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miércoles, 30 de enero de 2013

Perseguidos

Golpeado en el ideal del bien hacer, disculpa y avanza al frente.

Azotado en el corazón, enjuga las lágrimas y sigue adelante.

La indulgencia es la victoria de la víctima y el olvido de todo mal es la respuesta del justo.

Espinas despuntan en el cuerpo de tallo verde, mas la rosa, en silencio, florece triunfante por encima de ellos, enviando perfume al cielo.
Sombras de la noche envuelven el paisaje terrestre en la oscuridad del nadir; sin embargo, el Sol, sin palabras, expulsa las tinieblas cada mañana, recuperándola para la alegría de la luz. 
Acuérdate de los perseguidos sin causa que se refugiaron en la paz de la conciencia, en todas las épocas. 
Sócrates bebe la cicuta que imponen a su boca; sin embargo, se alza a la cumbre de la filosofía. 

Esteban muere bajo pedradas, abriendo camino a tres siglos de flagelación contra el Cristianismo naciente; sin embargo, se hace modelo del heroís-mo y de la resistencia de los mártires que transforman el mundo. 

Gutenberg es procesado como deudor reincidente, mas crea la imprenta, deshaciendo la niebla medieval. 

Juan Hus es quemado vivo, mas imprime nuevos rumbos a la fe. 

Colón expira abandonado en un camastro en Valladolid; sin embargo, se levanta para siempre en la memoria de América. 

Galileo, preso y humillado, revela al hombre nueva contemplación del Universo. 

Lutero, vilipendiado, resucita las letras del Evangelio. 

Giordano Bruno, atravesando pavoroso suplicio, traza más altos rumbos al pensamiento. 

Lincoln cae asesinado, mas extingue la cautividad en su patria. 

Pasteur es ironizado por la mayoría de sus contemporáneos; sin embargo, renueva los métodos de la ciencia y se convierte en benefactor de todos los pueblos. Y, todavía ayer, Gandhi cae bajo golpe homicida, mas consagra el principio de la no violencia. 

Entre los perseguidores se cuentan los obsesados, los desenfrenados, los depravados, los infelices, los calumniadores, los calculadores y los criminales, que bajan por los torrentes del remordimiento para la necesaria refundición mental en los alambiques del tiempo, mas, entre los perseguidos sin razón, se enumeran casi todos aquellos que lanzan nueva luz sobre las rutas de la vida. 

Es por ello que Jesús, el Divino Gobernador de la Tierra, prefirió alinearse entre los escarnecidos e injuriados, aceptando la muerte en la cruz, para extender la gloria del amor puro y la fuerza del perdón, a fin de que se perfeccione la Humanidad entera.


Dictado por el espíritu: Emmanuel
Extraído del libro "
Religión  de los Espíritus"

Pintura de: Helge Jensen
Tomada del blog TODO POR EL ARTE
Texto retirado de: Luz Espiritual

