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domingo, 11 de octubre de 2015

Reconocer y entender: El sentido de la caridad

Por Paulo Coelho  

El Alquimista

Si queremos entender a Dios es importante el estudio de las Escrituras. Pero si queremos aproximarnos a Dios, tenemos que empezar primero por consolar a los que lloran.
El rabino Dov Baer estudiaba las Escrituras mientras su hijo de un año dormía al lado de su mesa de trabajo. En un determinado momento la criatura se despertó y comenzó a llorar. Dov Baer, concentrado en lo que leía, no le prestó la menor atención.
El niño lloró durante horas seguidas, hasta que el rabino Zalman vino corriendo desde su cuarto y lo tomó en brazos. Cuando los gritos cesaron, Zalman se dirigió a Dov Baer diciéndole:
“Admiro su concentración en el trabajo: si queremos entender a Dios es importante el estudio de las Escrituras. Pero si queremos aproximarnos a Dios, tenemos que empezar primero por consolar a los que lloran”.

La generosidad

Muhammad ib Sugah cuenta la historia de Abdulah y Mansur, dos fieles musulmanes. Cierto día, Abdulah pidió ayuda a su amigo. Fue pasando el tiempo y esa ayuda no fue dada. Un día Mansur comentó:
“Hermano mío, tú me pediste ayuda y yo no hice nada. Sin embargo, tú no pareces estar irritado por ello”.
“Tenemos una larga amistad. Aprendí a amarte antes de necesitar ningún favor. Y consigo continuar queriéndote, sin importarme si me atiendes o no”.
Mansur respondió: “Yo no hice lo que pediste porque quería saber la fuerza de tu cariño. He visto que esta fuerza es mayor que la discordia y el odio: mañana tendrás lo que me pediste”.

La donación

La encargada de una iglesia ya iba a cerrar las puertas del templo cuando llegó una mujer pidiendo un poco de aceite para la cena de su marido.
La encargada se acordó de que solo tenía el aceite necesario para la cena del padre. “No tengo el suficiente”, respondió.
Cuando el padre llegó, ella le comentó lo sucedido. El padre se enfureció y exigió que fuese a llevar el aceite a la vecina.
Ella rehusó diciendo: “Está escrito en el Evangelio: estad preparados, pues nadie sabe la hora en que llega el novio”.
El padre respondió: “Cuando el asunto implica caridad hacia el prójimo, no es preciso actuar de acuerdo con lo que está escrito”.

El afecto

H. Bloomfield supo que su padre había sido repentinamente hospitalizado: “Mientras viajaba hacia Nueva York pensaba que tenía la oportunidad de hacer que esta visita fuese diferente de las demás. Siempre tuve miedo de mostrar mi afecto, siempre quise mantener la misma distancia prudente que mi padre mantenía conmigo. Cuando lo vi en la cama, lleno de tubos, le di un abrazo. Él se sorprendió.
- Abrázame también, papá –le pedí yo. Él me había educado diciendo que un hombre jamás demuestra sus sentimientos. Pero insistí. Papá levantó los brazos y me tocó. Allí estaba yo pidiendo a mi padre que me mostrase cuánto me quería –aun cuando yo ya lo supiera.
Sentí sus manos sobre mi cabeza y, por primera vez, escuché las palabras que sus labios jamás habían pronunciado antes: “Te quiero”. Y a partir del momento en el que tuvo el valor de mostrar su amor, recuperó su voluntad de vivir. (O)
Crédito de foto: @paulocoelho
Texto retirado de: La Revista

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