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jueves, 5 de abril de 2012

Te dices

Te dices pobre; sin embargo, millonarios de todas las procedencias te darían amplia fortuna por una ínfima parte del tesoro de tu fe.


Te dices desorientado; sin embargo, legiones de compañeros cuyo paso ensombrece la ceguera física, te comprarían con alta recompensa una leve migaja de la visión que te favorece, para contemplar pequeña franja de la Naturaleza.


Te dices impedido de practicar el bien; sin embargo, multitudes de personas encadenadas a los catres de la enfermedad te ofrecerían bolsas repletas por insignificante recurso de la locomoción con que te desplazas, a fin de que se ejerciten en el auxilio a los otros.


Te dices desanimado, sin que te acuerdes, sin embargo, de que vastas filas de mutilados estarían dispuestas a adquirir, con la más elevada cuota de oro, la riqueza de tus pies y la bendición de tus brazos.


Te dices en prueba, pero olvidas que, en la triste celda de los manicomios, innumerables sufridores cederían cuanto poseen para que les dieses un poco de equilibrio y de lucidez.


Te dices imposibilitado de ayudar con la luz de la palabra; sin embargo, incontables mudos harían sacrificios ingentes para retener algún recurso del verbo claro que vibra en tu boca.


Te dices desamparado; sin embargo, millones de criaturas darían todo lo que poseen en la vida para usar un cuerpo armónico como el tuyo, a fin de socorrer a los hijos de la expiación y del sufrimiento.


Por quien eres, no redactes certificado de discapacidad contra ti mismo. Recuerda que una sonrisa de confianza, una plegaria de ternura, una frase de buen ánimo, un gesto de solidaridad y un minuto de paz no tienen precio en la Tierra. Antes de censurar al hermano que trae consigo la prueba abrasadora de las grandes propiedades, sal de ti mismo y auxilia al prójimo que muchas veces espera sencillamente una palabra de entendimiento y de reconforto, para transferirse de la tiniebla a la luz.


Y, entonces, percibirás que la beneficencia es el cofre que devuelve patrimonios temporalmente guardados a distancia de las necesidades ajenas, y que la caridad, genuina y pura, es amor siempre vivo que fluye, incesante, del amor de Dios.


Dictado por el espíritu Emmanuel
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro "Religión de los Espíritus"


Pintura de: Jae Liu Wubao
Tomada del blog Jae Liu's Pod
Texto retirado de: Luz Espiritual

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