domingo, 27 de enero de 2013

Camino de Kumano: El monje y el mensaje

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Fue la necesidad de entender la naturaleza lo que obligó al hombre a dominar el dolor e ir más allá de sus límites. Hace 1.300 años, un monje que tenía dificultades para concentrarse, descubrió que el cansancio y la superación de los obstáculos físicos podían ayudarlo en la meditación”.
Termino hoy la narración de mi experiencia en un camino de peregrinación japonés, y mi primer contacto con el Shugendo, práctica ancestral de desarrollo espiritual.
Estamos en el espacio privado de un templo budista. Escuchamos al monje cantar, rezar en voz alta, tocar un instrumento de percusión. Recuerdo las otras veces que practiqué Shugendo durante estos días: caminar sin abrigo a una intemperie bajo cero, quedarme despierto una noche entera, mantener la frente apoyada en la áspera corteza de un árbol hasta que el dolor se dejase anestesiar a sí mismo.
Durante el viaje, las personas decían que el monje que tengo delante de mí recitando las oraciones es el máximo especialista de Shugendo de la región. Intento concentrarme, pero espero con ansiedad el final de la ceremonia. Para mi sorpresa, el monje trae tres libros míos y me pide que se los dedique. Aprovecho para pedirle autorización para grabar nuestra charla. El monje, que no para de sonreír, dice que sí.
–Tenemos 48 cascadas en la región– comenta. Para llegar a ellas es necesario tener mucha resistencia física al dolor y al cansancio. Una de las prácticas del Shugendo consiste en resistir bajo el agua helada, hasta que esta limpie el cuerpo y el alma.
–¿Fue la dificultad del camino de Kumano lo que originó el Shugendo?
–Fue la necesidad de entender la naturaleza lo que obligó al hombre a dominar el dolor e ir más allá de sus límites. Hace 1.300 años, un monje que tenía dificultades para concentrarse, descubrió que el cansancio y la superación de los obstáculos físicos podían ayudarlo en la meditación. El monje hizo este camino una y otra vez hasta morir; subiendo y bajando montañas, quedándose sin abrigo en la nieve, entrando todos los días en una cascada de aguas friísimas para meditar. Como se transformó en un ser iluminado, algunos siguen su ejemplo.
–¿Es una práctica budista?
–No. Es una serie de ejercicios de resistencia física que ayudan a que el alma camine junto al cuerpo.
–En una frase ¿qué es el Shugendo y el camino de Kumano?
–Quien realiza ejercicio físico, adquiere experiencia espiritual, si tiene su mente fija en Dios mientras está exigiendo lo máximo de su cuerpo.
–¿Hasta qué punto el dolor físico es importante?
–Este tiene un límite. Traspasando el límite del dolor, el espíritu se fortalece. Los deseos de la vida cotidiana pierden su sentido, y el hombre se purifica. El sufrimiento viene del deseo, no del dolor.
El monje sonríe y me pregunta si quiero ver la cascada de cerca –con lo que entiendo que nuestra conversación debe darse por terminada. Antes de salir, él se vuelve hacia mí:
–No se olvide: intente ganar todas sus batallas, incluso las que traba consigo mismo. No tema las cicatrices. No tema vencer.
Cuando estoy a punto de subir al avión, Katsura –la joven guía de veintinueve años que estuvo presente desde mi primer día en Kumano– me entrega un pequeño manuscrito en japonés, con algunos datos históricos de Kumano. Inclino la cabeza y le pido su bendición. Ella no vacila ni siquiera un segundo: pronuncia algunas palabras en japonés, y cuando levanto los ojos, veo en su rostro la sonrisa de una joven que eligió ser guía de un camino que nadie conoce, que aprendió a dominar un dolor que no todos van a sentir, y que entiende que el camino se hace al andar, no pensando sobre él.

Texto retirado de: La Revista

domingo, 20 de enero de 2013

Camino de Kumano: El límite del dolor (IV)

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Y las cicatrices van más allá del cuerpo físico; muchas heridas que estaban abiertas en mi alma fueron expulsadas por el dolor que sentí. Hay ciertos sufrimientos que solo se logran olvidar cuando podemos flotar por encima de nuestros dolores”.
Durante mi visita a un camino de peregrinación en Japón, descubro el Shugendo, práctica ancestral de usar la naturaleza para el aprendizaje espiritual.
Estamos en lo alto de una montaña, al lado de una columna de piedra con algunas inscripciones. Desde ahí arriba, puedo divisar un templo en medio del bosque.
–Ese es uno de los tres santuarios que el peregrino tiene que visitar, y cuando llega aquí, siente una inmensa alegría al saber que ya está cerca de uno de ellos, dice Katsura.

