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domingo, 4 de julio de 2010

De Brasil a Japón

Por Paulo Coelho
El Alquimista

Enseñanzas callejeras


En inesperadas situaciones se pueden conocer personas con una gran sabiduría que, de lo más simple de la vida, nos dejan profundos aprendizajes.

Copacabana, Río de Janeiro
Mi mujer y yo la encontramos en la esquina de la calle Constante Ramos, en Copacabana, Río de Janeiro. Tenía aproximadamente 60 años, e iba en silla de ruedas, perdida entre la multitud. Mi mujer le ofreció ayuda, y ella la aceptó, pidiendo que la lleváramos hasta la calle Santa Clara.

Llevaba algunas bolsas de plástico colgadas de su silla de ruedas. En el trayecto nos contó que aquellas eran todas sus pertenencias; dormía bajo las marquesinas y vivía de limosnas.

Llegamos al lugar indicado; allí estaban reunidos otros mendigos. La mujer sacó de una de las bolsas de plástico dos cajas de leche y se puso a repartirla entre los miembros del grupo.

-Hay gente que es caritativa conmigo, así que yo también tengo que ser caritativa con los demás, comentó.

Hakone, Japón
Consigo que mi editor, Masao Masuda, me invite finalmente a la tradicional ceremonia del té. A él le parece que no voy a lograr entenderla bien: “No ocurre nada de particular”.

Vamos a una montaña cerca de Hakone, entramos en un pequeño cuarto, y su hermana, vestida ritualmente con quimono, nos sirve el té. Solo eso: pero todo se realiza con tanta seriedad y protocolo, que una práctica cotidiana se transforma en un momento de comunión con el universo.

El maestro del té, Okakusa Kasuko, explica: “La ceremonia supone la adoración de lo bello. Todo su esfuerzo se concentra en el intento de alcanzar lo perfecto a través de los gestos imperfectos de la vida cotidiana. Toda su belleza se resume en respetar las cosas sencillas que realizamos, pues estas nos pueden transportar hasta Dios”.

En Copacabana, otra vez

Caminando por el paseo marítimo, escucho cómo una muchacha le comenta a otra: “He programado mi vida de la siguiente manera...”.
¿Estará ella contando con todo lo que surge cuando no lo esperamos? ¿Habrá pensado que Dios puede tener para ella un plan diferente, y mucho más interesante? ¿Habrá considerado con seriedad la cuestión de que, al incluir a otras personas en su programación, está interfiriendo en ideas y proyectos ajenos?

No sabría decir si la frase que acabo de escuchar es fruto de la inexperiencia o del delirio total.

De regreso a Japón

Le pregunto a Masao Masuda cómo consiguieron los japoneses conquistar mercados que antes dominaban los norteamericanos.
-Muy sencillo: los americanos tienen una idea, se encierran en un cuarto a investigar, toman decisiones y emplean una energía inmensa en demostrar que tenían razón. Nosotros no queremos probarle nada a nadie: dejamos que cada ser humano manifieste sus necesidades, y procuramos solucionarlas. El resultado es que cada cual acaba comprando aquello que ya deseaba previamente.

-Al que solo le interesa demostrar que tiene razón, acaba por actuar de manera equivocada.

Texto retirado de: La Revista

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