camino.
Un viejo dictado mágico dice: cuando el discípulo está listo, aparece el maestro. Muchas personas se pasan la vida entera preparándose para este encuentro. Cuando se cruzan con el maestro, se entregan por completo, días, meses o años. Pero terminan descubriendo que el maestro no es el ser perfecto que habían imaginado, sino una persona igual a las demás, cuya única función es compartir aquello que ha aprendido.
Al verse frente a una persona normal, el discípulo se siente herido. Siente desesperación y el deseo de abandonar la búsqueda, cuando, en realidad, es así como debe ser, es esto lo que nos hace libres para labrarnos nuestro propio camino.
Edenilton Lampião dio una versión mucho mejor para este dicho mágico: cuando el discípulo está listo, desaparece el maestro.
Dibujo de: santunes
Texto retirado de: La Revista

martes, 8 de noviembre de 2011

Facultades mediúmnicas

Hay diversidad de dones espirituales, pero la Espiritualidad es la misma.
Hay diversidad de ministerios, pero es el mismo Señor que a todos administra.
Hay diversidad de operaciones para el bien; sin embargo, es la misma Ley de Dios que todo lo opera en todos.
La manifestación espiritual, sin embargo, es distribuida a cada uno para lo que fuere útil.
Así es que a uno, por el espíritu, es dada la palabra de la sabiduría divina y, al otro, por el mismo espíritu, la palabra de la ciencia humana.
A otro es confiado el servicio de la fe y a otro el don de curar.
A otro es concedida la producción de fenómenos, a otro la profecía, a otro la facultad de discernir los Espíritus, a otro la variedad de las lenguas y todavía al otro la interpretación de esas mismas lenguas.
Sin embargo, el mismo poder espiritual realiza todas esas cosas, repartiendo sus recursos particularmente a cada uno, como juzgue necesario.”

Quien analice despreocupadamente el texto de arriba, ciertamente juzgará estar leyendo un moderno autor espírita definiendo el problema de la mediumnidad; sin embargo, las afirmaciones que transcribimos salieron del puño del apóstol Pablo hace diecinueve siglos, y figuran en el capitulo doce de su primera carta a los corintios.
Como es fácil de ver, la afinidad entre el Espiritismo y el Cristianismo resalta, perfecta, en cada estudio correcto que se efectúe, comprendiéndose en el mensaje de Allan Kardec la llave de elucidaciones más amplias de las enseñanzas de Jesús y de sus continuadores.
Cada médium es llamado a la obra del bien, conforme a las posibilidades de que dispone. Ese orienta, el otro esclarece; ese habla, el otro escribe; ese reza, el otro alivia.

En mediumnidad, por lo tanto, no te entregues a la preocupación de admirar o provocar admiración. Por encima de todo busquemos, en pro de nosotros mismos, el privilegio de aprender y el lugar de servir.

Dictado por el espíritu Emmanuel
Extraído del libro "Religión  de los Espíritus"

Pintura de: Ai Xuan
Tomada del blog Recogedor 

Texto retirado deLuz Espiritual


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