Katsura y yo comenzamos a caminar los 5 kilómetros que nos separaban del templo. De repente, me vinieron a la memoria las palabras del biólogo que había conocido: “si la Diosa quiere que practiques Shugendo ella te mostrará lo que tienes que hacer”.
–Voy a quitarme los zapatos. El suelo es pedregoso, el frío es cortante, pero Shugendo es la comunión con la naturaleza en todos sus aspectos, incluso el dolor físico. Katsura también se los quita y empezamos a caminar.
Ya al dar el primer paso, una piedra puntiaguda se me clava en el pie, y siento que el corte ha sido profundo. Reprimo el grito, y continúo. Diez minutos después estoy caminando a la mitad de la velocidad inicial, el pie herido duele cada vez más, y pienso por un momento que aún me queda mucho viaje por delante, puedo sufrir una infección, mis editores me esperan en Tokio, hay entrevistas y encuentros concertados. Pero el dolor enseguida aleja estos pensamientos, decido dar un paso más, y otro, y continuar hasta donde me sea posible. Pienso en los muchos peregrinos que pasaron por allí practicando Shugendo, sin comer por muchas semanas, sin dormir durante días. Pero el dolor no me deja tener pensamientos profanos o nobles, apenas hay dolor, uno que ocupa todo el espacio, que me asusta, que me obliga a pensar que tengo un límite y que no voy a conseguirlo.
De todas maneras, aún puedo dar un paso más, y otro. El dolor ahora parece invadir el alma, y me debilita espiritualmente, porque no soy capaz de hacer lo que mucha gente hizo antes de mí. Se trata de un sufrimiento físico y espiritual al mismo tiempo, no parece una boda con la Madre Tierra, sino un castigo. Estoy desorientado, Katsura y yo no nos cruzamos ni una palabra, todo lo que existe en mi universo es el dolor de pisar en las piedras.
Entonces ocurre una cosa muy extraña: el sufrimiento es tan grande que, en un mecanismo de defensa, me parece que estoy flotando por encima de mí mismo, e ignorando lo que estoy sintiendo. En el límite del dolor hay una puerta a un nivel diferente de conciencia, y ya no hay lugar para nada más, apenas para la naturaleza y para mí mismo.
Ahora ya no siento más el dolor, estoy en un estado letárgico, los pies continúan siguiendo el camino automáticamente, y entiendo que el límite del dolor no es mi límite; puedo ir más allá.
Cuando finalmente paramos, reúno valor para mirar a mis pies y ver las heridas abiertas. El dolor, que estaba escondido, regresa con fuerza; creo que el viaje ha terminado ahí, y que no me será posible caminar durante muchos días. Mi sorpresa fue mayúscula al día siguiente al descubrir que todo había cicatrizado; la Madre Tierra sabe cómo cuidar de sus hijos.
Y las cicatrices van más allá del cuerpo físico; muchas heridas que estaban abiertas en mi alma fueron expulsadas por el dolor que sentí, mientras caminaba por el sendero de Kumano hacia cierto templo del que no recuerdo el nombre. Hay ciertos sufrimientos que solo se logran olvidar cuando podemos flotar por encima de nuestros dolores.
Dibujo de: 
Dilermando Lemos
Texto retirado de: La Revista

miércoles, 16 de enero de 2013

Corregir

Toda corrección, antes que se exprese en palabras, ha de vaciarse en amor para que la vida se eleve. Veamos sino, en sencillos incidentes de la Naturaleza. 

No maldecirás la gleba que el desierto alcanzó, mas le ofrecerás la gracia de la fuente para que retorne a los talentos de la producción. 

No condenarás el pantano en que el fango se acumuló, provocando la inutilidad, pero drenarás su lecho de lodo a fin de que se restaure en surco fecundo.

No reprobarás simplemente la ropa que los detritos desfiguraron, mas la sumergirás en el agua pura, recomponiendo su forma para la bendición del uso. 
No martillearás indiscriminadamente la máquina cuyo engranaje se niega a la función debida, y sí examinarás con atención sus implementos defectuosos, a fin de recuperarla para el justo ejercicio. 

No derrumbarás la plantación naciente que la plaga invadió, mas movilizarás cariño y cuidado para liberarla del elemento destructor, propiciándole recurso necesario al regeneramiento. 

No aniquilarás cierta provincia corpórea porque se muestre enfermiza, mas le suministrarás remedio adecuado, normalizando sus movimientos. 

