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domingo, 14 de septiembre de 2014

Diario inexistente: Lugares y experiencias

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“(la verdad) No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios. La verdad es lo que nos da la libertad. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, dijo Jesús”.

Sobre árboles y ciudades

En el desierto de Mojave es frecuente encontrar las famosas ciudades fantasma. Construidas cerca de minas de oro, eran abandonadas cuando todo el producto de la tierra ya había sido extraído; habían cumplido su papel, y ya no tenía sentido que continuaran siendo habitadas.
Cuando paseamos por un bosque, también vemos árboles que, una vez cumplido su papel, terminaron cayendo. Pero, a diferencia de las ciudades fantasma, ¿qué sucedió? Abrieron espacio para que la luz penetrase, fertilizaron el suelo y tienen sus troncos cubiertos por vegetación nueva.
Nuestra vejez dependerá de la forma en que hayamos vivido. Podemos terminar como una ciudad fantasma. O, entonces, como un generoso árbol, que continúa siendo importante incluso después de haber caído a tierra.

El sentido de la verdad

En nombre de la verdad, la raza humana cometió sus peores crímenes. Hombres y mujeres fueron quemados. La cultura de civilizaciones enteras fue destruida, los que buscaban un camino diferente eran marginados...
Uno de ellos, en nombre de la “verdad” terminó crucificado. Pero, antes de morir, dejó la gran definición de la verdad.
No es lo que nos da certezas.
No es lo que nos da profundidad.
No es lo que nos hace mejores que los otros.
No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios.
La verdad es lo que nos da la libertad. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, dijo Jesús.

Sobre el ritmo y el Camino

–Faltó algo en su disertación sobre el Camino de Santiago –me dice una peregrina, al salir de la Casa de Galicia, en Madrid, donde minutos antes yo acababa de dar una conferencia.
Deben de haber faltado muchas cosas, pues mi intención allí era apenas compartir un poco mi experiencia. Aun así, la convido a tomar un café, curioso por saber lo que ella considera una omisión importante.
Y Begoña –tal es su nombre– me dice: –He notado que la mayoría de los peregrinos, sea en el Camino de Santiago, sea en los caminos de la vida, siempre procuran seguir el ritmo de los otros.
“Al comienzo de mi peregrinación, procuraba ir junto con mi grupo. Me cansaba, exigía de mi cuerpo más de lo que podía dar, vivía tensa, y terminé teniendo problemas en los tendones del pie izquierdo. Imposibilitada de andar durante dos días, me di cuenta de que solo conseguiría llegar a Santiago si obedecía a mi ritmo personal.
“Tardé más que los otros, tuve que andar sola muchos trechos, pero fue solo porque respeté mi propio ritmo que conseguí completar el camino. Desde entonces aplico esto a todo lo que tengo que hacer en la vida: respeto mi tiempo”.

Todo se convierte en polvo

Las fiestas de Valencia, en España, tienen un curioso ritual cuyo origen radica en la antigua comunidad de los carpinteros.
Durante un año entero, artesanos y artistas construyen esculturas gigantescas en madera. En la semana de la fiesta, llevan estas esculturas hasta el centro de la plaza principal. La gente pasa, comenta, se deslumbra y se conmueve ante tanta creatividad. Entonces, el día de San José, todas estas obras de arte –excepto una– son quemadas en una gigantesca hoguera, ante la presencia de miles de curiosos.
¿Por qué tanto trabajo inútil?, preguntó una inglesa, a mi lado, mientras las inmensas llamaradas subían hacia el cielo.
–Usted también terminará un día- respondió una española. Ya pensó si, en ese momento, algún ángel le preguntase a Dios: “¿por qué tanto trabajo inútil?”.

Foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

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