Reprensión sin paciencia y esperanza, incluso cuando se fundamente en razones respetables, es semejante al puñal de oro fulgurando rara belleza, mas trayendo consigo la visita de la muerte. 

Corregir es enseñar y enseñar será repetir la lección, con bondad y entendimiento, tantas veces como se hicieren necesarias. 

Úngete, pues, de compasión, si deseas rectificar y servir. 

Acuérdate de que el propio Cristo, aunque portador de sublimes revelaciones en la cima del monte, antes de suministrar la Verdad a la mente de los oyentes sedientos de luz, al percibirles hambre en el cuerpo, les dio, compasivo, un pedazo de pan.


Dictado por el espíritu: Emmanuel
Extraído del libro "
Religión  de los Espíritus"

Tomada del blog TODO POR EL ARTE
Texto retirado de: Luz Espiritual

domingo, 13 de enero de 2013

Camino de Kumano (III): Apoyado en el árbol

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Mantengo los ojos cerrados e intento imaginar la savia subiendo desde las raíces hasta las hojas, provocando con este movimiento una oleada de energía que afecta a todo lo que hay alrededor”.
Anteriormente hablé sobre mi ida al Camino de Kumano, en Japón, y mi descubrimiento de una práctica espiritual, el shugendo (realizada durante la peregrinación).
–¿Has oído hablar del shugendo?
–Significa “el camino del arte de la acumulación de experiencia”, responde, mostrando que su interés va más allá de las variedades de insectos de la región. Disciplinar tu cuerpo para aceptar todo lo que la naturaleza tiene que ofrecerte; así también educas tu alma para lo que Dios nos ofrece. Mira a tu alrededor: la naturaleza es mujer, y como toda mujer, enseña de una manera diferente. Apoya tu columna vertebral en el árbol. Me señala un cedro de más de dos mil años. Apoyo mi espalda en el cedro, cierro los ojos, y el biólogo empieza a contarme que en aquella región existen apenas diez árboles como ese.
–Todo lo que está vivo contiene energía, y esta energía se comunica entre sí. Si tú mantienes tu columna apoyada en el tronco, el espíritu que vive en el árbol conversará con tu espíritu y lo calmará de toda aflicción. Claro que, como biólogo, debo decir que se trata de la emanación de calor y tal... pero sé que también hay parte de verdad en la explicación mágica de mis antepasados.
Mantengo los ojos cerrados e intento imaginar la savia subiendo desde las raíces hasta las hojas, provocando con este movimiento una oleada de energía que afecta a todo lo que hay alrededor. Mi espíritu se va apaciguando, dejo que la fantasía funcione, y de repente me imagino dentro del tallo, sin pensar, sin meditar, apenas en reposo absoluto.
–Aquí cerca, por ejemplo, las señales de la naturaleza decidieron el futuro de la región.
Oigo la voz del biólogo contándome que en 1185 dos samuráis luchaban ferozmente por el poder en Japón. El gobernador de Kumano no sabía quién vencería; convencido de que la naturaleza siempre tiene la respuesta, enfrentó en una pelea a siete gallos vestidos de rojo contra siete gallos vestidos de blanco. Ganaron los de blanco, el gobernador apoyó a uno de los guerreros e hizo la apuesta correcta: luego aquel samurái dominaría el país.
–Dime: ¿prefieres creer que fue el apoyo del gobernador lo que inclinó la balanza, o que los gallos dieron la señal divina de quién terminaría conquistando el poder?
–Creo en señales- respondo, saliendo mentalmente de mi confortable estado vegetal y abriendo los ojos–. Fueron las señales las que me trajeron hasta aquí, aunque aún no consiga entender bien lo que estoy haciendo.
–Los viajes sagrados a Kumano comenzaron mucho antes de la introducción del budismo en Japón; hasta hoy existen por aquí hombres y mujeres que transmiten de generación en generación la idea de que debe realizarse una “boda”, con todo lo que implica a su alrededor, como una verdadera unión: con entrega, alegrías y sufrimientos, pero manteniéndose siempre juntos. Utilizaban el shugendo para permitir esta entrega total, sin miedo.
Abro los ojos y me siento apaciguado por la energía del árbol. ¿Puedes enseñarme algún ejercicio de shugendo? El único que conozco es atarse con una cuerda y arrojarse contra las rocas en un despeñadero y, francamente, no tengo valor para eso.
–¿Por qué quieres aprender?
–Porque siempre he pensado que el camino espiritual no implica necesariamente el sacrificio y el dolor. Pero es necesario aprender lo necesario, no lo que uno quiere.
–Cada cual hace el ejercicio que la Tierra le pida. Si la Diosa quiere que practiques shugendo, te dirá lo que tienes que hacer.
Tenía razón. Al día siguiente sucedió eso mismo. (Continuará la próxima semana).
Dibujo de: santunes
Texto retirado de: La Revista

sábado, 12 de enero de 2013

Pedidos

No pidas a los amigos espirituales para que te abran un filón de oro. 
La fortuna inmerecida puede sepultarte el corazón en la cueva de la pereza. 

No pidas a los benefactores de la Vida Mayor para que seas conducido al timón del poder. 
La autoridad inoportuna puede acorralarte en el fuego de la violencia. 

No pidas a los instructores de otras esferas que te ofrezcan secretos de la perfección corporal. 
La belleza efímera puede situarte en el vicio.

No pidas a los mensajeros divinos el privilegio de la posesión. 
La posesión mal conducida atrae los buitres de la usura.

No pidas a los compañeros desencarnados los adornos de la fama. 
La fama, sin bases respetables, atrae las víboras de la calumnia. 

No pidas a los emisarios del Señor los regalos del bienestar excesivo. 
La esclavitud del bienestar excesivo atrae las langostas de la envidia. 

Pide a todos ellos para que amparen tu perfeccionamiento porque, perfeccionándote a ti mismo percibirás que la existencia en la Tierra son prácticas en la escuela de la evolución, en donde el trabajo constante nos enseña a servir para merecer y a razonar para discernir. 


Dictado por el espíritu: Emmanuel

Pintura de: Larisa Malysheva
Tomada del blog TODO POR EL ARTE
Texto retirado de: Luz Espiritual

domingo, 6 de enero de 2013

Cuentos de la Madre Naturaleza

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“Con gran sabiduría, decidieron volver a juntarse. Así aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que una relación muy próxima podía causarles, ya que lo más importante era el calor del prójimo”.

El león y los gatos

Un león se encontró con un grupo de gatos que conversaban. “Voy a comérmelos”, pensó.
Pero, de forma extraña, comenzó a sentirse más tranquilo. Y decidió sentarse con ellos y prestar atención a lo que decían.
-Mi buen Dios –dijo uno de los gatos, sin darse cuenta de la presencia del león–. ¡Hemos rezado toda la tarde! ¡Hemos pedido que lluevan ratones del cielo!
-Y hasta ahora, ¡no ha pasado nada! –dijo otro–. ¿Será que el Señor no existe?
El cielo permaneció mudo. Y los gatos perdieron la fe.
El león se levantó y siguió su camino, pensando: “Hay que ver lo que son las cosas. Yo iba a matar a estos animales, cuando Dios me lo impidió. Y sin embargo, ellos han dejado de creer en la gracia divina: estaban tan preocupados por lo que les faltaba que no repararon en la protección que recibían”.

En silencio

El árbol estaba tan lleno de manzanas, que sus ramas no se podían mecer con el viento.
-¿Por qué no haces ruido? Al fin y al cabo, todos tenemos nuestra vanidad, y queremos llamar la atención de los demás –dijo el bambú.
-No hace falta. Mis frutos son mi mejor reclamo –respondió el árbol.

La margarita y el egoísmo

“Soy una margarita en un campo de margaritas”, pensaba la flor. “Entre tantas otras, es imposible notar mi belleza”.
Un ángel oyó lo que pensaba y le dijo:
-¡Pero si tú eres muy hermosa!
-¡Pero quiero ser única!
Para no oír más quejas, el ángel la llevó hasta la plaza de una ciudad.
Unos días después, el alcalde fue allí con un jardinero, para reformar el lugar.
-Aquí no hay nada de interés. Cambiaremos la tierra y plantaremos geranios.
-¡Un momento! –gritó la margarita–. ¡Así que pensáis matarme!
-Si hubiese más como tú, podríamos hacer una bella decoración –respondió el alcalde–. Pero es imposible encontrar margaritas en los alrededores, y tú, sola, no haces un jardín.
Y acto seguido arrancó la flor.

Los puercoespines y la solidaridad

El lector Álvaro Conegundes cuenta que durante la era glacial, cuando muchos animales morían de frío, los puercoespines se dieron cuenta de la situación y decidieron juntarse en un grupo. De este modo se darían calor y protección mutua.
Pero las espinas de cada uno de ellos herían a los compañeros más cercanos, por lo que volvieron a apartarse unos de otros.
Empezaron a morir algunos, congelados. Los otros tenían que tomar una decisión: o aceptaban las espinas de sus semejantes, o desaparecerían de la faz de la Tierra.
Con gran sabiduría decidieron volver a juntarse. Así aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que una relación muy próxima podía causarles, ya que lo más importante era el calor del prójimo.
Y al final, sobrevivieron.
Dibujo de: Maurício Tadeu
Texto retirado de: La Revista

viernes, 4 de enero de 2013

Mensajeros divinos

Nos será siempre fácil discernir la presencia de los mensajeros divinos a nuestro lado, por la ruta del bien a la que nos induzcan. Aunque todavía traigan consigo el fulgor solar de la Vida Celeste, saben acomodarse a nuestro sencillo grado en las lides de la evolución enseñándonos el camino de la Esfera Superior. Y aunque todavía se eleven a culminaciones sublimes en la ciencia del Universo, ocultan su grandeza para guiarnos en el justo aprovechamiento de las posibilidades en nuestras manos. 

Sin herirnos siquiera, hacen luz en nuestras almas a fin de que veamos las llagas de nuestras deficiencias, para que las sanemos en la lucha del esfuerzo propio. Nunca se prevalecen de la verdad para aplastarnos en nuestra condición de espíritus deudores, usándola sencillamente como medicina dosificada para enfermos, para que nos elevemos al nivel de la redención, ni se valen de la virtud que adquirieron para condenar nuestras flaquezas, empleándola tan sólo en la paciencia inconmensurable en nuestro favor, para que la tolerancia no nos desampare al frente de aquellos que sufren dificultades de entendimiento mayores que las nuestras.

Si nos encuentran golpeados y lacerados, jamás nos aconsejan cualquier venganza o lamentación y sí, nos ayudan a olvidar la crueldad y la violencia, con fuerza bastante para que no caigamos en la posición de quien nos insulta o injuria, y si nos sorprenden calumniados o perseguidos, no nos inclinan a la revuelta o al desánimo, mas recomponen nuestras energías descoyuntadas sustentándonos en la humildad y en el servicio con que podamos reajustar el pensamiento de quien nos apedrea o difama.
Se erigen en el camino como invisible apoyo a nuestros desfallecimientos humanos, y nos aclaran la fe en la travesía de los dolores que hicimos por merecer. Son rosas en el espinar de nuestras imperfecciones, perfumándonos la agresividad con el bálsamo de la indulgencia, y estrellas que brillan en la noche de nuestras faltas, haciéndonos señas con la confianza en el esplendor de la alborada nueva, para que no corrompamos el corazón en el lodo espeso del crimen.  Y, sobre todo, ante toda ofensa, nos levantan la frente hacia el Justo de los justos que expiró en el madero por resistir al mal en suprema renuncia, entre la gloria del amor y la bendición del perdón.

Dictado por el espíritu: Emmanuel
Extraído del libro "
Religión  de los Espíritus"

Tomada del blog TODO POR EL ARTE
Texto retirado de: Luz Espiritual
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